La recomendación más limitada sugiere 4,200 hectáreas; sólo hay mil en toda la ciudad, es decir, 2.38 m2 por habitante, contra un mínimo de diez m2 que recomienda la OMS; los árboles son menos de 2% del territorio, pese a su efecto en el clima y a que previenen contingencias ambientales.
Guadalajara. Agustín del Castillo. PÚBLICO-MILENIO, edición del 14 de junio de 2010
La zona metropolitana de Guadalajara tendría que garantizar entre diez y quince metros cuadrados de áreas verdes por cada habitante, o bien, destinar 20 por ciento de su superficie total a espacios naturales donde se fabrique oxígeno por medio de la fotosíntesis, se absorba el calor y se reduzca la temperatura, un esquema completo de prevención ante la contaminación al alza que hoy padece en sus casi 63 mil hectáreas.
Si se siguiera el primer parámetro —recomendado por la Organización Mundial de la Salud—, la metrópoli tendría entre 4,200 a 6,300 ha de áreas verdes; si se aplicara el segundo criterio —recomendado por investigadores expertos en dasonomía urbana del país—, 12,600 ha en esas condiciones.
Pero incluso el más modesto de estos términos queda demasiado lejos: los censos de espacios verdes revelan que la superficie con ese destino apenas rebasa mil ha en toda la mancha urbana, menos de 2.4 metros cuadrados por cada uno de sus casi 4.2 millones de moradores. De hecho, desde 1993, cuando se consolidó el Parque Metropolitano en Jocotán, no se ha integrado un solo polígono nuevo de tamaño importante que incida en la estadística tan marcadamente desfavorable.
Así, tomada por la cifra más baja, a la metrópoli le urgen 3,200 ha de áreas verdes. Y no hay en camino, salvo ejemplos modestos en Tlaquepaque, planteamientos de gobierno que den prioridad a este problema.
Los recuentos demuestran, por el contrario, que las áreas que fueron previstas como parques públicos están integradas a la especulación inmobiliaria. Los casos más notables son la zona de El Bajío, contigua a La Primavera, que estaba planteada para un gran parque a comienzos de los años noventa del siglo XX, y hoy cuenta con autorizaciones “ambientales” que han crecido notablemente su urbanización; las tierras de la servidumbre del ferrocarril, que atraviesan de poniente a oriente la ciudad y fueron planteadas para rescatarlas y hacer un gran parque lineal, serán destinadas para un “viaducto elevado”.
Otros proyectos frenados por otras prioridades de los gobiernos son el gran parque lineal de la barranca de Huentitán, o la reapertura de ríos urbanos para resolver problemas hidrológicos y de escasez de zonas públicas en asentamientos marginados. Incluso el tema del cerro del Cuatro, donde se ideó un gran parque metropolitano de 500 ha en los años del gobernador Alberto Orozco Romero (1971-1977), los fraccionadores urbanos se lo comieron casi completamente, y ahora existe un parque del Ayuntamiento de Tlaquepaque con apenas 10 por ciento del terreno original.
El problema no es solamente de promedios. Estudios del Departamento Forestal de la UdeG señalan que se debe cuidar su distribución proporcional dentro de la ciudad, “es decir, que todos los residentes vivan cerca de un espacio abierto con área verde a una distancia de no más de quince minutos a pie”. Y esas condiciones se cumplen solamente en el área de la Minerva, de Guadalajara, y los fraccionamientos pudientes del centro y sur de Zapopan.
Por qué los árboles
“El crecimiento urbano ha propiciado una insuficiencia de áreas verdes, originando problemas de diversos factores; por un lado, la especulación del terreno propiciada por una alta concentración de la población y aunada a una rápida urbanización, generando un valor del terreno según indicadores de mercado y no en su función de beneficios ambientales; esto, vinculado a un carente ordenamiento en el crecimiento de las ciudades, sin contemplar el acondicionamiento y mantenimiento de áreas establecidas, así como tampoco la incorporación de nuevas áreas verdes”, explica José María Chávez Anaya, de la UdeG, en un documento denominado Dasonomía urbana, que entregó a este diario.
Los árboles en áreas urbanas deben aportar diversos beneficios: “Modificaciones microclimáticas, beneficios ecológicos, conservación de la energía y el bióxido de carbono, absorber contaminantes del aire así como su estabilización, mejorar la calidad del aire al reducir los niveles de bióxido de carbono (CO2), ozono, dióxido de azufre y dióxido de nitrógeno, además de la reducción de la contaminación por ruido”, añade.
Por otro lado, “proporcionan hábitat para la fauna silvestre, generan oxígeno e inciden positivamente en la hidrología urbana, con el incremento de captación y retención del agua”. Contribuyen a un ambiente deseable, propicios para la salud mental y física.
