Vía crucis cotidianos. PERFIL DE VIERNES SANTO
Don Cuco es uno de los vecinos de las laderas de El Colli habitan un fraccionamiento irregular; no tienen agua, luz ni otros servicios, ni saben cuándo se resolverá
Guadalajara. Agustín del Castillo. PÚBLICO-MILENIO. Edición del 2 de abril de 2010
Hace cinco meses, aquí sólo había un amplio terreno en breña, pero, un mes después, todos llegaron. “Todos” son cientos de familias de escasos recursos provenientes de las latitudes más diversas; en su mayoría, de colonias populares de la zona metropolitana de Guadalajara, donde rentaban casa y veían lejano el sueño de una posesión propia.
Para don Refugio García, quien se desempeña como cocinero en un club privado de esta ciudad, como para sus numerosos vecinos, el arribo a las laderas del cerro del Colli, en una vasta parcela ejidal enclavada entre las colonias 12 de Diciembre y Lomas de la Primavera, es una especie de redención.
Pasaron de pagar “rentas caras, mínimo de dos mil pesos”, a “pagar nada”, asegura. Pero no tienen servicios, aunque se las ingenian para sobrevivir. El agua la toman prestada de un lote donde sí está dado de alta el servicio, y la conducen con mangueras para el abasto precario de esta colonia, donde habitan tantos niños que los pequeños pasillos que hay entre choza y choza —son construcciones de plástico y madera— resultan insuficientes ante tanto chamaco correlón.
“Nos cooperamos entre todos para las mangueras; luego vino una persona del SIAPA y nos puso una toma, pero duró muy poquito… de todos modos, hoy no hay agua de ningún tipo, por lo del corte…”, añade mientras observa a sus nietos que juegan y se atropellan. Tiene 50 años, pero ya una decena de hijos de sus hijos. Quién dijo que sólo los ricos viven aprisa. “Tampoco tenemos la luz, no hay servicio; estamos agarrando aquí prestado”, y señala a la calle, la instalación pública, los postes, de donde se cuelgan decenas de cables.
—¿Éste es un terreno que va a ser de ustedes?
—Pos en eso andan, arreglándonoslo, en el Ayuntamiento de Zapopan, legalizando todo para que nos den nuestras escrituras. Nos dimos cuenta de que había lotes, ya ve usted, por medio de la gente, nos llegó la noticia y pos nos apuntamos, y nos dieron aquí.
La mayoría de sus hijos se casaron. Le quedan solteros uno de 17 y uno de quince. “Nomás estudiaron la primaria y quisieron meterse a trabajar; pos pónganse ya a trabajar, les dije […] A uno me lo llevo de bolero en el club donde yo estoy trabajando y va a bolear ahí a los socios, y el otro trabaja en una tienda, en Soriana, de empacador; mi señora también trabaja, es ama de casa…”.
—Ah, o sea, está aquí limpiando, cocinando…
—No, no, hace la casa de una señora; aquí todos trabajamos, no sabe: se necesita así para ir construyendo la casa, para ir mejorando, jalando entre todos…
El nuevo asentamiento donde habita don Cuco no tiene nombre, aunque una de sus hijas, que vende frituras a la puerta, piensa que se va a llamar Lomas de la Primavera, igual que la colonia con que colindan. En sus primeros meses vivieron un invierno crudo y ahora se asoma una caliente primavera. Pero el cocinero cree que, en adelante, todo será para mejorar.
Don Cuco es uno de los vecinos de las laderas de El Colli habitan un fraccionamiento irregular; no tienen agua, luz ni otros servicios, ni saben cuándo se resolverá
Guadalajara. Agustín del Castillo. PÚBLICO-MILENIO. Edición del 2 de abril de 2010
Hace cinco meses, aquí sólo había un amplio terreno en breña, pero, un mes después, todos llegaron. “Todos” son cientos de familias de escasos recursos provenientes de las latitudes más diversas; en su mayoría, de colonias populares de la zona metropolitana de Guadalajara, donde rentaban casa y veían lejano el sueño de una posesión propia.
Para don Refugio García, quien se desempeña como cocinero en un club privado de esta ciudad, como para sus numerosos vecinos, el arribo a las laderas del cerro del Colli, en una vasta parcela ejidal enclavada entre las colonias 12 de Diciembre y Lomas de la Primavera, es una especie de redención.
Pasaron de pagar “rentas caras, mínimo de dos mil pesos”, a “pagar nada”, asegura. Pero no tienen servicios, aunque se las ingenian para sobrevivir. El agua la toman prestada de un lote donde sí está dado de alta el servicio, y la conducen con mangueras para el abasto precario de esta colonia, donde habitan tantos niños que los pequeños pasillos que hay entre choza y choza —son construcciones de plástico y madera— resultan insuficientes ante tanto chamaco correlón.
“Nos cooperamos entre todos para las mangueras; luego vino una persona del SIAPA y nos puso una toma, pero duró muy poquito… de todos modos, hoy no hay agua de ningún tipo, por lo del corte…”, añade mientras observa a sus nietos que juegan y se atropellan. Tiene 50 años, pero ya una decena de hijos de sus hijos. Quién dijo que sólo los ricos viven aprisa. “Tampoco tenemos la luz, no hay servicio; estamos agarrando aquí prestado”, y señala a la calle, la instalación pública, los postes, de donde se cuelgan decenas de cables.
—¿Éste es un terreno que va a ser de ustedes?
—Pos en eso andan, arreglándonoslo, en el Ayuntamiento de Zapopan, legalizando todo para que nos den nuestras escrituras. Nos dimos cuenta de que había lotes, ya ve usted, por medio de la gente, nos llegó la noticia y pos nos apuntamos, y nos dieron aquí.
La mayoría de sus hijos se casaron. Le quedan solteros uno de 17 y uno de quince. “Nomás estudiaron la primaria y quisieron meterse a trabajar; pos pónganse ya a trabajar, les dije […] A uno me lo llevo de bolero en el club donde yo estoy trabajando y va a bolear ahí a los socios, y el otro trabaja en una tienda, en Soriana, de empacador; mi señora también trabaja, es ama de casa…”.
—Ah, o sea, está aquí limpiando, cocinando…
—No, no, hace la casa de una señora; aquí todos trabajamos, no sabe: se necesita así para ir construyendo la casa, para ir mejorando, jalando entre todos…
El nuevo asentamiento donde habita don Cuco no tiene nombre, aunque una de sus hijas, que vende frituras a la puerta, piensa que se va a llamar Lomas de la Primavera, igual que la colonia con que colindan. En sus primeros meses vivieron un invierno crudo y ahora se asoma una caliente primavera. Pero el cocinero cree que, en adelante, todo será para mejorar.
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