miércoles, 2 de enero de 2019
Año nuevo: arrancan 5 obras
Obras para mejoramiento vial, pero que complicarán la movilidad temporalmente
Agustín del Castillo / Guadalajara-NTR
La obra pública tiene como fundamento crear infraestructura para mejorar los servicios y en consecuencia, la calidad de vida de los moradores de la metrópolis. Ese es su aspecto positivo. El negativo es al menos temporal: implica movilización de maquinaria y vehículos que provocan emisiones, desplazamientos de materiales que provocan aire particulado y atorones viales que maximizan las emisiones de más de 2.1 millones de automotores que circulan por la ciudad, cuya tasa de motorización es solamente inferior a la de la ciudad de Monterrey, Nuevo León, y muy por encima de la Ciudad de México, y que en invierno tiene sus peores niveles de contaminación.
El gobierno de Jalisco anunció ayer que ha comenzado el año 2019 con frente de obra pública en Zapopan, Tonalá y Guadalajara.
“Con una inversión superior a los 131 millones de pesos, a partir del 2 de enero habrá cierres parciales en algunos tramos de las avenidas Laureles, Tonalá y Revolución; también arrancarán las obras de la ciclovía de la avenida Ávila Camacho”, anunció la autoridad por medio de un comunicado. Se trata fundamentalmente de obras viales: “las intervenciones, que llevará a cabo la Secretaría de Infraestructura y Obra Pública estatal (SIOP), comenzarán simultáneamente el miércoles 2 de enero en Zapopan, Tonalá y Guadalajara y se calcula que terminarán en un plazo de 16 semanas aproximadamente, con una inversión de más de 131 millones de pesos”.
La autoridad pretende hacer frente al problema de las emisiones y asegura que en ningún caso se bloqueará completamente la movilidad: “para consultar a detalle los tramos que tendrán una reducción de carriles (no habrá cierres totales), los ciudadanos podrán atender las señales colocadas en cada sitio o ingresar a las cuentas oficiales del Gobierno de Jalisco en Facebook o Twitter: @GobiernoJalisco”.
En términos generales, estas obras que buscan mejorar movilidad, y que significan una reducción de emisiones, ocasionan paradójicamente un aumento de emisiones de forma temporal. La reducción de la velocidad de los automotores es la principal fuente de esas emisiones.
¿Por qué los autos pueden generar un problema tan severo? Además de gasolinas de calidad inferior, está la baja eficiencia de los motores de combustión interna, que en promedio es de apenas 20 por ciento, mientras en modelos más recientes apenas se acerca a 40 por ciento. Esto se cruza con el tema de la altitud y la temperatura: en una ciudad de 1,500 a 1,600 metros de altitud, como Guadalajara, la quema de combustible es más elevada que en una ciudad al nivel del mar. Y el cuarto elemento, el más decisivo: la eficiencia de la quema de combustible baja cuando la movilidad no fluye, porque cada freno y arranque implica un consumo extra de 1.25 por ciento, y eso sucede en zonas saturadas de autos: si se recorre un kilómetro lenta pero no constantemente, y se acumulan diez arranques, eso significará consumir 12.5 por ciento más de gasolina, según cálculos del investigador Antonio Gómez Reyna.
1 Andador y ciclovía en avenida Laureles (920 metros lineales, de Pedro Moreno a Juárez). “La intervención, que se llevará a cabo en las inmediaciones del Mercado del Mar, incluye la renovación completa del paisaje urbano que contempla, entre otras acciones, la ampliación de banquetas, la renovación de carriles laterales, la instalación de concreto hidráulico, la colocación de ciclopuertos, luminarias solares, alumbrado público, jardinería y bocas de tormenta”.
2 Rehabilitación de colector (Linner) de 42 metros de diámetro sobre la avenida Ávila Camacho, entre las calles Obelisco y Bandera Nacional.
Guadalajara
3 Paisaje urbano, andador y ciclovía en avenida Revolución (mil 72 metros lineales, de Dr. Pérez Arce a Mota Padilla). “Esta obra contempla la construcción de nuevas banquetas, ciclovía, camellón y la renovación de la superficie de rodamiento, cubriendo un área total de más de 18 mil metros cuadrados”.
Tonalá
4 Conexión troncal de transporte público en avenida Tonalá (350 metros lineales, entre la avenida Revolución y la calle Siete Leguas). “Se rehabilitarán los carriles laterales, ciclovía y se ampliarán las banquetas. Se instalarán baldosas podotáctiles para personas con discapacidad visual, rampas, señalética horizontal, semáforos, jardinería, nuevo cableado eléctrico, redes hidrosanitarias y de captación pluvial. También se repavimentará con concreto hidráulico la superficie de rodamiento”.
Zapopan y Guadalajara
5 Ciclovía en Ávila Camacho (4.6 kilómetros lineales, desde la Glorieta de La Normal hasta los Arcos de Zapopan). Correrá en ambos sentidos. “Esta obra facilitará la movilidad no motorizada y sustentable de más de 100 mil personas, las cuales podrán recorrerla de manera segura gracias a la instalación de bolardos abatibles, balizamiento y nueva señalética horizontal y vertical”.
