En esta zona nació el megaincendio que mañana cumple un año: 8,177 ha atravesó el fuego surgido de una quema descontrolada en El Tizate. El caos urbano es manifiesto. Fotos de Chema Martínez
Agustín del Castillo / Guadalajara. MILENIO JALISCO
Una, dos… hasta tres tiendas forradas de lona o plástico, montadas sobre una precaria estructura de maderos, con una familia humana en el interior, brotarán en el curso de este día, o de cualquier otro día, como por generación espontánea, adentro del lindero oriente del bosque La Primavera.
Podrían ser ya 200 “fincas” en lo que va del año. Con la suma de cinco, seis años de desorden, 60 hectáreas forestales cambiaron su “uso de suelo” sin permisos federales, aunque de cualquier modo, no existe en la ley una zonificación que se defina “arrabal”.
Por la mañana, como todas las mañanas, el sordo ruido de las motosierras inunda la montaña, se queja doña Hortensia Adame Flores, presidenta de los colonos de Brisas de La Primavera. Algunos vecinos prenden fuego al pastizal, otros saquean la madera muerta que se usó para represas de contención de la erosión, y muchos más se ponen a cimentar en el suelo arenoso.
Buena parte del área perdió sus árboles, pero el lindero de la reserva está marcado por las mojoneras que instaló la Conanp (Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas) a principios de este siglo, lo que clarifica la invasión, además de manchones de pinos y encinos nativos que sobreviven entre los caseríos.
Es la superficie forestal del ejido Santa Ana Tepetitlán, unas 640 hectáreas de la ampliación ejidal que eran parte del polígono protegido en 1980 hasta que un juez federal, y posteriormente un Tribunal Colegiado de Distrito (amparo 413/2001), determinaron separar del área de protección de flora y fauna (Público-Milenio, 7 de junio de 2007 y 7 de julio de 2008). Hoy es tierra de nadie, y no es casual que hace un año, el 21 de abril, aquí, en la barranca de El Tizate, se desatara el incendio más devastador desde 2005, que se apagó cinco días después, tras cubrir 8,177 hectáreas, 27 por ciento de la reserva ecológica.
La ocupación irregular del monte hace crecer los riesgos para las partes bajas. No obstante, una motoconformadora con logotipo del Ayuntamiento de Zapopan empuja material y escombro hacia una barranca. “Ahí donde anda emparejando la máquina son terrenos míos, como yo soy la presidente y coordinadora de la colonia, me mandaron la máquina para emparejar, los de Obras Públicas, es un acuerdo que conseguí en el ayuntamiento”, señala Adame Flores, quien es además, coordinadora del Coplademun (Comité de Planeación Municipal).
Denuncia que mientras el caserío de sus vecinos es legítimo, más arriba se han apostado “como 300 invasores” desde hace un año, que son agresivos y dañan el bosque sin misericordia.
“Yo no puedo meterme allá, de hecho mucha gente se me echó encima y me hicieron un paro en su [mi] pobre casa hace ocho días; habían subido una cisterna de agua; yo conozco a la dueña, una viejita de nombre Celerina, que vive en Santa Ana, y se le metieron; como ya es una persona grande no puede andar de aquí para allá […] bajaron la cisterna porque el gobierno parece que va a meter manos en el asunto”.
El caso es serio. “Las motosierras se oyen desde las cinco de la mañana, están jale y jale; yo acá ya lo tengo establecido, de que los vecinos no van a entrar al bosque, es una orden de Zapopan; cuando fue el incendio hace un año, la lumbre me llegó a muy poquitos metros, ya no quiero eso…”.
Los “de arriba”, los reyes de la ilegalidad en un mundo al margen de la ley, se roban la luz lo mismo que los de abajo, pero la queja es que metieron un cable “de dos veinte” (sic), que “jala mucha energía” y perjudica a los aledaños.
El tema de la seguridad también “es un desastre; hace como 15 días violaron a una niña aquí en el arroyo de Pino Verde, está una subidita, y todo mundo pasábamos y ni quien se diera cuenta que la niña estaba ahí tirada entre las yerbas; nos tienen en el abandono, es la pura verdad, y ya andamos viendo todo, porque es justo que esta colonia sea reconocida, porque también somos ciudadanos…”.
