domingo, 10 de marzo de 2013

25 años de una moderna arca de Noé



Recreación y ciencia de la conservación, una complicada simbiosis en el zoológico Guadalajara. Un millón de visitantes anuales en el mayor inmueble dedicado a una colección de animales vivos que tiene México, que cumple hoy su cuarto de siglo; cuesta 120 millones de pesos por año y no tiene subsidio público

Agustín del Castillo / Guadalajara. MILENIO JALISCO

El arca de Noé fue construida para salvar a las formas de vida terrestre de la extinción, lo que es, en registro mítico, una de las primeras empresas conservacionistas de la historia. Una de las últimas, que comparte algo de esa desmesurada ambición, es el Zoológico Guadalajara, que conserva grandes especies en casi cuatro mil animales, cobijados por un paisaje arquetípico de un momento de creación: la barranca de Huentitán.

“En el año 1988 comenzamos con 270 especies, y 1,862 animales, y a finales de 2012 tenemos 380 especies y 3,716 animales, entre aves, mamíferos, reptiles y anfibios, más peces que se agregaron a la colección en el año 2008 cuando se inaugura el acuario”, explica orgulloso el director del parque, Francisco Rodríguez Herrejón.

No es para menos: hoy, hace 25 años, fue inaugurado el inmueble en esa orilla norte donde termina Guadalajara, frenada por los abismos vertiginosos tallados por el río Santiago miles de años antes del diluvio.

El resultado es un nuevo paraíso feraz en medio de laderas ásperas y semisecas, donde las estrellas son la mastofauna: antílopes, jirafas, búfalos, rinocerontes, hipopótamos, gorilas, chimpancés, elefantes y leones de África; tigres y pitones asiáticos; osos negros y polares del norte; el lobo mexicano, el jaguar, el puma y el tapir del neotrópico, y las grandes aves de presa.

Pero no faltan animales menores tan interesantes como los lemures de Madagascar, los monos del Nuevo Mundo y los canguros australianos; pequeños mamíferos como la capibara, el coatí, el mapache y la zorra; la algarabía y el colorido de los psitácidos, encabezados por las guacamayas y los loros; el sigilo de las serpientes y la timidez de los murciélagos.

Son mundos recreados en un espacio de 50 hectáreas, que lo hacen el zoológico más grande del país, incluso por encima de Chapultepec. Están la selva tropical, la villa australiana, el herpetario (colección de reptiles), la sabana africana (Masai Mara), el reino de los monos –esos inquietantes parientes de la humanidad-, los grandes estanques poblados de patos, garzas y flamencos, todo entreverado por laberintos, bajo árboles generosos que no han cesado de crecer para ofrecer “su clara sombra”.

Cada año visitan el zoológico un millón de personas, 80 por ciento originarias de la propia zona metropolitana de Guadalajara. De este ingreso, y de diversos negocios como la venta de animales que se han logrado reproducir exitosamente, se sostiene un gasto de 120 millones de pesos anuales que demanda la plantilla laboral, de 350 personas, y diversos proyectos como son la reproducción exitosa de especies amenazadas: zopilote rey, tucán pecho amarillo y flamenco rosado, además de la participación en el proyecto binacional (con Estados Unidos) del Canis lupus baileyi (lobo mexicano, extinto de la vida silvestre). Cinco lobos machos con su pelaje rojizo contemplan a los traseúntes todos los días, muchos de ellos niños, impresionados de conocer al calumniado malvado de los cuentos de hadas.

La clave del éxito, añade el director de la institución, ha sido que ésta no se ha sometido a los vaivenes de la política y ha habido respeto al carácter técnico que demandan los puestos de decisión. Bajo las órdenes de un patronato formado por empresarios, jamás ha requerido de un peso público para su operación, tal y como se concibió en los tiempos de la gubernatura de Enrique Álvarez del Castillo, cuando era alcalde el hoy casi retirado Eugenio Ruiz Orozco.

El paseo por los diferentes recovecos del zoológico se ha hecho más placentero. Por un lado, siempre existe la posibilidad de rutas con transporte y guía, que permiten la cercanía con animales y conocer distintos aspectos de su comportamiento. Quien desee observar a su ritmo a los ejemplares, siempre podrá recorrer a pie las áreas, y dentro de pocos días –arranca el 21 de marzo- la vista podrá ser aún más espectacular, con la incorporación del teleférico: los visitantes verán por encima de los árboles los ecosistemas y a sus apacibles moradores.