La ZMG sufre otro día complicado
Agustìn del Castillo/Guadalajara-NTR
Ayer se volvió a evidenciar el problema que padecen las grandes ciudades mexicanas cuando se juntan problemas de clima con la cultura popular de festejar con fuego y pirotecnia el fin año.
Un problema de estabilidad atmosférica propició que hace una semana Guadalajara alcanzara el estatus de la ciudad más contaminada del país, acompañada en esta contingencia por las otras dos grandes conurbaciones nacionales, la Ciudad de México y Monterrey.
La jornada del Año Nuevo registró polución muy inferior a la registrada en Navidad, pero suficiente para que se decretara contingencia nuevamente en las tres metrópolis.
“Se hizo un fuerte trabajo de prevención en esta ocasión, y los resultados están a la vista. Sin duda también ayudó la humedad del día de ayer (31 de diciembre), situación que no se tuvo en las horas del 24 al 25 de diciembre, en que se dispararon los puntos Imeca (Índice metropolitano de la calidad del aire) en el sur de la ciudad”, reconoció el secretario de Medio Ambiente y Desarrollo Territorial de Jalisco, Sergio Graf Montero.
Ese día, Guadalajara superaba los 320 puntos Imeca en la estación Santa Fe para registrar la fecha con peor calidad del aire desde que existe la red de monitoreo atmosférico (que entró en operaciones con ocho estaciones entre 1993 y 1994) y establecer fase 3 (aunque sin tomarse la precaución de suspender vías recreactivas en todos los puntos de la ciudad). Las otras dos capitales se iban a fase uno, también bajo la misma causalidad climática, con la ventaja de contar con estaciones que miden también las partículas suspendidas menores a PM 2.5, cuyo registro en Guadalajara es incipiente.
Tanto Guadalajara como México sólo rebasaron 150 imecas la jornada de Año Nuevo, y le tocó a Monterrey alcanzar los 292 puntos en una estación, pero del contaminante PM 2.5.
Estas partículas son más finas que las que registra el PM10, lo que las hace potencialmente más dañinas ´para los organismos vivos. Ya está en la norma la obligación de medirlas, pero Guadalajara se ha retrasado en el tema y solo se mide parcialmente, en seis de las 10 estaciones de monitoreo. Su ausencia es en las estaciones de Las Pintas (donde se registró la crisis de PM10 hace una semana), Tlaquepaque, Loma Dorada y Oblatos.
Días complicados
¿Por qué este arranque de invierno ha sido tan complicado?
“La presencia de un sistema de alta presión que afecta al centro del país desde hace varios días ocasiona estabilidad atmosférica, viento débil y escasa dispersión, lo cual ha propiciado concentraciones de PM10 (partículas suspendidas menores a 10 micras) por arriba de la norma”, explicó la Comisión Ambiental de la Ciudad de México, tras la jornada de hace una semana.
Durante la noche del 24 y la madrugada del 25 de diciembre se adicionó la presencia de una inversión térmica de superficie y se presentaron emisiones adicionales generadas por juegos pirotécnicos, fogatas y quemas de otros materiales que incrementaron los niveles de contaminación por PM10 en toda la zona noreste del Valle de México, concluyó.
martes, 1 de enero de 2019
Transporte público: las rutas de la pesadilla
Las dificultades que gran parte de la población enfrenta para subsistir se ven agravadas por la ineficiencia del transporte público que, como en el caso de la Zona Metropolitana de Guadalajara, es insuficiente, inseguro y costoso. Este reportaje revisa los principales retos que hay que encarar si realmente se quiere mejorar la vida de millones de personas con un sistema que les permita desplazarse
Agustín del Castillo/Magis
La señora K. habita en uno de los clusters de una inmensa ciudad perdida llamada pomposamente Hacienda Santa Fe, la joya de la corona de la inmobiliaria Homex en Tlajomulco, al sur de Guadalajara. Tan perdida, que uno de los desafíos es su invisibilidad, no obstante que alberga, en 148 secciones, más de 15 mil viviendas, 12 mil de ellas habitadas por casi 60 mil moradores. Es tan populosa como una ciudad media del tamaño de Autlán.
Tomada como un fenómeno aislado, es seguro que no existe urbe en el mundo que se haya hecho adulta tan pronto: en 2000 esto era un erial, un vasto descampado alejado de la mano de Dios y del progreso, con milpas aquí y allá, alguna choza o algún galerón de fierros y asbesto, calles estrechas y terracerías que empezaban a ser siniestras con la inquietante presencia de microempresarios dedicados a los que, a la postre, son los tres giros más exitosos de la comarca: las drogas al menudeo, la gasolina barata (sin cobro de impuestos) y el enterramiento clandestino de cadáveres.
