Arriba, izquierda, el paisaje dilatado del camino a Apozolco; a la derecha, una pipa riega el polvo en el camino a El Salvador. Abajo, don Santos Magallanes, el maestro voltaireano. FOTOS: MARCO A VARGAS
Arriba, cruce de caminos; abajo, don Leopoldo Haro, de Cortapico, y en la parte inferior, el río Bolaños antes de atravesar Apozolco
Norte de Jalisco, Agustín del Castillo. PÚBLICO-MILENIO
Nadie duda de que don Santos Magallanes, de 88 años, fue un verdadero pionero. Su modesta biografía pareciera honrar el apellido del célebre don Hernando, tal vez su ancestro remoto: ese portugués que concibió y materializó, hasta donde la vida le alcanzó, el primer viaje alrededor del mundo; o, a otro nivel, el de su más probable pariente, el santo Cristóbal, de la Cristiada, al que se venera al norte de estas tierras ásperas.
En 1973, recuerda nebulosamente, estaba harto de maestros holgazanes y de hacer corajes en la escuela primaria de Achío, por lo que decidió trasponer en canoa la frontera formidable del río Santiago, para caer en Mitlán a fundar la primera escuela pública en muchas décadas.
“No había nada; tuve que dar clases con los niños en el suelo y bajo los árboles […] Le pidieron permiso al cura de aquí, y en esa ocasión no se opuso”, señala con su voz carrasposa.
No era una misión divina y, de hecho, lo normal en su carrera de mentor fue abrirse paso entre la hostilidad de los sacerdotes de este lado de las barrancas, un territorio centenariamente insumiso que los clérigos todavía veían como su monopolio espiritual. La vida de don Santos ha sido, paradójicamente, un enfrentamiento constante con los clérigos. Su incurable descreimiento desmiente el nombre de su bautizo. No cree en los milagros y relata una versión muy poco favorable del movimiento armado de Cristo Rey, que vivió en la primera infancia y que obligó a migrar a los suyos, pues marcó muchas vidas de esta región.
Su testimonio y el de otros coterráneos confirma también el centenario abandono de estas mesetas partidas por ríos impetuosos y atravesadas por una cordillera que sigue siendo un desafío para los gobiernos civiles: la Sierra Madre Occidental. Ésta es la frontera olvidada, tal vez borrada, de Jalisco, que desde hace muchos decenios ha perdido su control territorial, y hoy sobrevive bajo la administración de los estados vecinos sobre unos tres mil kilómetros cuadrados.
Un proyecto carretero, que avanza lento desde finales de los años noventa, pretende ser una respuesta al histórico rezago.
“Sería muy valioso, sea quien sea el que haga la obra; cada año, pasamos la mitad de los meses aislados por las lluvias, que destruyen caminos y hacen crecer el río Bolaños, que nunca ha tenido puentes”, señala el delegado municipal de Apozolco, José Guadalupe Pérez Zambrano.
Pero los moradores de esta tierra extrema son escépticos, y en gran medida siguen vaciando los pueblos serranos en busca de un futuro más tangible que el de las promesas vagas: la redención de los dólares californianos o texanos. “Medio pueblo anda allá”, dice otro casi nonagenario: don Leopoldo Haro, de Cortapico.
Una pequeña Reforma
Si es verdad que las guerras de Reforma y cristera son la tardía adaptación de México a un proceso de modernidad secular que enfrentó Europa en los siglos XVI y XVIII (con la reforma protestante y la Revolución Francesa), una pequeña reforma llegará al norte del río Santiago apenas en los años cincuenta, con el reparto agrario y la llamada “revolución educativa”, y no se consolidará hasta muy avanzados los ochenta.
Don Santos Magallanes vive los lentos cambios. Tal vez quiso ser maestro porque escuchaba historias de cómo éstos, apóstoles del “progresismo”, perdían una oreja o eran asesinados por los miembros más reaccionarios de las aldeas aferradas al pasado. Nace en 1921, estudia en Llanos de los Vela, del otro lado del río, pues sus padres han huido de El Salvador por la violencia de los años veinte. Atestigua el cierre del mineral de Cinco Minas, tras una huelga presuntamente instigada por el régimen liberal de José Guadalupe Zuno, y el inmediato destierro de los inversionistas estadunidenses. Con sólo cuarto de primaria, llega a Zacoalco a la normal rural, termina primaria y dedica cuatro años más para maestro. Se recibe en 1948, y empieza 40 años de peregrinar.
