lunes, 15 de abril de 2019

Combate de incendios, un riesgo creciente




Francisco Quintero, jefe de brigada en Ahuisculco, reconoce que aunque los combatientes son hoy más profesionales, el clima y la ingobernabilidad complicaron el oficio

HISTORIAS DE BOMBEROS FORESTALES. I PARTE

Agustín del Castillo / El Diario NTR Guadalajara

Corría el 26 de abril de 2005, Juan Francisco Quintero Miranda y sus compañeros estaban inmersos en el combate del incendio forestal a la postre con el mayor registro de daños de la historia del bosque La Primavera. Y el fuego los atrapó.
“Estábamos combatiendo en la parte de Llano Grande, que es la zona central de La Primavera; allí hay un lienzo, de metro y medio o dos de alto, es decir, bastante alto y ancho, y consideramos que a partir de ahí íbamos a poder detener el avance del fuego; desafortunadamente llego una ráfaga de viento, y brincó el incendio; nos dejó encerrados, en ese momento lo único que pudimos hacer, de acuerdo a la experiencia que ya teníamos y a lo que nos decían en la capacitación, fue tirarnos al piso, porque allí hay una cantidad de oxígeno más limpia; recuerdo que uno de los compañeros empezó a llorar, a decir que hasta ahí llegamos, porque se sentía horrible, el aire empezó a ponerse más denso, el fuego estaba por encima de nosotros  y si sentía que me quemaba la espalda, luego vi que el piso estaba con brasas […] yo también creí que no la iba a librar, pero llegó otra ráfaga de viento, alzó el humo, y pues nos pudimos levantar y corrimos….”.
A punto de cumplirse catorce años del suceso, en que se quemaron alrededor de once mil hectáreas de la floresta,  Quintero Miranda tiene otras heridas: la más profunda, la pérdida, hace apenas dos años, de un par de compañeros de la brigada patrocinada por Selva Negra en Ahuisculco, una serranía que funciona como corredor biológico entre La Primavera y las montañas del sur y del oeste: Cerro Viejo, Quila y Sierra del Águila. Eran Luis Alberto Armenta Hernández y Faustino Ibarra Guerrero. Allí se mezclaron en el accidente desde factores ambientales extremos, propios de estos tiempos de cambio climático, un terreno accidentado y la presencia de criminalidad ligada al negocio ilícito de combustible en el valle de Tlajomulco y de Tala-Ameca.
No hay duda: nunca se tuvo personal más capacitado, pero los riesgos “naturales” y sociales se han incrementado de forma drástica.
“Uno puede tener todas las medidas de seguridad previstas, pero cuando las condiciones ambientales y las condiciones topográficas no son favorables, no tienes mucho que hacer”. El azar se convierte en un componente de creciente importancia. El año de esos dos decesos, hubo otro par de brigadistas muertos en la zona de Ameca y Atenguillo, en la ruta hacia la Costa Norte de Jalisco, con la misma combinación de factores climáticos y controles territoriales de la “plaza” que se ha enseñoreado de la zona al menos desde 2015 (el año aciago de los narcobloqueos y de la ejecución de quince policías en la carretera estatal Mascota-Las Palmas). Hoy, explotan bosques con total impunidad (ver El Diario NTR, 28, 29 y 30 de marzo de 2019).
Pero el brigadista es aferrado. Paco Quintero comenzó sus labores desde la adolescencia. Nativo de Tala, con sus compañeros se indignaba al ver la frecuencia de los fuegos, desde los quince años le comenzó a entrar al combate.  “Salía por la parte de atrás de mi casa, y estaba ya en el bosque La Primavera, prácticamente era mi patio de juegos; y como veía los incendios forestales que afectaban al bosque, eso me marco para toda mi vida; hicimos una asociación civil para combatir incendios, para hacer acciones de restauración, y de ahí me nació la inquietud de ser biólogo, y dedicarme a esto”. Hoy, tiene 40 años. No se arrepiente pero hay cosas difíciles de olvidar.