Dieciocho años después, la vida corrió con rapidez para Hacienda Santa Fe, que en 2006 ya había vendido 97 por ciento de las casas montada en la revolución de la vivienda del gobierno de Vicente Fox. Ese desarrollo a trompicones fue similar al que tuvo K., cuya adultez también fue prematura: apenas ha cumplido 24 años de edad, tiene cuatro hijos y la redención tiene para ella sabores agridulces. Hace doce años se mudó a Tlajomulco después de haber nacido y vivido en una pobrería del barrio de Mexicaltzingo, donde su madre la torturaba con fuego cuando “se portaba mal”, lo que fue un aliciente para que cultivara esa insumisión que aún hoy tanto saca de quicio a su progenitora, que ha vuelto a migrar y ha dejado a sus hijos regados por el valle del sur de Guadalajara, irónicamente llamado “de la Misericordia”.
El caso es que llegó el progreso. El ayuntamiento local dio los permisos, y los constructores, con dinero de los contribuyentes facilitado por el programa de vivienda más ambicioso en un siglo, financiaron la edificación en 109 hectáreas. Hacienda Santa Fe prometía sin recato: “Lo tienes todo…”. Los más desfavorecidos acudieron por una unidad habitacional aunque sólo alcanzaran algunos puntos y apenas tuvieran antigüedad en el Infonavit. La publicidad ofrecía una espléndida visión de futuro: calles bien trazadas, fachadas sencillas pero hermosas, muros para contener a la delincuencia, agua a toda hora, red de alcantarillado, luminarias, jardines extensos para olvidar la miserable existencia en vecindades o casas de cartón de la metrópolis del pasado. Y transporte público y espacios para auto, para no dejar de acudir puntuales al trabajo o a la escuela en la vieja ciudad castellana de más de cuatro y medio siglos, que palpitaba, quizás envidiosa, al otro lado de las bardas.
A Hacienda Santa Fe llegaron, encandilados y rebosantes de sueños, la madre de la entonces adolescente, ella y sus seis hermanos, en 2008. K. probó las drogas a los 12 años y se embarazó por primera vez a los 14. Sólo terminó la primaria. Ahora se ha separado de su tercera pareja y trabaja en una fábrica de cartones en la Zona Industrial de Guadalajara… O trabajaba, hasta comienzos de diciembre de 2018.
Si 40 por ciento de los habitantes de la ciudad no puede pagar la tarifa completa de transporte, según los datos del director del Instituto de Movilidad y Transporte del estado de Jalisco, Mario Córdova España, en Hacienda Santa Fe la cantidad de quienes están impedidos de hacer ese gasto debe de ser el doble. Tampoco hay un transporte eficiente. Más dinero se va en los servicios pirata, como el de los mototaxis. K. dice que son un lujo, pero que vale la pena pagar 60 pesos para moverse a Chulavista, otro caserío perdido, al sur de la ciudadela. Porque los camiones suelen demorar y hay que caminar muchas cuadras hasta llegar a las avenidas principales. La inseguridad es permanente, y más para una mujer joven. “A veces me tengo que echar a correr porque los señores me quieren jalar con ellos”, confiesa sin mucho apuro, como si se tratara de algo normal y cotidiano.
La muchacha devenida ama de casa perdió la tutela de su hija mayor, que habita un albergue del dif de esa municipalidad. La ve cada jueves, siempre que le toque descanso, y si su camión pasa a tiempo, pues hay un horario fijo de visitas y debe viajar hasta la cabecera municipal. El tiempo entre el paso de un autobús y el siguiente es muy espaciado. El taxi cobra 160 pesos: lo que K. gana en un día. La pequeña tiene 10 años, se la quitaron a K. porque se comprobó que hubo una agresión física por parte de una expareja. Ahora que vive con su hermana espera que se la regresen, aunque el último de sus hombres no le da ni siquiera una mesada para sus otros tres hijos, y su salario es bajísimo.
O, más bien, lo era, porque a finales del año fue despedida de la cartonera por llegar tarde. Rotaba horarios: doce horas diarias por la noche durante dos días, doce por el día durante otros dos, y cuatro jornadas de descanso. Hora y media arriba de un camión para llegar de los suburbios a la Zona Industrial, cerca del centro de Guadalajara. Pero las unidades se demoraban y siempre iban llenas, se justifica la niña prematuramente crecida.
Promesas incumplidas
Los estudios y la estadística le dan la razón a la señora K. De la superficie de una ciudad cuya “huella” discontinua ya se extiende sobre 100 mil hectáreas (datos del Instituto Metropolitano de Planeación, Imeplan), 40 por ciento carece de transporte público formal, explica el académico del ITESO Raúl Díaz, integrante del Observatorio Ciudadano de Movilidad. Con la llegada de una nueva administración estatal, al asumir Enrique Alfaro la gubernatura de Jalisco el pasado 6 de diciembre, los problemas del transporte siguen intactos, mientras surgen otros nuevos. En esencia, se ha gastado mucho pero mal. El investigador destaca, por ejemplo, que con 10 por ciento de lo que costará la línea 3 del Tren Ligero se habría podido renovar por completo el parque de vehículos que proveen el servicio. Una condición para que las personas abandonen de forma gradual la exasperante “motorización” (aunque la señora K. es atípica en este sentido): cada día hay más autos que nacimientos de bebés. Entre 2006 y 2018 fueron paridos alrededor de 200 bebés al día en la metrópolis, mientras que se incorporaron unos 300 autos por jornada al parque vehicular, según una estimación conservadora.