Sus primeros tres meses son en Plan de Barrancas, en Hostotipaquillo. “Era un solo maestro para la escuela, y había hasta 60 alumnos de tres grados; entonces, se tenían que trabajar dos turnos, escaseaban los mentores”.
Luego va a Ahuacatlán, también de Hosto, y regresa a Llano de los Vela, en Tequila, para seguir hacia Sayulita y San Simón, de Magdalena. El sueldo eran 150 pesos al mes, pero se comía con once centavos. Otras cosas eran más difíciles. “No tenía de ropa más que dos mudas para cada ocho días, y nunca pude tener más de tres pantalones […] México era un país muy pobre”.
Años después arribará como flamante director a Achío, muy cerca de la cortina de la presa hidroeléctrica, en los linderos de Amatitán, donde los maestros le colmarán la paciencia por su falta de compromiso. “Eran muy faltones, tenían tan buena suerte que cada ocho días se les moría un pariente; le dije al inspector de la zona escolar que ya estaba harto, hasta seis kilos me hicieron rebajar de los corajes; entonces me fui…”.
Era 1973. Comenzó el retorno a la tierra de sus padres, allende el Santiago, primero en Mitlán, y después en el propio El Salvador, donde se jubiló alrededor del año 1988.
Hoy, con 88 años, todavía ama el cine, como en su infancia. Recuerda la famosa película Río escondido, donde una maestra rural, María Félix, se enfrenta al temible cacique, Carlos López Moctezuma. Eso no fue ficción para él y muchos colegas.
“Los cristeros no defendían la religión, lo que querían era que se dejaran de repartir las haciendas de los señores sacerdotes […] los engañaron diciendo que les iban a quitar a Dios. Luego, el gobierno se preocupó por la educación y abrió escuelas, porque todas eran clericales; imagínate, en Mitlán me dijeron que para qué querían escuelas, si ya tenían las de diosito, para qué escuelas del diablo, jajaja… pero me fue bien, en las épocas de los cristeros se hablaba de maestros desorejados, y otros a los que mataban”.
—¿Cómo lo dejaron instalarse entonces?
—No todos los curas eran tan cerrados, también conviví con curas liberales. No me acuerdo del nombre del que no se opuso a que llegara a Mitlán… pero había los que no se oponían a nosotros.
Pero no sólo de la religión tradicional: don Santos es escéptico también de la religión del progreso. Por ejemplo, en el pasado, el sexto de primaria daba conocimientos y capacitaba mejor para trabajar que ahora la secundaria, o incluso la prepa. “Dicen que cambiaron los programas, y fue por eso: la calidad se cayó”. Reconoce obra civil, mejores caminos, hospitales, pero “cuál progreso”. No obstante, “debe haber cambios, así ha sido siempre… y que el mundo siga rodando”, dice con desinterés, caída la noche en los portales del viejo El Salvador. Total, ese mundo es redondo, y lo recorrió por vez primera otro Magallanes.
Si es verdad que las guerras de Reforma y cristera son la tardía adaptación de México a un proceso de modernidad secular que enfrentó Europa en los siglos XVI y XVIII (con la reforma protestante y la Revolución Francesa), una pequeña reforma llegará al norte del río Santiago apenas en los años cincuenta, con el reparto agrario y la llamada “revolución educativa”, y no se consolidará hasta muy avanzados los ochenta.
Don Santos Magallanes vive los lentos cambios. Tal vez quiso ser maestro porque escuchaba historias de cómo éstos, apóstoles del “progresismo”, perdían una oreja o eran asesinados por los miembros más reaccionarios de las aldeas aferradas al pasado. Nace en 1921, estudia en Llanos de los Vela, del otro lado del río, pues sus padres han huido de El Salvador por la violencia de los años veinte. Atestigua el cierre del mineral de Cinco Minas, tras una huelga presuntamente instigada por el régimen liberal de José Guadalupe Zuno, y el inmediato destierro de los inversionistas estadunidenses. Con sólo cuarto de primaria, llega a Zacoalco a la normal rural, termina primaria y dedica cuatro años más para maestro. Se recibe en 1948, y empieza 40 años de peregrinar.
Sus primeros tres meses son en Plan de Barrancas, en Hostotipaquillo. “Era un solo maestro para la escuela, y había hasta 60 alumnos de tres grados; entonces, se tenían que trabajar dos turnos, escaseaban los mentores”.
