Francisco Quintero, jefe de brigada en Ahuisculco, reconoce
que aunque los combatientes son hoy más profesionales, el clima y la
ingobernabilidad complicaron el oficio
HISTORIAS DE BOMBEROS FORESTALES. I PARTE
Agustín del Castillo / El Diario NTR Guadalajara
Corría el 26 de abril de 2005, Juan Francisco Quintero Miranda
y sus compañeros estaban inmersos en el combate del incendio forestal a la
postre con el mayor registro de daños de la historia del bosque La Primavera. Y
el fuego los atrapó.
“Estábamos combatiendo en la parte de Llano Grande, que es
la zona central de La Primavera; allí hay un lienzo, de metro y medio o dos de
alto, es decir, bastante alto y ancho, y consideramos que a partir de ahí íbamos
a poder detener el avance del fuego; desafortunadamente llego una ráfaga de viento,
y brincó el incendio; nos dejó encerrados, en ese momento lo único que pudimos
hacer, de acuerdo a la experiencia que ya teníamos y a lo que nos decían en la
capacitación, fue tirarnos al piso, porque allí hay una cantidad de oxígeno más
limpia; recuerdo que uno de los compañeros empezó a llorar, a decir que hasta
ahí llegamos, porque se sentía horrible, el aire empezó a ponerse más denso, el
fuego estaba por encima de nosotros y si
sentía que me quemaba la espalda, luego vi que el piso estaba con brasas […] yo
también creí que no la iba a librar, pero llegó otra ráfaga de viento, alzó el
humo, y pues nos pudimos levantar y corrimos….”.
A punto de cumplirse catorce años del suceso, en que se
quemaron alrededor de once mil hectáreas de la floresta, Quintero Miranda tiene otras heridas: la más
profunda, la pérdida, hace apenas dos años, de un par de compañeros de la
brigada patrocinada por Selva Negra en Ahuisculco, una serranía que funciona
como corredor biológico entre La Primavera y las montañas del sur y del oeste:
Cerro Viejo, Quila y Sierra del Águila. Eran Luis Alberto Armenta Hernández y
Faustino Ibarra Guerrero. Allí se mezclaron en el accidente desde factores
ambientales extremos, propios de estos tiempos de cambio climático, un terreno
accidentado y la presencia de criminalidad ligada al negocio ilícito de
combustible en el valle de Tlajomulco y de Tala-Ameca.
No hay duda: nunca se tuvo personal más capacitado, pero los
riesgos “naturales” y sociales se han incrementado de forma drástica.
“Uno puede tener todas las medidas de seguridad previstas,
pero cuando las condiciones ambientales y las condiciones topográficas no son
favorables, no tienes mucho que hacer”. El azar se convierte en un componente
de creciente importancia. El año de esos dos decesos, hubo otro par de
brigadistas muertos en la zona de Ameca y Atenguillo, en la ruta hacia la Costa
Norte de Jalisco, con la misma combinación de factores climáticos y controles
territoriales de la “plaza” que se ha enseñoreado de la zona al menos desde
2015 (el año aciago de los narcobloqueos y de la ejecución de quince policías
en la carretera estatal Mascota-Las Palmas). Hoy, explotan bosques con total
impunidad (ver El Diario NTR, 28, 29 y 30 de marzo de 2019).
Pero el brigadista es aferrado. Paco Quintero comenzó sus labores
desde la adolescencia. Nativo de Tala, con sus compañeros se indignaba al ver
la frecuencia de los fuegos, desde los quince años le comenzó a entrar al
combate. “Salía por la parte de atrás de
mi casa, y estaba ya en el bosque La Primavera, prácticamente era mi patio de
juegos; y como veía los incendios forestales que afectaban al bosque, eso me
marco para toda mi vida; hicimos una asociación civil para combatir incendios,
para hacer acciones de restauración, y de ahí me nació la inquietud de ser biólogo,
y dedicarme a esto”. Hoy, tiene 40 años. No se arrepiente pero hay cosas
difíciles de olvidar.