¿Por qué es tan difícil para Guadalajara atacar la mala calidad y la discontinuidad del servicio de transporte público?
La coordinadora del Observatorio Ciudadano de Movilidad Sustentable de Jalisco, Belén Vázquez, no se muestra del todo pesimista respecto a los saldos dejados por la administración del gobernador Aristóteles Sandoval, pero hay muchas manchas: “Tuvimos grandes avances en cuanto a movilidad no motorizada, porque se logró visibilizar la problemática que viven los ciclistas, se amplió la vía para bicicletas, tenemos la bici pública [el sistema MiBici]; creo que por ese camino sí avanzamos. En cuanto al transporte público, gracias a la presión que la sociedad hizo en medios, migramos al sistema de ruta-empresa, el anterior era un sistema que ya estaba totalmente colapsado; hubo presión mediática reforzada por todos los accidentes en que se vio involucrado el transporte público, por las muertes ocasionadas; fue como el acabose para que el gobierno del estado tomara como prioridad el asunto; pero, aunque se intentó hacer una mejora en esto, no se logró consolidar”, señala.
Coincide en los matices Mario Córdova España, titular del hoy extinto Instituto de Movilidad y Transporte: hay avances grandes en la movilidad sustentable, pero se necesita afianzar el modelo ruta-empresa y establecer como política pública esquemas de subsidio ante el hecho de que casi la mitad de la población está imposibilitada para pagar incluso la tarifa de siete pesos. Por otro lado, no es una cuestión sólo de ciudades desiguales y con amplias capas de pobreza: París y Londres, dos de las urbes más ricas del mundo, son ejemplos de tarifas de bajo costo. Esto incluye hacer también una integración del sistema, a fin de que el usuario no deba pagar más debido a la desvinculación entre las distintas modalidades de transporte, y también a causa de su ineficiencia.
El también académico sostiene —y la historia de la señora K. es un buen ejemplo— que el modelo de desarrollo urbano expansivo es tan malo como las políticas que derivan en gentrificación, es decir, la expulsión de población de zonas habitacionales tradicionales. Al extenderse la ciudad sin control, y al separar las zonas de trabajo y escuela de la de las viviendas, se alargan distancias y tiempos y se expone al ciudadano a la inseguridad, a la contaminación y al creciente estrés.
“Es necesaria una política de vivienda que compacte las zonas consolidadas, del centro, y atraiga habitantes de todas las capas sociales; aprovechar de forma eficiente y equitativa los corredores de movilidad y no ocasionar la gentrificación”, subraya. La dispersión urbana es altamente problemática porque hay solamente unos 5 mil 500 camiones para movilizar a 1.6 millones de habitantes, mientras que el doble de moradores podría desplazarse cotidianamente en 1.5 millones de autos. Una de las consecuencias de construir de forma errática una ciudad expandida es que millones de personas eviten usar el transporte público: todavía a comienzos de este siglo, alrededor de 70 por ciento de los tapatíos viajaba en camión.
Justo antes de la salida de la administración de Aristóteles Sandoval se publicaron autorizaciones para cobrar el pasaje en 9.50 pesos en las rutas-empresa, lo que demuestra que la autoridad no ha entendido la naturaleza del servicio, sostiene Belén Vázquez.
“Recordemos lo que se había planteado en el comité de tarifas: que una parte era la tarifa técnica, de 9.50 pesos por el aumento en combustibles y en todas las cosas que debe tener un transporte para funcionar, y que otra es la tarifa social, la que debe pagar el ciudadano. Nos basamos en la canasta básica, en lo que pueden pagar las personas en transporte público, y esto se planteó desde un principio, pero se dejó de lado, no se basó en el ajuste en la tarifa social, sino solamente en la técnica. Así que el trabajo del gobierno sí quedó rezagado en la parte que se discutía, la tarifa social, a diferencia de lo que se considera en todas las ciudades del mundo”, insiste.
El “pulpo camionero”
Los críticos hablan del “pulpo camionero”, esa metáfora del núcleo obrero-empresarial que se apoderó de la movilidad de la ciudad creciente desde los años cincuenta del siglo xx. Personificado en los líderes de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), Heliodoro Hernández Loza, y de la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos (CROC), Porfirio Cortés Silva, el mítico conglomerado de intereses tenía poder real: todavía en tiempos tan cercanos como los de la administración de Enrique Álvarez del Castillo (1983-1989), hicieron zozobrar la autoridad de éste tras la instrumentación de un nuevo sistema de rutas más acordes a las necesidades de una ciudad que ya se acercaba a 2.5 millones de habitantes. El gobernador, que era de carácter recio, se vio obligado a recular.
