jueves, 1 de enero de 2015

Destrucción de humedales es un problema nacional



Falta que las políticas y la voluntad de protección institucional se aplique en casos concretos, como la Riviera Nayarit y Jalisco

Agustín del Castillo / Guadalajara. MILENIO JALISCO. 

Lo que está en juego con la destrucción creciente del estero de San Francisco, apenas uno más de los que están sometidos a presión en el litoral de Nayarit y Jalisco, es más que un complejo natural local. Los humedales costeros juegan un papel fundamental en la ecología de los mares mexicanos, y en consecuencia, en la economía y la cultura alimentaria, señala el investigador del Centro Universitario de la Costa Sur de la UdeG, Enrique Godínez Domínguez.

“Debe revisarse a detalle la actuación de las autoridades que autorizaron esta obra, y deben definirse una serie de compensaciones económicas, algunas de por vida a quienes realicen afectaciones irreversibles”, opinó en una comunicación electrónica con MILENIO JALISCO.

“El problema es que no se podía determinar el valor por hectárea de estero o de manglar en materia de servicio ambiental, y por ende no podía establecerse montos para compensaciones –se puede ver la ridícula valoración en el Diario Oficial de la Federación del 25 de febrero de 2011-. Sin embargo, recientemente han sido publicados algunos trabajos donde se estiman algunos montos económicos o valoraciones para cuerpos costeros en el Pacífico”, subrayó el científico.

Una opinión calificada es el artículo de Jorge López Portillo y Patricia Moreno Casasola, titulado “Estado actual de los humedales”, donde plantean los autores, adscritos al Instituto de Ecología de Jalapa, el enorme valor de los cuerpos de agua.

“Los humedales, tanto costeros como terrestres, son áreas en donde el agua permanece en la superficie o muy cercana a ella por una parte significativa del año, reflejándose en suelos grisáceos u oscuros sin oxígeno y en la presencia de plantas y animales indicadores de inundación […] los humedales costeros constituyen el escalón intermedio entre la tierra y el mar. De esta manera se convierten en la zona de amortiguamiento de los eventos naturales que devienen en catástrofes sociales cuando se permite su ocupación urbana o rural. El riesgo es mayor si se considera que el nivel medio del mar aumentará en las próximas décadas como fruto del calentamiento global y que la frecuencia de eventos extremos, como inundaciones y huracanes, ha aumentado en las últimas décadas y se incrementa aun más con la desaparición de estos ecosistemas”.

Añaden: “Los humedales son zonas de alta productividad; en el interior, contribuyen a mantener un oasis para la migración de aves y murciélagos, entre otros grupos de animales, además de ser hábitat para muchas especies residentes. Esta productividad se exporta a través de los ríos y se va depositando en las márgenes mientras otra parte llega eventualmente al mar en forma de agua, detritos y nutrientes, constituyendo la base de las cadenas alimenticias y de las pesquerías. Sólo por pesquerías, una hectárea de manglar aporta 37 mil 500 dólares al año”.

Estos valores “han sido reconocidos por el gobierno mexicano: humedales protegidos en áreas naturales protegidas, 142 sitios Ramsar, una política nacional de humedales, proyectos de manejo sustentable. Sin embargo, no es suficiente. El deterioro va en aumento. El cambio de uso del suelo es un factor importante, pero no más que las grandes obras que se llevan a cabo buscando el ‘desarrollo’ del país. Es urgente un manejo integral que balancee el uso con la conservación y así mantener los servicios ambientales que proporcionan los humedales”, subrayan.

Las obras de alteración del arroyo los Izotes y el estero de San Pancho, en la costa sur de Nayarit, continuaron esta semana, bajo el amparo de un permiso federal y pese a la oposición vecinal, que teme un aumento en el riesgo de desastres para el poblado turístico tradicional.

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