Luego va a Ahuacatlán, también de Hosto, y regresa a Llano de los Vela, en Tequila, para seguir hacia Sayulita y San Simón, de Magdalena. El sueldo eran 150 pesos al mes, pero se comía con once centavos. Otras cosas eran más difíciles. “No tenía de ropa más que dos mudas para cada ocho días, y nunca pude tener más de tres pantalones […] México era un país muy pobre”.
Años después arribará como flamante director a Achío, muy cerca de la cortina de la presa hidroeléctrica, en los linderos de Amatitán, donde los maestros le colmarán la paciencia por su falta de compromiso. “Eran muy faltones, tenían tan buena suerte que cada ocho días se les moría un pariente; le dije al inspector de la zona escolar que ya estaba harto, hasta seis kilos me hicieron rebajar de los corajes; entonces me fui…”.
Era 1973. Comenzó el retorno a la tierra de sus padres, allende el Santiago, primero en Mitlán, y después en el propio El Salvador, donde se jubiló alrededor del año 1988.
Hoy, con 88 años, todavía ama el cine, como en su infancia. Recuerda la famosa película Río escondido, donde una maestra rural, María Félix, se enfrenta al temible cacique, Carlos López Moctezuma. Eso no fue ficción para él y muchos colegas.
“Los cristeros no defendían la religión, lo que querían era que se dejaran de repartir las haciendas de los señores sacerdotes […] los engañaron diciendo que les iban a quitar a Dios. Luego, el gobierno se preocupó por la educación y abrió escuelas, porque todas eran clericales; imagínate, en Mitlán me dijeron que para qué querían escuelas, si ya tenían las de diosito, para qué escuelas del diablo, jajaja… pero me fue bien, en las épocas de los cristeros se hablaba de maestros desorejados, y otros a los que mataban”.
—¿Cómo lo dejaron instalarse entonces?
—No todos los curas eran tan cerrados, también conviví con curas liberales. No me acuerdo del nombre del que no se opuso a que llegara a Mitlán… pero había los que no se oponían a nosotros.
Pero no sólo de la religión tradicional: don Santos es escéptico también de la religión del progreso. Por ejemplo, en el pasado, el sexto de primaria daba conocimientos y capacitaba mejor para trabajar que ahora la secundaria, o incluso la prepa. “Dicen que cambiaron los programas, y fue por eso: la calidad se cayó”. Reconoce obra civil, mejores caminos, hospitales, pero “cuál progreso”. No obstante, “debe haber cambios, así ha sido siempre… y que el mundo siga rodando”, dice con desinterés, caída la noche en los portales del viejo El Salvador. Total, ese mundo es redondo, y lo recorrió por vez primera otro Magallanes.
El pozo del purgatorio
El Salvador está en medio de una planicie arenosa rodeada por bosques de pinos ralos y acotada por precipicios de los principales ríos: el propio Santiago, el Chico, el Bolaños, Las Papas, el arroyo Grande. El clima es extremo, hay poca agua y la fertilidad del suelo es marginal. Al amanecer, los caminos abiertos desplazan a los viajeros hacia el nororiente. En el crucero a Tuitán, un vecino desaconseja la ruta directa a Apozolco, pues es intransitable por los pasos de tres o cuatro vados más.
Hay que bajar hacia Huitzila, y luego tomar el irregular pavimento a El Teúl de González Ortega y a Florencia, cuya modesta hermosura de cantera no remite a la ciudad del Arno. De ahí, de nuevo tomar un camino sinuoso que transportará, durante tres horas, por las soledades de la sierra. La delgada brecha atraviesa paisajes delirantes. La reputación de inaccesible fue bien ganada, pero ahora se puede cubrir el viaje de El Salvador a Apozolco, al menos en tiempos de secas, en unas seis horas.
Dicen que son territorios narcos, pero no se advierten actividades de buenos o malos, gendarmes o traficantes, salvo una choza de adobe instalada en un farallón, en medio del mar de cielo y montañas, cuyo cuidador, en lontananza, invita con señas a los automovilistas que descienden por el empinado puerto… a no detenerse.
Estos laberintos serranos llevan a una encrucijada donde Florencia y La Yesca se saludan y Jalisco, inexplicablemente, ha desaparecido. Hora y media después se llega a Apozolco, ardiente, al fondo del Bolaños.