Ese modelo de “permisionarios” ha predominado hasta ahora: un empresario obtiene una concesión y compra un camión; su operador gana conforme al número de pasajes que cobre, lo que explica en parte la pésima calidad de un servicio en el que la disputa por los pasajeros prevalece por encima de la seguridad y el confort de éstos. Además, no se atienden de forma adecuada los puntos alejados, como bien lo sabe la señora K. en Hacienda Santa Fe, donde los transportes irregulares ya han creado un nuevo grupo de interés que muchos analistas no vacilan en calificar de “mafioso”.
Jesús Arreola, un aguerrido dirigente de permisionarios de la ruta 622 (una de las más largas de la ciudad), desestima la “leyenda negra” y, por el contrario, acusa al gobierno saliente: “Las de Aristóteles Sandoval creo que fueron propuestas mal enfocadas, no con el objetivo real y legítimo de mejorar el sistema de transporte; pienso que lo enfocaron más bien en hacer un negocio propio, poniendo de pantalla o de cortina la apariencia de mejorar el sistema. Pensamos que el objetivo real de ellos era hacer su negocio, con amigos, con socios capitalistas que tenían por ahí; el objetivo real no era mejorar el sistema de transporte…”.
—Este señalamiento que hace ha sido recurrente con otros gobernadores, que supuestamente encuentran en el área del transporte un espacio de negocio…
—Yo tengo 30 años en el transporte y no he visto de otra; cada sexenio es la misma situación.
No obstante, las pruebas no aparecen; el líder gremial asegura que se debe a que “nunca he estado del lado de ellos”, quienes presuntamente tendrían todo el poder para simular procedimientos legales y beneficiarse “por debajo del agua”.
Tras desacreditar al Observatorio de Movilidad, y señalar como irracionales las exigencias de unidades nuevas o sistemas de prepago, agrega: “La cosa es que nos pongamos conscientes los dos bandos, la autoridad con los transportistas: teniendo certeza financiera, que sea viable; nosotros tenemos la disposición de hacer los cambios en el transporte, en lo que se requiera, y en lo que nos alcance, con los medios económicos a nuestro alcance”.
—¿Todavía existe el “pulpo camionero”?
—Yo comencé en el transporte hace 30 años y no he conocido al “pulpo camionero”; un pulpo tiene muchos brazos. Estoy en el área de subrogados, y yo no veo que exista esta situación, cada ruta toma sus decisiones de forma independiente, sin que alguien ordene nada. En transporte subrogado son 52 rutas, que dependen del Sistecozome; quizá se refieran a la Alianza de Camioneros [herencia de Heliodoro Hernández Loza, líder cetemista], de varias rutas que hicieron una alianza en aquel tiempo, cuando un grupo de administradores tomaba las decisiones de algunas rutas. Pero en realidad yo no tengo muy claro ese concepto de “pulpo camionero”.
Los desafíos
Raúl Díaz, académico del ITESO, refiere los grandes desafíos en el asunto que enfrentará la administración que recién asume, del gobernador Enrique Alfaro Ramírez.
El primero es el de la seguridad. “No es posible que los accidentes viales parezcan normalizados; ya no nos asombra que haya un atropellado, un caído del camión […] tenemos una estadística de 50 muertes anuales por el sistema de transporte público. Muchas de estas muertes son por la falta de cuidado de los conductores; aquí el factor humano cuenta mucho, y tiene que ver con que exceden la velocidad, con que no respetan el derecho de paso de los peatones o de los ciclistas, no se respetan ni las leyes ni los reglamentos de tránsito, y lo peor de todo es que aún no tenemos un modelo de transporte público ordenado, de tal manera que los conductores no vayan jugando carreras por el pasaje. Realmente, subirte a un camión es un riesgo…”.
El segundo desafío es la accesibilidad: “Hay que pensar en un binomio obligado entre el peatón y el camión: no podemos pensar en resolver el asunto del camión sin tener en cuenta el tránsito peatonal en la ciudad. Hay una encuesta que hace cada año Jalisco Cómo Vamos, y lo que ha revelado es que cinco por ciento de la gente que vive en la Zona Metropolitana de Guadalajara declara no tener una banqueta: éste es un asunto terrible, porque si piensas en transporte público, lo debemos pensar desde que salimos de la casa: transporte, banqueta, calle, puente peatonal, todo esto debe considerarse en el tema de accesibilidad. Y otro punto que es gravísimo es el de la vuelta a la derecha continua. No sé qué esperamos para derogarla, que se prohíba la vuelta continua para darle libre paso al peatón […] El enfoque debe ser siempre la persona. No sólo queremos que la persona vaya segura en el camión: queremos que la persona, desde que sale de su casa, vaya a trabajar de manera segura, y que regrese de manera segura, es decir, como una cadena de viaje, mucho más accesible y segura”.
El tercer reto es mejorar el estado de los vehículos de transporte, porque si se mantienen unidades incómodas, sucias, de suspensión y frenado muy duro, el pasajero no valora ninguna ventaja respecto al auto particular, lo que se ha demostrado en estudios realizados en ciudades como Bruselas, donde un investigador encuestó a los usuarios y descubrió que, en la medida en que el confort aumenta, los automovilistas están dispuestos a dejar su auto en casa.
