Mesa de Nejahuete y Pedernal Grande tienen las áreas con los daños más severos del megaincendio apagado el 25 de abril pasado
Agustín del Castillo / Guadalajara. MILENIO JALISCO
Esta mañana, en Mesa de Nejahuete, los pinos y encinos lucen su habitual formación casi marcial, erguidos en interminables hileras, algunos retorcidos y enjutos, otros garbosos y casi aéreos, mientras la luz solar penetra por los entresijos, y se mezcla con polvo y cenizas.
Son troncos recios, pero han trocado su coloración café y parduzca, y su ruda corteza, a una quebradiza y uniforme negritud. Las copas del dosel sólo exhiben las nerviosas excrecencias de los árboles, pero están completamente desnudas; el piso, donde la hojarasca quebrada y amarillenta era tapiz de un eterno otoño, y los matorrales prosperaban como islas enanas bajo los gigantes impertérritos, hoy apenas se cubre por una fina capa de humus oscuro de consistencias minerales.
Es un bosque de fantasmas, de iluminaciones místicas entre el silencio y los vapores secos, de caídas sorprendentes hacia barrancas sañudas e inertes, de piedras desarropadas de verdores y sombras; la república de los condenados: apenas un fragmento del medio millón de víctimas que cobró el fuego tirano extinguido, tras pasar por 8,177 hectáreas de La Primavera, exactamente hace un mes.
El dilatado cementerio demuestra que a diferencia de los elefantes, los árboles sí mueren de pie. Si se sigue hacia la cima, el paisaje desolador mostrará las huellas perdurables del incendio: laderas de fondo atezado con copas amarillas de vegetación muerta y troncos carbonizados que se entremezclan con pasajes verdes pletóricos de seres vivos.
El camino entre Nejahuete y Pedernal Grande ofrece el mismo cóctel de desolación y plenitudes. Es una ruta hacia el centro del bosque. El Pedernal ya tenía huellas recientes de otro desastre: en 2005 sufrió los daños más severos del megaincendio sobre 11,148.7 hectáreas. Así, la tragedia natural es allí doble: todos los renuevos, esos árboles que se habían abierto paso en siete años desde la calidad de semillas o como individuos introducidos, han quedado privados de futuro. Pero la vida es necia y se empeña en milagros: en la base de algunos de esos pequeños seres, la mata verde estrellada de los Pinus michoacana vuelve a brotar, no obstante la orfandad del entorno y la escasez de humedad.
“Lo que hemos visto en la zona de Nejahuetes es un bosque casi completamente muerto, porque le pasó encima un incendio de copa, y al carbonizarse desde la punta a la base, esos árboles difícilmente tienen otra oportunidad [...] aquí en Pedernales vemos muchos árboles pequeños que también morirán, aunque algunos podrían recuperarse; también podemos ver pequeñas manchas de pasto que brotan con la oportunidad que le ha dado el fuego”, señala el guía de la visita, Iván Guardado Castañeda, de oficio guardabosque.
Los animales se han marginado, pero no las aves, que recolonizan bulliciosas espacios abiertos. Hace mes y medio, un ciclista pasó al lado de un puma en una ruta de Nejahuetes, pero ante lo inesperado del encuentro y lo rápido de su pedaleo, “apenas vio que le mostró los dientes”. Hoy se ignora el paradero de la evasiva fiera. Pero no se puede evitar una numerosa colonia de buitres adormecidos plácidamente, trepados sobre un árbol vigoroso, contiguo al río Caliente, al límite norponiente del desastre. Los zopilotes, de mala reputación y valiosos servicios a la sanidad de la naturaleza, recuerdan que la destrucción de unos es la vida para otros.
Hacia el ejido La Primavera, las instalaciones hospitalarias de la zona se han salvado por unos metros de ser literalmente devoradas. Hay pocos visitantes, pues la muerte —aun en tiempos de violencia cotidiana— mantiene su tufo desagradable entre los humanos olvidadizos. El agua caliente mana generosa desde sus calderas del subsuelo, como lo ha hecho por decenas de miles de años, y hiende el paisaje.
Los últimos pinos muertos enmarcan la brecha, en silencioso homenaje a la gratuidad del sol, que también les dio la vida.
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Claves
Datos del incendio
► Superficie estimada: 8,177 hectáreas quemadas (Conafor)
► Duración: 21 al 25 de abril de 2012 (cinco días)
► Hora de detección: 10:36 am
► Combatientes: 900
► Costo del combate del incendio: 7.5 millones de pesos
► Daños: la zona con daños severos abarca sobre 1,200 hectáreas, pero en la última evaluación, apenas se reconoce 0.3% de superficie con daños severos, con recuperación a mediano y largo plazo: unas 35 hectáreas
► 39.3% de la zona afectada tiene daños “medianos” con recuperación a corto y mediano plazo; 57.7% se recuperará en el corto plazo y 2.7% del polígono no fue afectado
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