sábado, 27 de mayo de 2017

El cacique maderero que fue el amo de Manantlán



Longinos Vázquez se dijo el maderero más poderoso del país entre 1948 y 1960, e inspiró la novelística de Agustín Yáñez. Es el más prominente de los caciques de esas montañas.

Agustín del Castillo / Guadalajara. MILENIO JALISCO. 

El 4 de junio de 2015, un diario de la localidad reportaba el "muy sentido fallecimiento del señor Rodolfo Longinos Vázquez de Niz, quien durante más de 100 años vivió una vida plena rodeada del amor de sus seres queridos".

La misa de cuerpo presente "se efectuó en el templo dedicado al Santísimo Redentor y el triduo de misas tuvo lugar en el templo de Nuestra Señora de la Soledad"; el autor de la esquela enviaba condolencias y afecto para sus hijos y su familia extendida. Pero no explicaba la extraña trascendencia de un empresario tan famoso en los años 50 y 60 del siglo XX, que dicen, inspiró a Agustín Yáñez para la figura de Tiburcio Lemus, un saqueador de bosques de La tierra pródiga.

adero con todas las de ley, y con viveros, y hasta industrializar los desperdicios; para no ir muy lejos, ese mentado Tiburcio Lemus ni zacate ha dejado en leguas y leguas [...] Ése sí que merece ir a las Islas Marías de por vida, con los perjuicios que ha causado no sólo a estas tierras sino al país con sus cortes desaforados, que todo lo arrasan; allí sí que por donde pasa ni una brizna de hierba vuelve a salir, como si atrás echara sal [...] todavía no nos explicamos qué influencias lo cubren para burlar la ley como lo hace y no respetar autoridad alguna; un escarmiento es necesario y usted, señor, tiene que meter la mano con energía", señalan sus enemigos en el relato del escritor, quien se desempeñó como gobernador de Jalisco entre 1953 y 1959, es decir, conoció de primera mano lo que después construyó como ficción. Al hombre real se le ha identificado como uno de los caciques madereros más importantes de cuantos ejercieron poder en la Sierra de Manantlán, ese espacio megadiverso del México occidental que fue arrancado al control de esos "empresarios taladores" entre 1970 y 1987, el año en que otro gobernador del estado, Enrique Álvarez del Castillo, "se fajó", y con apoyo del presidente Miguel de la Madrid, los expulsó de las montañas y las regresó a sus dueños originales, los nahuas de Ayotitlán y los de Cuzalapa, si bien, estos últimos mantuvieron esquemas de control interno en beneficio de unas cuantas familias, que sobreviven hasta ahora.



¿Quién era el verdadero Longinos Vázquez? Una tesis de licenciatura en el Iteso, "Cuzalapa y Ayotitlán: el derecho de los vencidos, 500 años después", presentada por los abogados Jacqueline Ana Brockmann y Óscar González Gari en agosto de 1994, tiene, además de un documentado diagnóstico sobre la historia legal de las tierras y los recursos naturales de los indios reprimidos y sometidos por el general Marcelino García Barragán –nativo de Cuautitlán- diversos anexos con entrevistas a actores a favor o en contra del proceso de derechos humanos. El anexo 2 es una entrevista con Longinos Vázquez, quien la concedió el 15 de agosto de 1993, cuando estaba por cumplir 80 años (su fecha de nacimiento es 27 de junio de 1914). Médico de profesión, sólo dedicó cuatro años a su ejercicio, y después se consagró completamente "al negocio de los aserraderos".

- ¿Puede comentarnos cómo fue, con qué motivo o por qué razón decidió instalarse en la sierra de Manantlán y en qué año? El libro editado por el Laboratorio Natural Las Joyas de la UdeG señala que usted llegó a tener hasta cinco aserraderos en la zona.
- Primeramente, mucho antes de Manantlán yo tuve aserraderos y control de toda la costa de Jalisco, Colima, y parte de Michoacán, de maderas finas que yo exportaba a los Estados Unidos y a varios países del mundo; allí fue donde yo me foguee, donde yo me enseñé a trabajar la madera principalmente. Exportaba rollo o trozo, andaba por todos los litorales [...] entresacaba madera y la cargaba en barcos en casi todas las pequeñas bahías de esa zona: Manzanillo, Tenacatita, Careyes, Careyitos, Chamela y otras. Quien primero me informó de Manantlán fue tu tío Víctor González Luna [tío del autor, Óscar González Gari] en un viaje que hizo él conmigo a la costa; en ese entonces yo tenía muchas ambiciones, era muy jovencito, tendría cuando mucho 30 años [...] le pregunté sobre el negocio de Manantlán y me dijo: no, no, no Vázquez, eso es una cosa de americanos, es grande, es mucho muy grande. Yo nomás lo escuché, pero no se me quitaba de la mente y me di cuenta de que esa compañía no pudo, ni siquiera llegó a El Durazno...

