domingo, 21 de abril de 2013
22 de abril, tragedia humana y política que cambió Guadalajara
El acontecimiento que cumple un aniversario más es clave en la comprensión de la evolución de la sociedad tapatía, que probó el poder de su voto ante el hartazgo por las instituciones que no respondieron
Agustín del Castillo / Guadalajara. MILENIO JALISCO
Pasaban de las diez de la mañana, Esperanza López ya había atravesado la calzada Independencia sobre Cuitláhuac, y estaba puntual en la mueblería para la que trabaja desde hace décadas. Esa puntualidad que tantos desaguisados causa en un país que no la cultiva, es la que la salvó. A las 10:09 am fue la primera explosión. Una cadena que se prolongó durante casi una hora. En medio del polvo que se disipaba, se reveló el mayor desastre urbano de la historia de Guadalajara.
22 de abril de 1992, será que sí es “el mes más cruel”, con un calor que agosta y deshidrata. Lo fue sin duda para los 210 que, según la estadística oficial, murieron en el estallido de catorce kilómetros de colectores del sector Reforma, en el corazón del sector popular de la ciudad.
Traumatizados por el golpe, pocos se dieron cuenta que el evento traería consecuencias de fondo, un cambio sin paralelo en la historia de una ciudad provinciana y apacible, controlada por las corporaciones obreras y empresariales, con una Iglesia católica fuerte y empática con los poderes institucionales, y ciudadanos poco activos, pero que ya le habían dado un susto mayor al PRI cuando, cuatro años atrás, le arrebataron a nivel federal la zona metropolitana a favor del PAN.
Esa mañana, el tricolor gozaba de cabal salud. Su nuevo alcalde en funciones, Enrique Dau Flores, despachaba en palacio municipal bajo el cobijo de su padrino político, Guillermo Cosío Vidaurri, que llegó al gobierno estatal en 1989. Los priistas se habían recuperado del descalabro de 1988 y contaban con casi todas las representaciones de mayoría en el Congreso, a nivel federal y local, y con más de 100 alcaldías, pues el PAN había rasguñado quince entre ciudades medias y demarcaciones rurales.
La imagen poderosa que había tejido el presidente Carlos Salinas de Gortari había dado resultados y los tapatíos le devolvían la confianza al “partidazo” (Falcón dixit). Gobiernos constructores como los de Eugenio Ruiz Orozco y Gabriel Covarrubias Ibarra habían dejado su paso al ex secretario de Desarrollo Urbano y Rural, quien tenía apenas 22 días al frente del municipio.
Pero el idilio cambió. La cadena de explosiones se sucedió desde las 10:09 am, cuando explotaron millones de litros de gasolina obstruidos en el colector, sin salida hacia el norte por el sifón de la línea 2 del Tren Ligero, lo que echó por los aires colectores, pavimentos, autos y personas en la calzada Independencia y Aldama, y en la esquina de Gante y 20 de Noviembre.
Ocho explosiones más en el curso de una a tres horas —no es claro el dato— dejan en pedazos 14 kilómetros de calles e infraestructuras. Apenas 24 horas antes olía a gasolina, reportó Alejandra Xanic en Siglo 21, pero el jefe de bomberos, Trinidad López Rivas, decidió que no había motivos para ordenar un desalojo. Cómo iba a saber que la fuente del combustible era una fuga desde un ducto de Pemex enclavado muy cerca de la planta de La Nogalera, y que seguiría llegando minuto tras minuto, hora tras hora, hasta copar el colector, por más que se hubiera limpiado todo, horas antes.
El gobernador Guillermo Cosío regresaba apenas de la Ciudad de México. Sus disculpas sobre no haber desalojado: “Es como cuando les dices a los niños que no se suban a la barda y de todos modos se suben”.
En cosa de días, mientras llega el apoyo federal para las víctimas, surge un movimiento de damnificados que toma la plaza de armas y se enfrenta a un gobernador declinante, que deja el cargo el 1 de mayo. Enrique Dau Flores fue a la cárcel junto con empleados del SIAPA, y el secretario de Desarrollo Urbano, Aristeo Mejía Durán (hoy titular del SIAPA). El proceso en su contra es tan endeble, que salen en seis meses.
El PRI perdería el poder en 1995 y requirió 18 años para regresar. Los tapatíos probaron la alternancia, crearon una sociedad más participativa y aunque siguen siendo católicos, en muchas cosas, como la política, no siguen la línea de sus arzobispos. Esperanza López sigue trabajando en su mueblería. Pemex jamás reconoció su responsabilidad en la tragedia.
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Claves
Recuento de los daños
Explotaron millones de litros de gasolina obstruidos en el colector sin salida hacia el norte por el sifón de la línea 2 del Tren Ligero.
Las explosiones ocurrieron luego de que se colocaron tubos de drenaje nuevos, hechos de cobre y revestidos de zinc, cerca de los ductos de acero de Pemex.
La obstrucción echó por los aires colectores, pavimentos, autos y personas en la calzada Independencia y Aldama, y en la esquina de Gante y 20 de Noviembre.
Al parecer, la humedad de la tierra provocó que los metales de ambas tuberías tuvieran una reacción electrolítica que causó un pequeño agujero en un tubo de gasolina.
El combustible empezó a filtrarse a la tubería del drenaje y al subsuelo, lo que ocasionó que hubiera una acumulación de gases.
Una simple chispa fue el punto de ignición que desató la serie de explosiones que dejaron 210 personas fallecidas.
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