Raúl Díaz señala como cuarto aspecto uno que a la señora K. le importa de modo fundamental: la cobertura. De la mancha urbana, 40 por ciento simplemente carece del servicio, y en las zonas periféricas es discontinuo y está fuertemente ligado a caprichos o necesidades personales de los operadores. (Un ejemplo que el investigador encuentra delirante es la prohibición de acceso de transporte público al aeropuerto, en contraste con todas las grandes ciudades del mundo.)
El quinto reto es la “accesibilidad universal”, entendida como la posibilidad de recibir a la población con discapacidades físicas en todas las unidades. Es algo que actualmente ni siquiera está previsto por la ley, pues las adecuaciones (como rampas y elevadores) solamente se exigen a 10 por ciento de los camiones por cada ruta, y esto por no hablar de las escasas unidades que pueden transportar bicicletas. Esto lleva al sexto reto, que es la integración intermodal: que un automovilista o un ciclista puedan dejar sus vehículos en sitios seguros y seguir su viaje en el Tren Ligero, en el Macrobús o en camión. (Es una oportunidad desperdiciada en el caso de la línea 3 en sus estaciones límite, en Tesistán o en la Central Camionera.)
El reto número siete es la “gestión estratégica”, lo que incluye el modo en que se invierte para mejorar el transporte y hacerlo prevalecer respecto a la movilidad motorizada particular, así como el modo en que se pueden entregar incentivos a los transportistas. Los tres retos finales no son menores: que los operadores mejoren sus condiciones de trabajo para evitar estrés y neurosis, que las calles por donde transitan estén en mejores condiciones para el paso, y que los camiones cuenten con la mejor tecnología para reducir la contaminación que ocasionan.
Pero la ciudad real, la de hoy en día, está bien retratada en la vida de J., responsable de un negocio de café en la zona de la avenida Enrique Díaz de León, cerca del centro de Guadalajara. A J. le toma hora y media de viaje moverse desde su casa, en la parte alta del cerro de La Reina, en Tonalá, hasta su lugar de trabajo. Sin duda, la existencia de la línea 2 del Tren Ligero facilita su traslado, pero la zona entre la estación final, ubicada en el parque de La Solidaridad, y su casa, es caótica en términos de rutas y continuidad, pese a su explosivo crecimiento urbano. Como J. cierra su negocio a las 10 de la noche, suele alcanzar el tren, con la esperanza de que algunos operadores de camiones “nos esperen” a la salida de la estación, a veces con tarifa especial. En caso contrario, tiene que pagar un viaje en taxi o en Uber de 50 o 60 pesos. Y si el tren se le va, lo que no es raro, de 200 pesos en adelante para toda la ruta.
La señora K. tal vez no habría perdido su trabajo si la situación del transporte en Guadalajara fuera diferente. Está preocupada porque la psicóloga del DIF no ve progresos en el modo en que asume sus responsabilidades, “y así, sin trabajo, no me van a regresar a la niña”, subraya angustiada. Una vecina la ha invitado a unirse a una empresa como “dama de compañía”, y aunque no se engaña, y sabe que es prostitución, “de cualquier modo es un trabajo: ya ve, nomás tengo la primaria”, señala con coquetería. Sus hermanas la regañan. “Yo estuve en las drogas muy chiquilla, y luego me mataron a mi hermano hace poquitos meses, entonces me acuerdo, me deprimo y me dan ganas de olvidar todo lo malo, como cuando iba con mis amigos y nos escondíamos en el Cerro del Cuatro, era un viaje feliz”, fantasea. Quizá si el camión de las cuatro de la tarde del pasado 1 de diciembre hubiera pasado a tiempo, la Navidad habría sido menos amarga…
Agustín del Castillo/Magis
La señora K. habita en uno de los clusters de una inmensa ciudad perdida llamada pomposamente Hacienda Santa Fe, la joya de la corona de la inmobiliaria Homex en Tlajomulco, al sur de Guadalajara. Tan perdida, que uno de los desafíos es su invisibilidad, no obstante que alberga, en 148 secciones, más de 15 mil viviendas, 12 mil de ellas habitadas por casi 60 mil moradores. Es tan populosa como una ciudad media del tamaño de Autlán.
Tomada como un fenómeno aislado, es seguro que no existe urbe en el mundo que se haya hecho adulta tan pronto: en 2000 esto era un erial, un vasto descampado alejado de la mano de Dios y del progreso, con milpas aquí y allá, alguna choza o algún galerón de fierros y asbesto, calles estrechas y terracerías que empezaban a ser siniestras con la inquietante presencia de microempresarios dedicados a los que, a la postre, son los tres giros más exitosos de la comarca: las drogas al menudeo, la gasolina barata (sin cobro de impuestos) y el enterramiento clandestino de cadáveres.