Y lo que más interesa en materia de la reciente crisis de ozono por la que ha pasado el poniente de la ciudad: “Los árboles absorben y disminuyen la radiación solar: éste es uno de los usos más extendidos de los árboles en las ciudades, teniendo la sombra como su utilización más común, con efectos sobre la radiación que no son perceptibles fácilmente […] de 100 por ciento de la energía solar, las plantas absorben para su fotosíntesis entre 5 y 20 por ciento, reflejan de 5 a 20 por ciento, disipan por evapotranspiración de 20 a 40 por ciento, emiten de 10 a 15 por ciento y transmiten entre 5 y 30 por ciento”.
Esto es relevante, pues el ozono es generado a raíz de la contaminación de los autos y la alta radiación solar, que, en espacios sin árboles, es considerablemente mayor.
Sin olvidar que estos seres vivos permiten la producción de oxígeno y el consumo de anhídrido carbónico, función realizada por las hojas: el científico alude a estudios que revelan que árboles cuyo diámetro es de entre 60 y 90 centímetros retienen hasta 50 kilogramos de carbono, “y que en árboles grandes y vigorosos se fija 90 veces más carbono al año que en los árboles pequeños: 93 kilogramos al año contra un kilogramo”.
En cuanto a la disminución del ruido ambiental, “la atenuación varía desde cuatro a doce decibeles, dependiendo de la especie y la profundidad, altura de la cortina de árboles y la densidad del ruido”.
Dónde están
Mil hectáreas de parques y jardines públicos, incluida la vegetación de glorietas y camellones, son un servicio ambiental fortalecido por jardines interiores de las casas, las cuales hacen que en la zona de la Minerva haya hasta 14.55 m2 por persona, mientras que en Tetlán no se alcanza siquiera un m2 (ver gráfico anexo, sólo del municipio de Guadalajara).
Datos que levantó el Instituto de Estudios Económicos y Regionales (Ineser) de la UdeG señalan la siguiente relación por los cuatro municipios de la zona metropolitana original: Tonalá tiene cinco m2 por morador; Tlaquepaque, 40 cm2; Zapopan, 3.3 m2 y Guadalajara, 2.9 m2.
¿Una mayor superficie de áreas verdes habría evitado la crisis de imeca por ozono de la pasada semana? Al menos se sabe que los árboles bajan la temperatura y que, en muchas zonas donde hoy hay asfalto, antes hubo espacios forestales o agrícolas, eliminados en una política de crecimiento a favor de los autos, de la cual esa contingencia fue una de sus consecuencias.
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Qué pasó
El día más gris en doce años
El miércoles 9 de junio fue el día con mayor contaminación del aire en doce años. La estación Vallarta llegó a registrar 255 imeca por ozono (O3), un contaminante que se forma cuando el humo de los autos reacciona químicamente al sol y al calor intensos; a estos dos últimos factores contribuye la falta de árboles.
Autos y calor, igual a ozono
Expertos y autoridades ambientales admiten que el creciente tráfico vehicular de la ciudad, alimentado por la apuesta de los gobiernos para invertir en infraestructura para el auto, ha contribuido a que haya mayores días con contaminación. El miércoles hubo, incluso, fase III de contingencia ambiental, que nunca se había registrado.
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El día más gris en doce años
El miércoles 9 de junio fue el día con mayor contaminación del aire en doce años. La estación Vallarta llegó a registrar 255 imeca por ozono (O3), un contaminante que se forma cuando el humo de los autos reacciona químicamente al sol y al calor intensos; a estos dos últimos factores contribuye la falta de árboles.
Autos y calor, igual a ozono
Expertos y autoridades ambientales admiten que el creciente tráfico vehicular de la ciudad, alimentado por la apuesta de los gobiernos para invertir en infraestructura para el auto, ha contribuido a que haya mayores días con contaminación. El miércoles hubo, incluso, fase III de contingencia ambiental, que nunca se había registrado.
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Los problemas de las ciudades
Las ciudades constituyen el más artificial de los ambientes y paisajes. “El mesoclima urbano […] es un claro índice del grado de modificación al que puede llegar un hábitat creado por el hombre, pues, comparado con el ambiente rural circundante, en el ambiente urbano la temperatura, la nubosidad, la precipitación pluvial y los contaminantes son mayores, mientras que la velocidad del viento y la humedad relativa disminuyen”.
