Guadalajara. Agustín del Castillo. PÚBLICO-MILENIO. Edición del 12 de junio de 2010
Respirar ozono puede causar problemas en las vías respiratorias, como irritación, tos o malestar en el pecho, así como una “disminución de la función pulmonar” y de la resistencia de las vías aéreas, incrementando su sensibilidad, “lo cual podría significar un aumento en la respuesta a otros contaminantes”, señala una investigación publicada por el Instituto Nacional de Ecología (INE).
“La evidencia de estudios en animales sugiere que exposiciones repetidas a altos niveles de ozono, durante varios años, puede causar daño irreversible al pulmón. Estudios recientes en humanos muestran que con la exposición al ozono la pérdida de la función pulmonar va aumentando, con lo que se evita que los efectos agudos se reviertan por sí mismos”.
El trabajo, denominado ¿Dónde causa daño? Respuestas a preguntas sobre contaminación y salud, fue elaborado originalmente por la Secretaría del Medio Ambiente del Departamento del Distrito Federal y el Instituto Nacional de Salud Pública, y difundido por el INE en su portal de Internet (www.ine.gob.mx).
“Existe evidencia abundante que indica que los niveles de ozono que se miden habitualmente en las áreas metropolitanas más pobladas son dañinos para la población general”, añade.
No obstante, “no existe consenso sobre el significado de los efectos en salud que se han reportado durante la exposición al ozono a corto plazo [una a dos horas], debido a que parecen disminuir al cabo de pocas horas, una vez que finaliza la exposición y los parámetros evaluados regresan a sus valores iniciales”.
En un estudio realizado en el sur de la Ciudad de México, que incluyó escolares de 7 a 9 años de edad, “encontraron que después de la exposición aguda al ozono, la función respiratoria disminuía en 5 por ciento, y posteriormente esta deficiencia desaparecía. Algunos grupos interpretan este hecho como evidencia de que ciertos efectos en la salud desaparecen rápidamente y no se deben considerar como adversos. Sin embargo, a algunos investigadores médicos les preocupa que el ozono pueda causar lesiones permanentes después de exposiciones repetidas a concentraciones elevadas de ozono por periodos prolongados y, sobre todo, durante el periodo de crecimiento de los niños”.
En la zona metropolitana de Guadalajara, “en el periodo de 1996 a 2004, se presentó la concentración máxima histórica con respecto a ozono, con un valor de 336 partes por billón [millón de millones] promedio horario; sin embargo, la tendencia del contaminante es decre-ciente en los años siguientes, con valores de 220 ppb en 2004”, señala el informe preliminar del estudio sobre la red de monitoreo que entregó en enero de 2007 la Universidad Autónoma Metropolitana al gobierno de Jalisco y el INE.
No obstante, el propio INE informa que si bien en todas las ciudades del país ha bajado el número de días en que se viola el valor de norma horaria para ozono (medido en un parámetro de 0.11 partes por millón), Guadalajara reportó en 2005 el año con más días en que se rebasó ese índice, con 66, desde el año 1999 (en que hubo 59 días en esa situación), faltando información entre 2006 y 2009.
¿Qué es el O3?
El ozono es un contaminante criterio y secundario (porque deriva de sustancias precursoras). Se forma por una serie compleja de reacciones en la atmósfera; en términos sencillos, mediante la reacción química del dióxido de nitrógeno (NO2) y compuestos orgánicos volátiles (COV) en presencia de luz solar.
Los contaminantes-criterio tienen temporadas de mayor presencia, pues varían las condiciones de la atmósfera al paso de las estaciones. Por ejemplo, los meses fríos son más propicios en Guadalajara para la presencia de PM10 (partículas suspendidas de hasta diez micras), cuya composición química es variada, sobre todo por las constantes inversiones térmicas (cuando la falta de luz solar evita la dispersión de contaminantes de la troposfera en un primer largo lapso de la mañana). A fines del frío y hasta la lluvia, los incendios forestales y agrícolas acarrean PM10 y monóxido de carbono transportados por vientos intensos. En los tiempos secos, en un fenómeno específico de la ciudad, sus autos, el viento casi estático y el calor provocan el alza del O3
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