La carretera es tema de esperanza, pero no hay información clara, dice Lupe Pérez Zambrano, delegado de la localidad por el municipio de La Yesca. “Cualquier carretera traería mucho beneficio; de aquí a un mes, toda la comunicación terrestre se acaba porque el río crece y se desbarata el camino, y a veces no podemos volvernos a abrir paso hasta el mes de diciembre; en tiempos secos, hay camión a Tepic, pero hace nueve horas; y lo de la avioneta es carísimo, 650 pesos por persona desde Ixtlán…”.
Antes había muertos por enfermedad o accidentes, ahora se organizan para sacar a los enfermos. Como la tierra es un cascarón, y llueve poco, la agricultura es raquítica y apenas unas cuantas vacas por habitante dan cierta luz a la miseria local. La verdadera vida son los dólares de los migrantes.
También se vivió la violencia de las guerras religiosas, y el líder local de los años treinta, don Manuel Flores, se negó a rebelarse contra el gobierno, “no porque no apoyara a los curas, sino porque no le convenía”, pues temía ver el pueblo arrasado y sus moradores dispersos, receta que el gobierno aplicó para doblegar la cerviz de los rebeldes en otras partes del país, señala don Marcos Franco Pérez, de 85 años.
¿Cómo que Jalisco ya no se extiende por aquí? “Esto perteneció a Jalisco, al cantón de Colotlán, pero ya no, por la separación de Tepic o por un convenio, sépalo usted […] En algún lugar de la sierra debe continuar el filetito que pega a Tequila con San Martín…”, cavila el anciano.
El calor aprieta. Los peregrinos retornarán por Cortapico, con su templo de cantera y su majestuosa cúpula que hace imaginar un pasado imposible. Y de nuevo, elevarse a la sierra, mientras el crepúsculo se pinta de grandeza y la orografía titánica regala un breve estremecimiento. La noche sorprende en Florencia, la que no pudo ser de Dante aunque sea ruta al Purgatorio.
El Salvador está en medio de una planicie arenosa rodeada por bosques de pinos ralos y acotada por precipicios de los principales ríos: el propio Santiago, el Chico, el Bolaños, Las Papas, el arroyo Grande. El clima es extremo, hay poca agua y la fertilidad del suelo es marginal. Al amanecer, los caminos abiertos desplazan a los viajeros hacia el nororiente. En el crucero a Tuitán, un vecino desaconseja la ruta directa a Apozolco, pues es intransitable por los pasos de tres o cuatro vados más.
Hay que bajar hacia Huitzila, y luego tomar el irregular pavimento a El Teúl de González Ortega y a Florencia, cuya modesta hermosura de cantera no remite a la ciudad del Arno. De ahí, de nuevo tomar un camino sinuoso que transportará, durante tres horas, por las soledades de la sierra. La delgada brecha atraviesa paisajes delirantes. La reputación de inaccesible fue bien ganada, pero ahora se puede cubrir el viaje de El Salvador a Apozolco, al menos en tiempos de secas, en unas seis horas.
Dicen que son territorios narcos, pero no se advierten actividades de buenos o malos, gendarmes o traficantes, salvo una choza de adobe instalada en un farallón, en medio del mar de cielo y montañas, cuyo cuidador, en lontananza, invita con señas a los automovilistas que descienden por el empinado puerto… a no detenerse.
Estos laberintos serranos llevan a una encrucijada donde Florencia y La Yesca se saludan y Jalisco, inexplicablemente, ha desaparecido. Hora y media después se llega a Apozolco, ardiente, al fondo del Bolaños.
La carretera es tema de esperanza, pero no hay información clara, dice Lupe Pérez Zambrano, delegado de la localidad por el municipio de La Yesca. “Cualquier carretera traería mucho beneficio; de aquí a un mes, toda la comunicación terrestre se acaba porque el río crece y se desbarata el camino, y a veces no podemos volvernos a abrir paso hasta el mes de diciembre; en tiempos secos, hay camión a Tepic, pero hace nueve horas; y lo de la avioneta es carísimo, 650 pesos por persona desde Ixtlán…”.
Antes había muertos por enfermedad o accidentes, ahora se organizan para sacar a los enfermos. Como la tierra es un cascarón, y llueve poco, la agricultura es raquítica y apenas unas cuantas vacas por habitante dan cierta luz a la miseria local. La verdadera vida son los dólares de los migrantes.