Ese día de abril de 2005 pudo morir, pero el azar jugó a su
favor. “Para mí fueron horas, pero en realidad, lo que duró fueron uno o dos
minutos, pero uno o dos minutos sin oxígeno créeme que se vuelve demasiado
largo […] a partir de ahí fui a parar al hospital por una intoxicación; yo no
quería estar ahí, me pusieron oxígeno, y en cuanto pude, me regresé al incendio,
igual que mis tres compañeros, dos propietarios y un combatiente más…”.
La experiencia indica, que en todo México, las
deflagraciones (RAE: “dicho de una sustancia: arder súbitamente con llama y sin
explosión”) son “antropogénicas”, es decir, tiene un factor humano como
detonador.
“En mi experiencia, 99 por ciento de los incendios que me ha
tocado combatir, han sido por causas antrópicas; la mayoría es por quemas agrícolas,
de personas que van a acampar y dejan sus fogatas, de personas que van de paseo
y avientan su bachicha de cigarro, y se prende; desde que tenía 15 años, me ha
tocado ver solo dos incendios provocados de manera natural, hasta cierto punto;
uno por una línea de alta tensión que se cayó, en realidad es a medias; el otro
por un rayo, en plena época de lluvias, hace seis años…”.
Es que los bosques en México suelen ser tierra de nadie. No
se necesita recurrir a la clásica historia del fraccionador malvado o del
agricultor o ganadero que quieren expandir tierras productivas, aunque también
sucede. Por lo general, las personas comunes y corrientes parten de la premisa
de que lo que es de todos es de nadie (y no obstante que el bosque tiene
dueños, estos suelen pensar lo mismo: que es puro monte sin valor porque no se
puede especular con él). No hay un cuidado. El famoso aforismo de Goethe cobra
plena vigencia: “no es preciso recurrir a la maldad para explicar la causa de
los desastres humanos; con la estupidez basta”.
“El ordenamiento del territorio desde mi punto de vista es
muy muy importante, porque hay zonas agrícolas que no deberían estar tan
pegadas a zonas forestales, sobre todo de alto riesgo como es La Primavera, y
digo en el caso del cultivo de la caña de azúcar; mi padre fue cañero y trabajó
en el ingenio de Tala, pero el que estén estas zonas agrícolas y usen fuego en los
cultivos, tiene un alto riesgo, por más que las personas que tienen sus
parcelas hagan sus guardarrayas y tengan sus resguardos; los factores ambientales
como el viento pueden ganar, entonces es respetar el ordenamiento territorial
por una parte, y por otro es atacar la falta de conciencia en temas forestales
por parte de la gente común”, añade el combatiente.
El fuego es hoy más complicado, platica con los colegas de
oficio. Hasta las muertes de 2017, se sumaban más de dos décadas sin muertos en
combate. En aquel entonces, por deficiencias de equipo y preparación, pero hoy
hay un reconocimiento internacional al bombero forestal mexicano, la causas son
otras.
“Son más difíciles y con mayor intensidad, con mayor
frecuencia; cuando yo empecé recuerdo incendios pequeñitos; pero el clima, la
inseguridad , las condiciones topográficas, dado que se penetra en zonas cada
vez más inaccesibles, hace que en los últimos cuatro o cinco años la intensidad
de los incendios sea mucho mayor, mayor combustible, menor humedad y mayor
calor, más riesgo para todos…”.
Paco Quintero sostiene que la norma de uso de fuego 015 “es
muy bonita”, pero si no se obliga a respetarla, de poco sirve. Para un manejo
de fuego eficiente también se deberían identificar la topografía, los vientos
dominantes, las temperaturas promedio. Todo eso debería arrojar un mapa de qué
está permitido y qué no.
“El cambio climático es una realidad, es un hecho, y en el
tema de incendios es muy, muy notorio; si no hacemos la prevención, no va a
haber brigadas ni cantidades de personas suficientes para el combate, jamás…”.