Dieciocho años después, la vida corrió con rapidez para Hacienda Santa Fe, que en 2006 ya había vendido 97 por ciento de las casas montada en la revolución de la vivienda del gobierno de Vicente Fox. Ese desarrollo a trompicones fue similar al que tuvo K., cuya adultez también fue prematura: apenas ha cumplido 24 años de edad, tiene cuatro hijos y la redención tiene para ella sabores agridulces. Hace doce años se mudó a Tlajomulco después de haber nacido y vivido en una pobrería del barrio de Mexicaltzingo, donde su madre la torturaba con fuego cuando “se portaba mal”, lo que fue un aliciente para que cultivara esa insumisión que aún hoy tanto saca de quicio a su progenitora, que ha vuelto a migrar y ha dejado a sus hijos regados por el valle del sur de Guadalajara, irónicamente llamado “de la Misericordia”.
El caso es que llegó el progreso. El ayuntamiento local dio los permisos, y los constructores, con dinero de los contribuyentes facilitado por el programa de vivienda más ambicioso en un siglo, financiaron la edificación en 109 hectáreas. Hacienda Santa Fe prometía sin recato: “Lo tienes todo…”. Los más desfavorecidos acudieron por una unidad habitacional aunque sólo alcanzaran algunos puntos y apenas tuvieran antigüedad en el Infonavit. La publicidad ofrecía una espléndida visión de futuro: calles bien trazadas, fachadas sencillas pero hermosas, muros para contener a la delincuencia, agua a toda hora, red de alcantarillado, luminarias, jardines extensos para olvidar la miserable existencia en vecindades o casas de cartón de la metrópolis del pasado. Y transporte público y espacios para auto, para no dejar de acudir puntuales al trabajo o a la escuela en la vieja ciudad castellana de más de cuatro y medio siglos, que palpitaba, quizás envidiosa, al otro lado de las bardas.
A Hacienda Santa Fe llegaron, encandilados y rebosantes de sueños, la madre de la entonces adolescente, ella y sus seis hermanos, en 2008. K. probó las drogas a los 12 años y se embarazó por primera vez a los 14. Sólo terminó la primaria. Ahora se ha separado de su tercera pareja y trabaja en una fábrica de cartones en la Zona Industrial de Guadalajara… O trabajaba, hasta comienzos de diciembre de 2018.
Si 40 por ciento de los habitantes de la ciudad no puede pagar la tarifa completa de transporte, según los datos del director del Instituto de Movilidad y Transporte del estado de Jalisco, Mario Córdova España, en Hacienda Santa Fe la cantidad de quienes están impedidos de hacer ese gasto debe de ser el doble. Tampoco hay un transporte eficiente. Más dinero se va en los servicios pirata, como el de los mototaxis. K. dice que son un lujo, pero que vale la pena pagar 60 pesos para moverse a Chulavista, otro caserío perdido, al sur de la ciudadela. Porque los camiones suelen demorar y hay que caminar muchas cuadras hasta llegar a las avenidas principales. La inseguridad es permanente, y más para una mujer joven. “A veces me tengo que echar a correr porque los señores me quieren jalar con ellos”, confiesa sin mucho apuro, como si se tratara de algo normal y cotidiano.
La muchacha devenida ama de casa perdió la tutela de su hija mayor, que habita un albergue del dif de esa municipalidad. La ve cada jueves, siempre que le toque descanso, y si su camión pasa a tiempo, pues hay un horario fijo de visitas y debe viajar hasta la cabecera municipal. El tiempo entre el paso de un autobús y el siguiente es muy espaciado. El taxi cobra 160 pesos: lo que K. gana en un día. La pequeña tiene 10 años, se la quitaron a K. porque se comprobó que hubo una agresión física por parte de una expareja. Ahora que vive con su hermana espera que se la regresen, aunque el último de sus hombres no le da ni siquiera una mesada para sus otros tres hijos, y su salario es bajísimo.
O, más bien, lo era, porque a finales del año fue despedida de la cartonera por llegar tarde. Rotaba horarios: doce horas diarias por la noche durante dos días, doce por el día durante otros dos, y cuatro jornadas de descanso. Hora y media arriba de un camión para llegar de los suburbios a la Zona Industrial, cerca del centro de Guadalajara. Pero las unidades se demoraban y siempre iban llenas, se justifica la niña prematuramente crecida.
Promesas incumplidas
Los estudios y la estadística le dan la razón a la señora K. De la superficie de una ciudad cuya “huella” discontinua ya se extiende sobre 100 mil hectáreas (datos del Instituto Metropolitano de Planeación, Imeplan), 40 por ciento carece de transporte público formal, explica el académico del ITESO Raúl Díaz, integrante del Observatorio Ciudadano de Movilidad. Con la llegada de una nueva administración estatal, al asumir Enrique Alfaro la gubernatura de Jalisco el pasado 6 de diciembre, los problemas del transporte siguen intactos, mientras surgen otros nuevos. En esencia, se ha gastado mucho pero mal. El investigador destaca, por ejemplo, que con 10 por ciento de lo que costará la línea 3 del Tren Ligero se habría podido renovar por completo el parque de vehículos que proveen el servicio. Una condición para que las personas abandonen de forma gradual la exasperante “motorización” (aunque la señora K. es atípica en este sentido): cada día hay más autos que nacimientos de bebés. Entre 2006 y 2018 fueron paridos alrededor de 200 bebés al día en la metrópolis, mientras que se incorporaron unos 300 autos por jornada al parque vehicular, según una estimación conservadora.
