CRISIS PESQUERA EN LA COSTA DE JALISCO / 3
Se estima que el 56 por ciento del producto que se consume carece de regulación; una de cada cuatro lanchas no está registrada. Los barcos con redes de arrastre son los más destructivos. Foto de camaroneros sinaloenses
Agustín del Castillo / Costa de Jalisco. MILENIO JALISCO
Tortugas marinas o delfines que llegan muertos al playón de Mismaloya, en Tomatlán, no son obra del azar. Cinco de los 12 meses del año, la causa se percibe en lontananza, sobre la línea del horizonte: embarcaciones de más de tres toneladas y sus redes invisibles al sol del mediodía. Un punto lejano que por las noches crece, cobijado en las tinieblas, y se acerca a la playa protegida más grande de México, donde “levantan todo lo que encuentran al paso de sus redes”.
Y cuando los pescadores de La Cruz de Loreto dicen todo, es que es todo. “Los barcos han perjudicado muchísimo durante muchos años; aquí en este municipio está decretada la veda permanente de la tortuga marina, pero los barcos no respetan, ni hay autoridad que diga: aquí no se pueden meter este tipo de barcos; dentro de los permisos que tienen se señala que pueden pescar entre el río Suchiate y el Colorado [de los límites con Guatemala al extremo norte del mar de Cortés], y no se marcan las zonas de veda; pero lo saben, y por eso esperan a la noche para entrar con la luz apagada, a como entre ocho a diez brazas de hondo, y eso ocasiona que las especies que se desarrollan en esos bajos se les mate por el arrastre de dicha embarcación; y eso pasa de octubre a febrero, y nadie se los impide”, advierte irritado Carlos Ramírez, uno de los viejos pescadores de la cooperativa local.
Son barcos de Mazatlán, de Topolobampo, de Guaymas, o bien, de Manzanillo. La Cruz de Loreto tiene un destacamento de la Marina, pero sus ocupaciones en tiempos de violencia son otras. No deja de resultar paradójico, porque un informe reciente del Instituto Mexicano para la Competitividad (Imco) y diversas organizaciones ambientalistas, destaca que la gran ilegalidad en el negocio de la pesca deriva de un creciente debilitamiento de la “gobernanza”, fruto de ese auge de grupos armados ligados al crimen organizado que combaten los marinos, y por lo cual dejan a las costas huérfanas de autoridad.
El documento, presentado en abril pasado, se denomina La pesca ilegal e irregular en México: una barrera a la competitividad, y destaca de forma alarmante que las cifras de producción contra las de consumo de peces y mariscos, tanto a nivel de mercado como de hogares mexicanos, no cuadran; y redondea en 56 por ciento el volumen de pesca que no cumple con regulaciones o es abiertamente de origen ilegal (el documento se puede consultar completo en http://imco.org.mx/wp-content/uploads/2013/5/pescailegal_ppt.pdf).
Hay tres grandes categorías de “ilegalidad” e “irregularidad”, según el estudio: la pesca sin permiso o concesión, el uso de artes de pesca no permitidos y la época en tiempos de veda.
Enrique Godínez Domínguez, investigador del Departamento de Estudios para el Desarrollo Sustentable de Zonas Costeras de la UdeG, señala que la pesca de arrastres es mundialmente “la más destructiva: tiene poca selectividad y agarra de todo; son redes grandes con barcos potentes, con una línea de arrastre formada por cadenas, el techo de la red con una línea de flotación, para que al arrastrar se mantenga la boca abierta, raspado todo el fondo, de cascajo y piedra, que son las estructuras en el lecho marino donde se congregan los peces juveniles […] hay una pérdida en la calidad del hábitat, y estos barcos rastreros tienen permiso de arrastre en todo el Pacífico mexicano; en teoría les ponen restricciones batimétricas, pero en sitios como Mismaloya quién los va a restringir, a estos barcos se les pone en otras partes del mundo dispositivos electrónicos que no se pueden manipular, para saber exactamente en qué sitios anduvieron arrastrando, pero eso no suele ocurrir en México”, pone en relieve.
Así, “el daño al medio es muy negativo sobre otras pesquerías como las artesanales que tenemos en Jalisco, y hace que estos sistemas de pesca sean completamente inviables: es un barco con seis personas propiedad de un solo armador, cuya derrama económica no contribuye casi en nada, ni en biomasa para consumo humano, es totalmente despreciable y es muy grande el costo ambiental, por eso las flotas arrastreras en otras partes del mundo ya están casi de salida, salvo algunas partes del norte, con áreas bien registradas y que evitan estos altísimos costos ambientales”.