También se vivió la violencia de las guerras religiosas, y el líder local de los años treinta, don Manuel Flores, se negó a rebelarse contra el gobierno, “no porque no apoyara a los curas, sino porque no le convenía”, pues temía ver el pueblo arrasado y sus moradores dispersos, receta que el gobierno aplicó para doblegar la cerviz de los rebeldes en otras partes del país, señala don Marcos Franco Pérez, de 85 años.
¿Cómo que Jalisco ya no se extiende por aquí? “Esto perteneció a Jalisco, al cantón de Colotlán, pero ya no, por la separación de Tepic o por un convenio, sépalo usted […] En algún lugar de la sierra debe continuar el filetito que pega a Tequila con San Martín…”, cavila el anciano.
El calor aprieta. Los peregrinos retornarán por Cortapico, con su templo de cantera y su majestuosa cúpula que hace imaginar un pasado imposible. Y de nuevo, elevarse a la sierra, mientras el crepúsculo se pinta de grandeza y la orografía titánica regala un breve estremecimiento. La noche sorprende en Florencia, la que no pudo ser de Dante aunque sea ruta al Purgatorio.
Fe y montañas
Don Santos no es santo, y tal vez no crea en el cielo, patria de su pariente san Cristóbal Magallanes, el venerado en Totatiche.
“Yo de niño me juntaba con otros niños en Cinco Minas y había comunismo ahí; les decían los rojos y yo me juntaba con ellos; me empezaron a decir de las mentiras de la religión, luego vino la Cristiada; entraban los cristeros de aquí para allá y quemaban casas, quemaban comercios; entonces, en venganza, los rojos con una barra destruyeron el atrio, y yo estaba mirando; luego abrieron la capilla más grande para quemar todo lo que había dentro, delante de nosotros; yo los veía, y mi madre, que era muy católica, me decía de los milagros; pero yo vi que mochaban las imágenes, las amontonaban y quemaban…”.
—¿Y no había milagros?
—Nada… los rojos se orinaban en las imágenes, y decían que se les iba a engusanar por eso la cosa, y nunca les pasó nada, jajaja.
Don Santos Magallanes, hombre sin mar como el ancestro improbable, y sin cielo como el pariente canonizado, es una disonancia en estas montañas movidas centenariamente bajo las pulsaciones de lo sagrado.
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Violencia humana lleva a destrucción de especies en la sierra
La extinción de los lobos
Cortapico, cañón de Bolaños. Fueron los calibres 22 los que hicieron sencilla la tarea de aniquilación. “Todo mundo podía portar una pistolita de esas, así mataron rápido a los lobos, que eran considerados indeseables”, señala con fría precisión don Leopoldo Haro Serrano.
Cae la tarde y el cañón donde se enclava Cortapico comienza a aligerar el calor, pero el anciano de no se quita el sombrero aunque las frondosas higueras aporten sombra permanente. “Cuando los arrieros llevaban la mercancía hacia Guadalajara, se hacían cuatro días, y a veces salían los lobos, se pegaban y mordían a los burros, eran peligrosos […] yo lo viví desde antes de los años 50”, añade el viejo de 85 años.
“Entonces empezó a subir la gente para matarlos con armas, porque agarraban becerros chicos, y esas gentes los perseguían duro y duro; cuando salieron las armas de calibre 22, todo fue más fácil, con un tiro quedaban”.
- ¿A usted le tocó ver lobos?
- Sí, me tocó ver a gente con lobitos lazados, para demostrar que habían matado a sus padres acá por la sierra; todo porque mataban a los becerros.
- ¿y después qué pasaba con los cachorros?
- Pos a mí me tocó verlos que los llevaban lazaditos, así como si fueran perritos, eran bonitos, pero había muchos problemas […] nos tocó ver a nuestro México muy en ruinas, saliendo apenas de las guerras, y la gente no podía trabajar, no podía sembrar, y así pasó un tiempo.
- ¿Cuánto se hacía de aquí a Guadalajara?
- Como cuatro días, yo llegue a ir muy chico; nos íbamos por Milpillas, salíamos por Huitzila, hacia El Salvador, y luego por La Lobera, bajábamos a San Cristóbal de la Barranca. Allí había un puente, un columpio, y ahí cobraban por cada persona o bestia. Había mucha agua en el río, era peligroso.
- ¿Qué mercancía llevaba?
- Llevábamos blanquillos y pollos, pero había que cuidarse justamente porque en esos años todavía por la sierra había muchos lobos.
La vida en Cortapico era azarosa. Las primeras lluvias impedíoan el acceso a la localidad, y la mortalidad era elevada porque no se tenían servicios básicos de salud.