Ese día de abril de 2005 pudo morir, pero el azar jugó a su favor. “Para mí fueron horas, pero en realidad, lo que duró fueron uno o dos minutos, pero uno o dos minutos sin oxígeno créeme que se vuelve demasiado largo […] a partir de ahí fui a parar al hospital por una intoxicación; yo no quería estar ahí, me pusieron oxígeno, y en cuanto pude, me regresé al incendio, igual que mis tres compañeros, dos propietarios y un combatiente más…”.
La experiencia indica, que en todo México, las deflagraciones (RAE: “dicho de una sustancia: arder súbitamente con llama y sin explosión”) son “antropogénicas”, es decir, tiene un factor humano como detonador.
“En mi experiencia, 99 por ciento de los incendios que me ha tocado combatir, han sido por causas antrópicas; la mayoría es por quemas agrícolas, de personas que van a acampar y dejan sus fogatas, de personas que van de paseo y avientan su bachicha de cigarro, y se prende; desde que tenía 15 años, me ha tocado ver solo dos incendios provocados de manera natural, hasta cierto punto; uno por una línea de alta tensión que se cayó, en realidad es a medias; el otro por un rayo, en plena época de lluvias, hace seis años…”.
Es que los bosques en México suelen ser tierra de nadie. No se necesita recurrir a la clásica historia del fraccionador malvado o del agricultor o ganadero que quieren expandir tierras productivas, aunque también sucede. Por lo general, las personas comunes y corrientes parten de la premisa de que lo que es de todos es de nadie (y no obstante que el bosque tiene dueños, estos suelen pensar lo mismo: que es puro monte sin valor porque no se puede especular con él). No hay un cuidado. El famoso aforismo de Goethe cobra plena vigencia: “no es preciso recurrir a la maldad para explicar la causa de los desastres humanos; con la estupidez basta”.
“El ordenamiento del territorio desde mi punto de vista es muy muy importante, porque hay zonas agrícolas que no deberían estar tan pegadas a zonas forestales, sobre todo de alto riesgo como es La Primavera, y digo en el caso del cultivo de la caña de azúcar; mi padre fue cañero y trabajó en el ingenio de Tala, pero el que estén estas zonas agrícolas y usen fuego en los cultivos, tiene un alto riesgo, por más que las personas que tienen sus parcelas hagan sus guardarrayas y tengan sus resguardos; los factores ambientales como el viento pueden ganar, entonces es respetar el ordenamiento territorial por una parte, y por otro es atacar la falta de conciencia en temas forestales por parte de la gente común”, añade el combatiente.
El fuego es hoy más complicado, platica con los colegas de oficio. Hasta las muertes de 2017, se sumaban más de dos décadas sin muertos en combate. En aquel entonces, por deficiencias de equipo y preparación, pero hoy hay un reconocimiento internacional al bombero forestal mexicano, la causas son otras.
“Son más difíciles y con mayor intensidad, con mayor frecuencia; cuando yo empecé recuerdo incendios pequeñitos; pero el clima, la inseguridad , las condiciones topográficas, dado que se penetra en zonas cada vez más inaccesibles, hace que en los últimos cuatro o cinco años la intensidad de los incendios sea mucho mayor, mayor combustible, menor humedad y mayor calor, más riesgo para todos…”.
Paco Quintero sostiene que la norma de uso de fuego 015 “es muy bonita”, pero si no se obliga a respetarla, de poco sirve. Para un manejo de fuego eficiente también se deberían identificar la topografía, los vientos dominantes, las temperaturas promedio. Todo eso debería arrojar un mapa de qué está permitido y qué no.
“El cambio climático es una realidad, es un hecho, y en el tema de incendios es muy, muy notorio; si no hacemos la prevención, no va a haber brigadas ni cantidades de personas suficientes para el combate, jamás…”.