— En el caso de la costa de Jalisco ¿qué tan grave es el daño?
— No es una pesca permanente, llegan, le dan tres o cuatro peinadas, y se van sin dejar ya nada; regresan dos meses después, y dan de nuevo varias arrastradas, y se van de nuevo… Es un método totalmente destructivo, y sobre todo de efectos sinérgicos acumulados, que son fácilmente perceptibles aunque no haya información al respecto. Las comunidades lo saben y lo viven.
Sigue don Carlos Ramírez: “Aquí esta zona es muy apropiada para todas las especies en desarrollo, se da mucha cascajera, esas piedras donde se refugian los peces, y el barco con su cadena lo muele, y todo eso lo sube con palas y con botas, y como está fuera de su hábitat se muere, y lo devuelven al agua con la pala otra vez, todo muerto ya”.
— ¿Este problema de los barcos es un problema viejo?
— Así es, de 30 o 35 años, pero ahora más, porque hemos visto a más barcos, somos testigos de cómo lo hacen, de cómo se meten a la orilla, y las autoridades nos dicen que ya todos los barcos tienen un chip, pero el problema es que no hay denuncia de nadie, porque debe ser con el nombre del barco y su matrícula, pero cómo si lo hacen por la noche, y si nos acercamos nos amenazan con rifles, a mí ya me pasó con un pesquero de Manzanillo, hace años.
No es privativo de Mismaloya. Los pescadores de Tehuamixtle, al norte, o de Pérula y Barra de Navidad, al sur, confirman la presencia de esos grandes buques.
“Con los camaroneros tenemos el problema de que afectan el huachinango y a otros pescados que antes eran muy importantes para nosotros”, señala Ariel Mendoza, pescador de Pérula. “Hace años nos quejamos con el delegado de Pesca, se llamaba Gustavo Calderón, barcos de Mazatlán, de Topolobampo y varias partes […] él me dijo: ‘a mí no me interesa nada de eso, a mí me interesa que saquen el pescado, que se produzca’, y eso nos quitó la ilusión de resolverlo”, recuerda don Alejandro Trujillo, de Barra de Navidad.
Hay otros clandestinajes de daños severos, pero más localizados. En la bahía de Chamela, decenas de lanchas sin permiso aprovechan las ostioneras al grado que están al borde del colapso. Otro sitio afectado por sobreexplotación y por cambios climáticos es la bahía de Tehuamixtle, donde el ostión no se les dio pese a que lo sembraron. Juan Manuel López Jiménez, el presidente de la cooperativa, piensa que es fruto de años de malos manejos. No obstante, los barcos con arrastres se siguen presentando frente a la pequeña caleta, “y se llevan lo poquito que nos queda”, subraya con amargura.
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Claves
Algunos datos más
- Una unidad de producción de pesca (sin permisos) requiere de una inversión inicial de entre 180 y 220 mil pesos para comenzar a producir. Lo anterior, considerando que una panga cuesta entre 30 y 60 mil pesos, un motor nuevo cuesta cerca de 150 mil pesos, y la compra del arte de pesca (una red) oscila entre los mil y 12 mil pesos. Pocas actividades económicas se pueden arrancar desde cero con tan poca inversión”
- En contraste, una barcaza legal con las mismas consideraciones más permisos y pagos de cargas impositivas, cuesta el doble: 317 mil pesos
- Conapesca cuenta únicamente con 210 inspectores de pesca para 17 estados con litoral, entre los que se incluye Jalisco; y el país tiene más de 11 mil kilómetros de costas, 350 kilómetros en esta entidad. En 2011 hizo apenas 351 capturas de embarcaciones ilegales, mientras la Secretaría de Marina reportaba 42 detenciones en el mismo periodo para todo el país, que tiene más de 100 mil embarcaciones de diversos calados
- En el caso de los barcos de arrastre, son mucho más costosos pero tienen permisos laxos que los lleva a ser depredadores oportunistas en áreas con escasa vigilancia, como sucede frente a las costas de Jalisco
Fuentes: Estudio del INCO y datos de pescadores consultados por la UdeG
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