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Dos datos
En lo que va del año, se han registrado 2,538 incendios
forestales en 29 entidades federativas, afectando una superficie de 54,253.87
hectáreas, equivalentes a 180% el bosque La Primavera
Hasta antes del incendio de este fin de semana en La
Primavera, Jalisco acumula Jalisco 97 incendios con 1,059.39 ha afectadas, 9
lugar por número de eventos y 16 por superficie
Fuente: informe semanal Conafor, al 11 de abril de 2019
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Muerte de brigadistas: cómo
Ahuisculco procesó el duelo
Agustín del Castillo
La lucha contra el fuego en los bosques es costosa y se topa
con la incomprensión de los ciudadanos, que por no tener valorado el recurso
forestal salvo cuando se quema y afecta su calidad de vida, no han determinado
darle prioridad y empujar a que el estado financie y fortalezca una política
pública que debiera ser de la mayor relevancia institucional.
El director de la Fundación Ecológica Selva Negra, brazo
social de la agrupación musical tapatía Maná, José Antonio Márquez Michel, destaca la complejidad de
armar una brigada que en el contexto nacional, resulta ejemplar, por tener
elementos altamente capacitados y por tener raíces comunitarias.
“Esto cuesta dinero, pero también puede representar dinero para
quien lo adopte como actividad; creo que
el gran paradigma es, en términos de conservación, mostrarle a la gente que
vive en estos lugares, que puede vivir de cuidar el bosque, en vez de vivir de
saquear el bosque; esa es simplemente la ecuación que hay que revertir […] la
estrategia que a nosotros nos ha dado resultado es involucrar a la comunidad,
por ejemplo en una brigada forestal, pero que les permita, primero tener un
ingreso decente, y segundo que les permita crecimiento como personas, para
generar nuevas habilidades y conocimiento”, destaca.
Esta es en síntesis la historia de la brigada Puma de
Ahusculco. “Ya tienen un tramo andando, han tenido experiencias muy difíciles,
se han curtido en el fuego; a lo mejor tienen como 120 incendios atendidos
desde su creación, es gente que ya sabe a lo que se enfrenta; si tú comparas al
bombero forestal con un bombero urbano, el citadino llega a su incendio en unos
minutos, y es una finca en una calle; el bombero forestal tiene que caminar una
hora, hora y media, o dos horas; y cuando llega a su incendio tiene de frente
como cuatro kilómetros, apartado de todo mundo, de elementos de rescate por si
llegara a pasar algo; entonces es muy complicada la labor de un bombero
forestal, depende mucho del conocimiento del terreno; su propia seguridad y la
efectividad de su labor está vinculada a que tanto conocen en donde están
parados, entonces una de las recomendaciones es que se busque conformar
brigadas con gente de la zona”.
Esto aunado a la capacitación permanente. “Los factores de
la proximidad y el conocimiento del terreno les puede salvar la vida; brigadistas
con muchas tablas, con mucha experiencia en La Primavera han ido a Ahuisculco y
dicen, ah caray, aquí el terreno es más difícil, esta más pedregoso, es más
suelto […] nosotros hemos ido buscando a los brigadistas dentro de la
comunidad, los que tienen interés, los que son disciplinados, formales,
puntuales, porque serán de algún modo referentes de la comunidad, y así es: son
muy respetados”.
La brigada debió enfrentar la muerte de Faustino Ibarra y
Alberto Armenta entre abril y mayo de 2017; “ tenemos dos compañeros que han
fallecido justamente apagando un incendio forestal, entonces yo pensaba que
sentaba un muy mal precedente hacia la comunidad, pero la comunidad les dio el
respaldo, los tiene como héroes realmente, pues murieron apagando un incendio
en su bosque; yo no sé si pudiera haber evitado o si hubiéramos corrido con
mejor suerte, el hecho es que ellos fallecieron, y nos tomó mucho tiempo
procesar el golpe…”.
Hoy, Puma de Ahuisculco no sólo se mantiene como una brigada
de alta competencia profesional; ya ayuda a conformar brigadas vecinas, como en
Cuisillos. El buen ejemplo ha cundido.
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