No es mito. Los brigadistas de Zapopan y del bosque La Primavera deben enfrentar algo más que las cotidianas miradas hostiles. “Mandaron una brigada hace unas semanas y los corrieron”, señala el director de incendios de la dirección ejecutiva, Alejandro Delgado.
Lo mismo hace un año, cuando los bomberos forestales acudieron a apaciguar el brote de fuego nacido en El Tizate, se les intimidó, y debieron ser respaldados por policías zapopanos, y perder algunas horas preciosas en el combate. “Tienen halcones los traficantes de terrenos, andan pendientes de todo lo que hacemos, saben cuándo entramos y cuándo salimos”, agrega un combatiente.
Un vecino de fisonomía heterodoxa, moreno y casi desdentado se acerca al vehículo de la dirección del bosque, pues quiere prender fuego a su terreno. “No se puede, necesitas permiso pero en esta época ya no se dan, el fuego se te va”, le dice Delgado. Posiblemente es un modo de avisar que de todos modos le prenderá a la hierba. En lo que va de la temporada, son 150 conatos de fuego, diez de ellos de dimensiones de respeto, pero hay que atender todos, por las malditas dudas: es altamente posible que un incendio importante se vuelva a dar por aquí, admite Delgado.
Las calles de tierra y las fincas demuestran que el universo no es estático. Hace una semana se podía subir por una rúa, ahora está bloqueada con malla ciclónica. Un mes atrás, un arroyo estaba liberado, ahora tiene una vivienda en su lecho y un camión le arroja escombro y basura. Un camino para ingresar al bosque tiene puerta y candado. Una ladera que estaba virgen hoy tiene tallada una brecha empinadísima. Un páramo que fue solitario aloja un corral con ovejas, agobiadas por el calor. Las cárcavas que bajan del cerro de El Colli son cada vez más profundas. Las peñas amenazan con precipitarse a un mundo urbano densamente poblado.
Como enorme telaraña, las redes de cableado eléctrico tapizan las veredas. Las aguas negras salen en pequeñas canaletas, leales a las leyes de la gravedad. La basura ocupa cada hueco. Las pipas abastecen la parte alta, a 350 pesos, un gran negocio para explotar a los miserables de este mundo.
En la zona de El Tizate termina la colonia vecina, Lomas de La Primavera. Don Gonzalo Arreola, michoacano con más de diez años de avecindado en el área, recuerda que hace un año, una mujer provocó el megaincendio al quemar cables para extraer el cobre, un deporte que hacen muchos lugareños.
“Gracias a Dios, estábamos todos y nos pusimos a pegarle al fuego, pero el aire sólo necesita un descuido; yo fui bombero en 1979, así que ya sé lo que hace un incendio, es grave, y si dejan que se propague a un predio, para que lo apaguen va a estar cruel, y dicho y hecho, dejaron que se adelantara, y luego con las hojarascas, todo eso, que está seco,
pos ardió como pan caliente…”.
— ¿Los bomberos forestales tardaron en llegar?
— Aquí los vemos seguido, nomás sentimos que no recibieron el apoyo suficiente, porque eran pocos para tanto incendio, que fue increíble. No pensaron que se les fuera a ir…
El bosque devenido en arrabal, esperanza para el pobrerío, amenaza a una floresta asediada.
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Claves
Incendio de 2012
-Superficie estimada: 8,177 hectáreas quemadas (Conafor). Duración: 21 al 25 de abril de 2012 (cinco días). Hora de detección: 10:36 am. Combatientes: 900. Costo del combate del incendio: 7.5 millones de pesos
-Daños: la zona con daños severos abarca sobre 1,200 hectáreas, pero en la última evaluación, apenas se reconoce 0.3% de superficie con daños severos, con recuperación a mediano y largo plazo: unas 35 hectáreas. 39.3% de la zona afectada tiene daños “medianos” con recuperación a corto y mediano plazo; 57.7% se recuperará en el corto plazo y 2.7% del polígono no fue afectado
-Origen: barranca de El Tizate, en Santa Ana Tepetitlán, separada del polígono protegido por el decreto del 6 de marzo de 1980, y que actualmente padece una fuerte invasión de viviendas de personas de escasos recursos. Su frecuencia de fuegos en la temporada ha sido de 140 conatos, y diez incendios
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