El SNTE debe dejar de ser un depósito de votos para los políticos y perder sus inmensos poderes, advierte Miguel Bazdresch, académico de la universidad Jesuita
Agustín del Castillo / Guadalajara. MILENIO JALISCO
El problema de la educación en México es multifactorial, pero la persistencia del peso corporativo del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), la falta de creatividad gubernamental y, en general, el desinterés de la sociedad en exigir el derecho a una educación de calidad, propicia un sistema que no es eficaz para transmitir conocimientos y actitudes emprendedoras, pero sí para favorecer el control político y las resistencias al cambio, señala el doctor en filosofía de la educación por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO), Miguel Bazdresch Parada.
En entrevista con MILENIO JALISCO, el experto destaca que, pese al enorme presupuesto que se gasta en el sector educativo, “tendríamos que gastar cuatro veces más” y gastarlo mejor, a condición de romper los atavismos que arrastra el sector.
—Se tiene la percepción de que la gente está abandonando este gran ideal de que la educación universal era un modo para poder llegar a mejores niveles sociales y económicos, ¿esto es cierto?
—Es una realidad, un dato son los estudios internacionales, no sólo en el mexicano, de la escolaridad que hace la diferencia en términos de ingresos: antes era quinto o sexto de primaria, hace 25 años, y hoy, mínimo es de doce años, para tener una diferencia y lograr un empleo mejor, que te retribuya más; igual pasa con la licenciatura, si ya no vas a la maestría, que son dos años y como 400 mil o 500 mil pesos más, no es tan fácil un empleo calificado, como antes…
Un segundo dato, añade: “Es paradójico, pero tiene su explicación; el segmento de mayor desempleo en México es de los profesionistas, y por qué, porque son los empleos más caros y los más difíciles de conseguir, entonces, en proporción al número de profesionistas mexicanos, el segmento de desempleados es mayor que el de campesinos, de trabajadores de la construcción…”.
—Se habla mucho de empatar el mercado del trabajo con el sistema educativo, ¿hay un divorcio entre el proceso educativo y el proceso económico?
—Sí, aquí lo que lo explica y lo hace también perverso es la preponderancia del supuesto organizador de la sociedad, que es el mercado, que antes no lo era, antes eran otros supuestos del orden de los que están en los textos básicos de nuestra Constitución, la armonía social, la felicidad, el bienestar para ponerlo en términos contrastantes. […] Antes, el estado era el que regulaba, pero cuando ya no hay eso y es el mercado, entonces son otras reglas; en la educación pública sigue estando la clave anterior, de formar para el bienestar, pero el país ha optado por alinearse por el mercado, entonces una persona, por más preparada que esté, en término de lo que le ofrece el sistema educativo, no va a estar de acuerdo a lo que el mercado pide, a mí no me interesa que seas ético, trabaja, produce, dicen.
Bazdresch Parada subraya que el problema del sindicato y sus implicaciones en la vida educativa es tan fuerte contra el cambio obligado, que “habría que votar por los candidatos, no que prometan hacer cosas en la educación, sino aquellos que convenzan al SNTE de que renuncie a sus privilegios, para generar una forma de ser, de un sindicato moderno que se requiere para la educación en México […]. Siguen viendo a Elba Esther y al sector educativo como votos, y [hay que decir] ‘espérate político, primero ve al país y luego tus votos, y comprométete a hacer que el sindicato pueda cambiar’. Si no hay ningún estímulo, nada lo hará cambiar, pero ese estímulo no puede ser más poder político, porque ya tiene todo el que puede”.
El control del sindicato es omnímodo, por ejemplo: la mitad de las plazas para maestros las designa con la complacencia gubernamental, lo que pervierte fuertemente el esquema de ascensos y el tipo de méritos que hay que cubrir para lograrlo: “Si no tienes un padrino, no puedes mejorar”.
No es mito que antes la educación era cualitativamente más exigente; esto se explica en la gran crisis económica de 1982, que fue desastrosa para los burócratas en general y motivó que se aligeraran de conocimientos los programas educativos para que se pudiera abarcar más, situación que se ha perpetuado. También hay estructuras obsoletas, como las normales, que ya no existen más que en México y que mantienen un esquema de entregar conocimiento que no es eficiente, que limita la real capacitación del maestro y que ha sido rebasado ampliamente por las necesidades del alumnado, que no obtiene estímulos de sus mentores para ensayar respuestas alternativas a los desafíos de la vida diaria y a los dilemas que deberá afrontar como ciudadano.
Este esquema “hay que romperlo por varios lados: si el maestro sigue siendo formado para repetir normativamente un programa, estamos caminando ya adentro del abismo”
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