miércoles, 22 de abril de 2009

Las Latillas, la tumba de fuego de don Timoteo


Guadalajara. Agustín del Castillo. PÚBLICO-MILENIO, Edición del jueves 16/04/2009

"Cada año se prende ese monte”, comentaban brigadistas de la Secretaría de Desarrollo Rural (Seder) en Tlajomulco, al momento que le daban su adiós a don Timoteo Rodríguez García, de 74 años. Lo que no es parte de la costumbre es que en el combate de los fuegos en el cerro Las Latillas se cobraran vidas. Don Timo ha sido esta vez la siniestra excepción.
Sergio, el jefe de la brigada, mencionó al director de La Primavera, José Luis Gámez, que no lo creía “hasta que fui a verlo con mis propios ojos, cuando me anunciaron que en lugar de pedir una ambulancia llamara a los del Semefo [Servicio Médico Forense]; fue impresionante ver el cuerpo de Timo […] pronto se jubilaría; le dejábamos las tareas menos complicadas: en esta ocasión fue a realizar una guardarraya y al parecer lo atrapó el fuego…”.
A las 17:30 horas del domingo 12 de abril empezó el combate en Las Latillas. 34 brigadistas de los grupos denominados Seder-Tlajomulco, Seder-Santana y Seder-Centro, subieron a la montaña.
Los ganaderos locales año con año queman para provocar el surgimiento del pasto tierno, llamado “pelillo”, un renuevo muy codiciado por las vacas.
Los mismos propietarios dan órdenes a sus vaqueros para prender a la vegetación, luego dicen que lo lamentan “y que fueron los piromaniacos quienes lo provocaron”. Son años de repetir ese patrón: se carboniza la vegetación, se contamina la atmósfera y se deteriora el suelo, pues queda expuesto a procesos erosivos y al empobrecimiento de su calidad para la producción. Esta vez, además, se perdió una vida humana.
Aurelio, hermano del difunto y también combatiente, comentó entristecido: “Murió en la raya”. Y dijo cómo fue que llegaron al peligroso oficio: “Desde hace doce años participamos en el combate de los incendios porque nos gustó; formamos la brigada de voluntarios, nos pagaban quince pesos por cada incendio, y fue hasta hace seis años que nos contrataron para trabajar como brigadistas con un sueldo de 5,200 pesos al mes…”.
La familia no estaba de acuerdo: es un oficio de alto peligro. “Pero hemos aprendido a ser muy organizados; en cinco minutos nos ponemos de acuerdo y a entrarle todos; sabemos qué tenemos que hacer, pero en esta ocasión el aire nos traicionó, estaba ya todo controlado y llegó un viento fuerte…”, añadió con pesar ante decenas de sus compañeros.
A las 20:00 horas del pasado martes 14 de abril, don Timoteo recibió honores, expuesto su cuerpo en la calle de su poblado natal de San Lucas Evangelista. Sus compañeros pasaron lista, y luego, al mencionarse el nombre del occiso, todos los asistentes gritaron “presente”, mientras un aullar de sirenas rompía la oscuridad y el silencio de pesadumbre.
Ante todo esto, la ley parece letra muerta. Gámez Valdivia recuerda: “Está penalizado el uso indebido del fuego causando incendio con todo el dolo, para luego solicitar el cambio de uso de suelo, los código penales establecen las sanciones y la Ley General de Desarrollo Forestal Sustentable señala los lineamiento que prohíben el cambio del uso del suelo en un sitio forestal que sufrió un incendio”.
Las quemas agrícolas “suponen entre 30 y 40 por ciento de los incendios intencionados cada año. Estas prácticas se realizan para eliminar los restos [rastrojos] de las cosechas ya segadas y recogidas, y así facilitar la preparación del suelo para la siembra de la siguiente temporada. Estas quemas no benefician en nada al suelo sino todo lo contrario al contribuir a su progresivo empobrecimiento”, explica el director del área protegida.
Otras quemas son “para favorecer el desarrollo de herbáceas tras la eliminación de vegetación leñosa, normalmente matorral espeso, en zonas a las que el ganado no puede acceder debido al desarrollo de dicha vegetación […] estas prácticas ocasionan cada año entre 40 y 55 por ciento de los incendios intencionados, porcentajes similares o mayores a los de las quemas agrícolas”.
En cambio, los pirómanos sólo son responsables de 1 por ciento de los siniestros, otro tanto deriva de la caza ilegal, e incluso para ahuyentar animales silvestres considerados “plagas”.
Se incluye un preocupante 6 por ciento de quemas que nacen por “venganzas, vandalismo, incendios de masas forestales con el fin de obtener luego la madera a bajo precio, obtención de la recalificación urbanística de suelos que por su valor natural se mantienen con la calificación de suelo no urbanizable, y obtención de la modificación en el uso del suelo de forestal a agrícola”.
Pero además del daño al bosque, agrega Gámez, la familia de don Timo se pregunta quién les repondrá su preciada vida.

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