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Dos datos

En lo que va del año, se han registrado 2,538 incendios forestales en 29 entidades federativas, afectando una superficie de 54,253.87 hectáreas, equivalentes a 180% el bosque La Primavera

Hasta antes del incendio de este fin de semana en La Primavera, Jalisco acumula Jalisco 97 incendios con 1,059.39 ha afectadas, 9 lugar por número de eventos y 16 por superficie

Fuente: informe semanal Conafor, al 11 de abril de 2019


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Muerte de brigadistas: cómo
Ahuisculco procesó el duelo





Agustín del Castillo

La lucha contra el fuego en los bosques es costosa y se topa con la incomprensión de los ciudadanos, que por no tener valorado el recurso forestal salvo cuando se quema y afecta su calidad de vida, no han determinado darle prioridad y empujar a que el estado financie y fortalezca una política pública que debiera ser de la mayor relevancia institucional.
El director de la Fundación Ecológica Selva Negra, brazo social de la agrupación musical tapatía Maná, José Antonio  Márquez Michel, destaca la complejidad de armar una brigada que en el contexto nacional, resulta ejemplar, por tener elementos altamente capacitados y por tener raíces comunitarias.
“Esto cuesta dinero, pero también puede representar dinero para quien lo adopte como actividad;  creo que el gran paradigma es, en términos de conservación, mostrarle a la gente que vive en estos lugares, que puede vivir de cuidar el bosque, en vez de vivir de saquear el bosque; esa es simplemente la ecuación que hay que revertir […] la estrategia que a nosotros nos ha dado resultado es involucrar a la comunidad, por ejemplo en una brigada forestal, pero que les permita, primero tener un ingreso decente, y segundo que les permita crecimiento como personas, para generar nuevas habilidades y conocimiento”, destaca.
Esta es en síntesis la historia de la brigada Puma de Ahusculco. “Ya tienen un tramo andando, han tenido experiencias muy difíciles, se han curtido en el fuego; a lo mejor tienen como 120 incendios atendidos desde su creación, es gente que ya sabe a lo que se enfrenta; si tú comparas al bombero forestal con un bombero urbano, el citadino llega a su incendio en unos minutos, y es una finca en una calle; el bombero forestal tiene que caminar una hora, hora y media, o dos horas; y cuando llega a su incendio tiene de frente como cuatro kilómetros, apartado de todo mundo, de elementos de rescate por si llegara a pasar algo; entonces es muy complicada la labor de un bombero forestal, depende mucho del conocimiento del terreno; su propia seguridad y la efectividad de su labor está vinculada a que tanto conocen en donde están parados, entonces una de las recomendaciones es que se busque conformar brigadas con gente de la zona”.
Esto aunado a la capacitación permanente. “Los factores de la proximidad y el conocimiento del terreno les puede salvar la vida; brigadistas con muchas tablas, con mucha experiencia en La Primavera han ido a Ahuisculco y dicen, ah caray, aquí el terreno es más difícil, esta más pedregoso, es más suelto […] nosotros hemos ido buscando a los brigadistas dentro de la comunidad, los que tienen interés, los que son disciplinados, formales, puntuales, porque serán de algún modo referentes de la comunidad, y así es: son muy respetados”.
La brigada debió enfrentar la muerte de Faustino Ibarra y Alberto Armenta entre abril y mayo de 2017; “ tenemos dos compañeros que han fallecido justamente apagando un incendio forestal, entonces yo pensaba que sentaba un muy mal precedente hacia la comunidad, pero la comunidad les dio el respaldo, los tiene como héroes realmente, pues murieron apagando un incendio en su bosque; yo no sé si pudiera haber evitado o si hubiéramos corrido con mejor suerte, el hecho es que ellos fallecieron, y nos tomó mucho tiempo procesar el golpe…”.
Hoy, Puma de Ahuisculco no sólo se mantiene como una brigada de alta competencia profesional; ya ayuda a conformar brigadas vecinas, como en Cuisillos. El buen ejemplo ha cundido.


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