Se debe considerar que “los edificios pueden volver a irradiar hasta 90 por ciento de la energía calorífica que reciben del sol, lo contrario de lo que sucede en los bosques, donde de 60 a 70 por ciento de la radiación es capturada. Asimismo, en la atmósfera urbana existen alteraciones microclimáticas dadas por efectos de la combustión [industrial, automovilística y doméstica] que contribuyen a incrementar la temperatura, formando una isla de calor alrededor de los edificios”.
Esta isla de calor “requiere de fuertes vientos para ser desplazada; de lo contrario, por efectos atmosféricos se provoca una inversión térmica; esto es; que el calor, junto con la contaminación atmosférica, quedan atrapados entre dos capas de aire frío, con lo que el proceso de movimiento natural de la atmósfera se paraliza por un tiempo indefinido, hasta que las condiciones atmosféricas cambian y la capa de inversión se destruya”.
Este fenómeno natural es mucho más frecuente en la época de invierno, teniendo efectos sobre las plantas: el aumento de temperatura anticipa y prolonga la duración de su crecimiento, mientras que la concentración de contaminantes aéreos es suficiente para contrarrestar cualquier beneficio.
El escaso conocimiento “sobre la importancia de los bosques urbanos ha provocado que las pocas regulaciones que se han decretado para intentar conservarlos [cualitativamente y cuantitativamente] en buen estado y mantener una calidad ambiental se perciban como restricciones o castigos, y no como la necesidad de originar nuevas formas y reglas para que el desarrollo urbano y el industrial estén en equilibrio y armonía con el medio ambiente”.
Fuente: ¿Por qué son importantes los árboles para la ciudad de Guadalajara?, monografía del investigador Gustavo Daniel Martín del Campo Becerra.
Las ciudades constituyen el más artificial de los ambientes y paisajes. “El mesoclima urbano […] es un claro índice del grado de modificación al que puede llegar un hábitat creado por el hombre, pues, comparado con el ambiente rural circundante, en el ambiente urbano la temperatura, la nubosidad, la precipitación pluvial y los contaminantes son mayores, mientras que la velocidad del viento y la humedad relativa disminuyen”.
Se debe considerar que “los edificios pueden volver a irradiar hasta 90 por ciento de la energía calorífica que reciben del sol, lo contrario de lo que sucede en los bosques, donde de 60 a 70 por ciento de la radiación es capturada. Asimismo, en la atmósfera urbana existen alteraciones microclimáticas dadas por efectos de la combustión [industrial, automovilística y doméstica] que contribuyen a incrementar la temperatura, formando una isla de calor alrededor de los edificios”.
Esta isla de calor “requiere de fuertes vientos para ser desplazada; de lo contrario, por efectos atmosféricos se provoca una inversión térmica; esto es; que el calor, junto con la contaminación atmosférica, quedan atrapados entre dos capas de aire frío, con lo que el proceso de movimiento natural de la atmósfera se paraliza por un tiempo indefinido, hasta que las condiciones atmosféricas cambian y la capa de inversión se destruya”.
Este fenómeno natural es mucho más frecuente en la época de invierno, teniendo efectos sobre las plantas: el aumento de temperatura anticipa y prolonga la duración de su crecimiento, mientras que la concentración de contaminantes aéreos es suficiente para contrarrestar cualquier beneficio.
El escaso conocimiento “sobre la importancia de los bosques urbanos ha provocado que las pocas regulaciones que se han decretado para intentar conservarlos [cualitativamente y cuantitativamente] en buen estado y mantener una calidad ambiental se perciban como restricciones o castigos, y no como la necesidad de originar nuevas formas y reglas para que el desarrollo urbano y el industrial estén en equilibrio y armonía con el medio ambiente”.
Fuente: ¿Por qué son importantes los árboles para la ciudad de Guadalajara?, monografía del investigador Gustavo Daniel Martín del Campo Becerra.
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Los problemas para los árboles en la ciudad
Disminuyó su acceso al agua por efecto de la pavimentación de calles, cubrimiento de aceras y obras de drenaje.
Reducido espacio para el desarrollo de raíces y follaje.
Corte de raíces para la introducción de cañerías y tuberías subterráneas.
Destrucción involuntaria o voluntaria de las partes aéreas (vandalismo, accidentes automovilísticos, hundimientos).
Incremento de sales por orina.
Presencia de compuestos químicos nocivos (detergentes, aceites)
La lluvia ácida y la contaminación.
Disminución sensible de la materia orgánica del suelo.
Cambios en el régimen de evapotranspiración.
qPodas periódicas e irracionales realizadas por particulares, ayuntamientos, Comisión Federal de Electricidad y Teléfonos de México.
Nivelación de terrenos y pisoteo continuo.
Falta de mantenimiento y planificación.
Falta de jardineras elevadas, que sirvan como protección.
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