Entre semana, el lugar es más tranquilo, a diferencia de sábados y domingos, en que está abarrotado. No obstante, es momento en que se hacen numerosas visitas escolares. El atardecer del viernes 8 de marzo, todavía deambulan niños del Centro de Atención Múltiple 1 y 2 de Tepic, Nayarit. “Nos venimos a las seis de la mañana y vamos a regresar al rato”, señala Domitila Paredes Rivera, supervisora encargada del viaje, acompañada por cinco maestras de la Secretaría de Educación de Nayarit. Los infantes son de trato especial por algún tipo de discapacidad, pero todo se olvida mientras alimentan animales inofensivos de granja o bebés, y corren felices por el dédalo que lleva de un reino a otro de la inabarcable naturaleza.

Un grupo de madres de familia jóvenes también caminan con las carreolas de las que suben y bajan sus asombradas criaturas. Una le dice “guau guau” a un rinoceronte imponente, que no se ríe de la inocentada. Otros pegan la carita al cristal donde un cachorro de tigre de Bengala blanco duerme plácidamente entre tres leones de Transvaal, igual de holgazanes, como remitiendo a ese paraíso primordial donde nadie mataba y todos vivían de la hierba y las loas al Señor.

Así, en un cuarto de siglo se ha fortalecido el esfuerzo con un patrimonio creciente que lo mismo sirve de solaz y divertimento, que de pretexto amable para la educación en tiempos de crisis ambiental: la que insiste en la responsabilidad humana en la preservación planetaria. Que recuerda que el Homo sapiens es apenas una entre más de dos millones de especies por las que se desgrana la vida del globo. Y que advierte hoy es la antesala, como dice el destacado biólogo Richard Leakey, de la “sexta extinción masiva”.

Entonces, ¿otra arca para una lograr nueva salvación?

*

“Al aspirar Yahvé el calmante aroma, dijo para sí: nunca más volveré a maldecir el suelo por causa del hombre […] ni volveré a destruir a los seres vivientes como lo he hecho. Mientras dure la tierra, semetera y siega, frío y calor, verano e invierno, día y noche, no cesarán”. (Génesis, 8-22).

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El 10 de marzo de 1988, el presidente Miguel de la Madrid Hurtado, acompañado por el gobernador Enrique Álvarez del Castillo, la empresaria y presidente del patronato, Sandra López Benavides, y el alcalde tapatío en funciones, Eugenio Ruiz Orozco. FOTO, CORTESÍA EUGENIO RUIZ OROZCO

CLAVES

Hitos destacados

En 1988, cuando se abrió al público, el Zoológico Guadalajara albergaba 1,862 animales de 270 especies; su punto culminante lo alcanzó en 2009, con 4,139 huéspedes de 403 formas de vida distintas. En la actualidad son 380 especies y 3,716 individuos

En 1989 llegó la pareja de gorilas, que con el tiempo serían una de las sensaciones; sin embargo, México aún no firmaba el Convenio Internacional de Especies Silvestres y se pagó la cuota de ingenuidad de comprar los ejemplares a presuntos traficantes de fauna, lo que suscitó un escándalo internacional

Según versión del ex alcalde Eugenio Ruiz Orozco, en parte, la presión provenía de un zoológico estadounidense, que esperaba también el codiciado macho, pero el gobierno mexicano incautó los ejemplares y los dejó al organismo tapatío en resguardo. Hoy, el soberbio macho ha muerto y si no se reproducen las dos hembras disponibles, podría desaparecer de la colección zoológica

La primera tigresa blanca, Sheeva, arribó en 1992; los tigres blancos serán reproducidos exitosamente en 1996. En 1995 y 2000 se da la visita del cocodrilo blanco. Los zorros voladores llegaron en 2000, y los orangutanes, en 2001. Los lobos mexicanos se reprodujeron con éxito en 2007. Otras notoriedades son la incorporación de los leones blancos (2005) y la visita de la panda gigante, Shuan Shuan (2010)

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