“Ahí teníamos el ranchito con nuestra ganadito, nos íbamos en las aguas; otra gente mejor se retiraba. Había muchas enfermedades y pobreza, yo nomás tenia un pantalón y una camisa”. No obstante, hubo la energía para edificar en menos de seis años el sorprendente templo, “es que la gente era más fuerte o más trabajadora”, comenta el delegado municipal, Modesto Ruiz.
Ya no se pasan las hambrunas del pasado, pero la cosa sigue mal, añade el representante municipal. Eso se refleja claramente en el magro negocio de la ganadería, única actividad de la mayoría de los vecinos y que comercializan hacia Zacatecas.
“Se me hace que está mal porque le pagan a uno muy bajo, y cuando uno va a comprar la carne se la dan bien cara; por ejemplo, si llevas una res muy vieja te dicen, pues te la pago a nueve pesos, pero cuando vas a comprar la carne nunca te dicen que esa carne es de res vieja; eso es lo que miro que está muy mal, el engaño a la gente; te compran la vaquita y nunca te dicen, esta carne a tanto te la vamos a vender, aunque sea mas vieja o sea de un becerro, porque si es de vaquilla o de becerro te la pagan mejor; allá en Estados Unidos, si te venden la carne, te dicen de qué calidad y te dan precios diferenciados, entonces aquí hacen fraude y allá no…”.
- Una vía de comunicación más moderna los ayudaría a entrar a otros mercados, buscar mejores precios…
- Sí, para no depender siempre de los mismos, por eso hacen eso, porque saben que es lo único que tiene uno.
Quién dice que no ha llegado la modernidad a Cortapico. Por vía de la especulación, perla de todo progreso.
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CLAVES
Una región abandonada por Jalisco
La carta oficial del estado de Jalisco establece un corredor de 46 kilómetros de largo por 25 kilómetros de ancho, aproximadamente, que une la región Valles de Jalisco, esto es, el municipio de Tequila, con la región Norte, el municipio de San Martín de Bolaños
No obstante, en los hechos, este nexo desaparece, pues según un estudio realizado en la Secretaría General de Gobierno hace unos diez años, el estado de Nayarit administra gobierno en más 2,700 kilómetros cuadrados de la zona, lo que lo hace colindar de facto con Zacatecas. Este último estado, no se tiene un cálculo preciso sobre su posible invasión al territorio jalisciense
El fenómeno se explica por el histórico abandono en que los gobiernos jaliscienses han tenido a la zona, la cual siempre ha recibido servicios de los estados vecinos, como lo muestra la excelente red de caminos que han tendido de forma conjunta Florencia, Zacatecas, y La Yesca, Nayarit
El gobierno de Emilio González Márquez ha señalado como prioritaria la construcción y pavimentación del eje carretero Amatitán-El Salvador-Apozolco-San Martín de Bolaños. Pero sólo se está trabajando un tramo entre Amatitán y El Salvador, que ya está parcialmente pavimentado
El gobierno de Emilio González Márquez ha señalado como prioritaria la construcción y pavimentación del eje carretero Amatitán-El Salvador-Apozolco-San Martín de Bolaños. Pero sólo se está trabajando un tramo entre Amatitán y El Salvador, que ya está parcialmente pavimentado
Uno de los efectos más perniciosos del abandono de la zona es que los poderes fácticos han tenido un papel preponderante en su historia. Esta región forma parte de la antigua Caxcania aborigen que se levantó en armas contra el imperio español a mediados del siglo XVI
También enfrentó a los poderes formales con rebeliones indígenas, con disputas agrarias que permanecen, con guerrillas cristeras y en las últimas décadas, padece la presencia del crimen organizado
También enfrentó a los poderes formales con rebeliones indígenas, con disputas agrarias que permanecen, con guerrillas cristeras y en las últimas décadas, padece la presencia del crimen organizado
No obstante esta situación, Jalisco ha sido reacio a aclarar la situación limítrofe con Nayarit, pues ello implicaría un fuerte golpe al status quo reinante, además de que muchos de los vecinos atendidos por los otros estados no sienten ya una identidad jalisciense. No obstante, de acuerdo a los mapas oficiales, tanto Apozolco como Cortapico deberían pertenecer al municipio de San Martín de Bolaños
1 comentario:
Ese Don Leopoldo y mi madre Doña Juana fueron hermanos el se quedó por allá y ella se vino a Sonora hoy los dos ya han fallecido.
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