Longinos Vázquez le relata a González Gari que las compañías de EU reciben la infraestructura de caminos del gobierno, mientras en México no. Se ufana de haber hecho 90 por ciento de brechas y caminos y de haber adquirido en 60 mil dólares, los derechos de monte de 20 mil hectáreas de Manantlán. Esas montañas fueron su verdadero negocio.

"...yo me di cuenta que se podía hacer un negocio muy grande cuando vi primero, a pie, aquellos arbolones enormes de la Sierra Madre Occidental [en realidad es Sierra Madre del Sur, pero el error también lo comente Yáñez al describir su Tierra pródiga]. Era un lugar completamente inaccesible, por eso fracasaron los gringos o a las dos o tres compañías que estuvieron antes que yo y que me vendieron [...] yo tenía en esa época mucha maquinaria, tenía más o menos 32 años y mucha experiencia, cargaba muchos barcos y tenía mucho crédito, inclusive todo el pueblo de Manzanillo, que es al que le debo prácticamente toda mi riqueza...".

Su poder, de acuerdo a sus descripciones, era inmenso. Debió hacer frente a una veda forestal del gobierno federal, y lo derrotó con amparos. Mientras otros taladores del país se sometieron, Longinos Vázquez mantuvo su alta producción. "En el bosque de Manantlán no había por qué implantarse una veda, porque los árboles eran ya milenarios y ya estaban pudriéndose, ya estaban viejos, entonces forzosamente debían explotarse".



Calcula en casi seis mil los empleos directos, entre una decena de aserraderos en tierras altas y bajas, y la carga de barcos. Su especialidad, las maderas finas: caobilla, primavera, rosa morada, huanacaxtle, habillo, cedro, barcino, campisirán, verdecillo o guayacán. En la parte alta, explotaba primordialmente pino y oyamel, pues desde entonces, el encino no tenía mercado. Asegura el empresario que era la región maderera más rica y productiva del país, y que su poder era tal, que podía manipular precios de la madera en la ciudad de México, además de sus cuantiosas exportaciones a Estados Unidos y naciones europeas. "Mi flotilla cuando mucho llegaba a 150 camiones. Siempre estaban trabajando de 200 a 300 camiones, que bajaban de El Durazno a Manzanillo. El récord más grande fue una vez que en 24 horas bajaron 225 camiones cargados de madera porque se estaban cargando barcos grandes...".

Asegura que no había disputas agrarias ni políticas, sino que habitaba en la sierra un reino de paz del cual era el civilizador. Su valor de empresa superaba 100 millones de pesos al tipo de cambio de esas décadas de "desarrollo estabilizador". El gobierno de Adolfo López Mateos lo hizo vender todo; "me usaron como trampolín, ya que estaba toda la infraestructura". No le tocó a Longinos el parto de la reserva de la biosfera, las luchas de los moradores de Ayotitlán, la quema de maquinaria, la cárcel para empresarios codiciosos ordenada por el gobernador Álvarez del Castillo. Para ese entonces, asegura que se había arruinado.

Pero ni esas tres décadas desde la expulsión total de los caciques de la madera ha sido definitiva. Al lado oriente de las montañas, el principal factor actual de poder empresarial es Peña Colorada, una minera que fue paraestatal, y ahora es parte del juego de la globalización. Se asegura que produce 35 por ciento del hierro mexicano. Y como aparentemente ubica su aprovechamiento en tierras en disputa con los nahuas de Ayotitlán, los conflictos y, la violencia interna de la comunidad nahua se aceita en el dinero de la transnacional. Así, se aferra en la región la premodernidad: parece que hay cacicazgos para rato.



Peña Colorada no logra desistimiento de amparo

El amparo 462/2013, cuyas suspensiones tienen en vilo desde hace dos años la explotación de hierro más importante del país, del consorcio Benito Juárez Peña Colorada, se mantiene vigente pese a los esfuerzos del impugnado presidente del comisariado ejidal, Ernestino Ciprian Ocaranza, por lograr el desistimiento en una asamblea, el pasado domingo.

"La asamblea se realizó, pero no tomó acuerdos claros, no terminó; a la hora de querer imponer el acuerdo votaron pocas gentes, y aunque dijeron que se había aprobado nunca dijeron quiénes estaban en contra, y la gente se levantó y no firmó nada, por eso no se levanto el acta", aseguró el asesor legal del juicio, Pedro León Corrales, del Instituto de Derecho Ambiental (Idea).

El acta "no la conocemos porque no la ingresaron al juzgado; iban a aprobar el desestimiento y estábamos esperando, no llego en toda la semana pero nosotros suspendimos el procedimiento con una queja y hoy [ayer] metimos otra queja porque no nos admitieron la demanda contra la personalidad [de Ernestino] para ser comisariado; hay dos quejas, y eso implica que se pueden tardar de tres a seis meses, queda subjudice el asunto y Peña Colorada no puede impedirlo", destacó.

SRN


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