¿Por qué es tan difícil para Guadalajara atacar la mala calidad y la discontinuidad del servicio de transporte público?
La coordinadora del Observatorio Ciudadano de Movilidad Sustentable de Jalisco, Belén Vázquez, no se muestra del todo pesimista respecto a los saldos dejados por la administración del gobernador Aristóteles Sandoval, pero hay muchas manchas: “Tuvimos grandes avances en cuanto a movilidad no motorizada, porque se logró visibilizar la problemática que viven los ciclistas, se amplió la vía para bicicletas, tenemos la bici pública [el sistema MiBici]; creo que por ese camino sí avanzamos. En cuanto al transporte público, gracias a la presión que la sociedad hizo en medios, migramos al sistema de ruta-empresa, el anterior era un sistema que ya estaba totalmente colapsado; hubo presión mediática reforzada por todos los accidentes en que se vio involucrado el transporte público, por las muertes ocasionadas; fue como el acabose para que el gobierno del estado tomara como prioridad el asunto; pero, aunque se intentó hacer una mejora en esto, no se logró consolidar”, señala.
Coincide en los matices Mario Córdova España, titular del hoy extinto Instituto de Movilidad y Transporte: hay avances grandes en la movilidad sustentable, pero se necesita afianzar el modelo ruta-empresa y establecer como política pública esquemas de subsidio ante el hecho de que casi la mitad de la población está imposibilitada para pagar incluso la tarifa de siete pesos. Por otro lado, no es una cuestión sólo de ciudades desiguales y con amplias capas de pobreza: París y Londres, dos de las urbes más ricas del mundo, son ejemplos de tarifas de bajo costo. Esto incluye hacer también una integración del sistema, a fin de que el usuario no deba pagar más debido a la desvinculación entre las distintas modalidades de transporte, y también a causa de su ineficiencia.
El también académico sostiene —y la historia de la señora K. es un buen ejemplo— que el modelo de desarrollo urbano expansivo es tan malo como las políticas que derivan en gentrificación, es decir, la expulsión de población de zonas habitacionales tradicionales. Al extenderse la ciudad sin control, y al separar las zonas de trabajo y escuela de la de las viviendas, se alargan distancias y tiempos y se expone al ciudadano a la inseguridad, a la contaminación y al creciente estrés.
“Es necesaria una política de vivienda que compacte las zonas consolidadas, del centro, y atraiga habitantes de todas las capas sociales; aprovechar de forma eficiente y equitativa los corredores de movilidad y no ocasionar la gentrificación”, subraya. La dispersión urbana es altamente problemática porque hay solamente unos 5 mil 500 camiones para movilizar a 1.6 millones de habitantes, mientras que el doble de moradores podría desplazarse cotidianamente en 1.5 millones de autos. Una de las consecuencias de construir de forma errática una ciudad expandida es que millones de personas eviten usar el transporte público: todavía a comienzos de este siglo, alrededor de 70 por ciento de los tapatíos viajaba en camión.
Justo antes de la salida de la administración de Aristóteles Sandoval se publicaron autorizaciones para cobrar el pasaje en 9.50 pesos en las rutas-empresa, lo que demuestra que la autoridad no ha entendido la naturaleza del servicio, sostiene Belén Vázquez.
“Recordemos lo que se había planteado en el comité de tarifas: que una parte era la tarifa técnica, de 9.50 pesos por el aumento en combustibles y en todas las cosas que debe tener un transporte para funcionar, y que otra es la tarifa social, la que debe pagar el ciudadano. Nos basamos en la canasta básica, en lo que pueden pagar las personas en transporte público, y esto se planteó desde un principio, pero se dejó de lado, no se basó en el ajuste en la tarifa social, sino solamente en la técnica. Así que el trabajo del gobierno sí quedó rezagado en la parte que se discutía, la tarifa social, a diferencia de lo que se considera en todas las ciudades del mundo”, insiste.
El “pulpo camionero”
Los críticos hablan del “pulpo camionero”, esa metáfora del núcleo obrero-empresarial que se apoderó de la movilidad de la ciudad creciente desde los años cincuenta del siglo xx. Personificado en los líderes de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), Heliodoro Hernández Loza, y de la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos (CROC), Porfirio Cortés Silva, el mítico conglomerado de intereses tenía poder real: todavía en tiempos tan cercanos como los de la administración de Enrique Álvarez del Castillo (1983-1989), hicieron zozobrar la autoridad de éste tras la instrumentación de un nuevo sistema de rutas más acordes a las necesidades de una ciudad que ya se acercaba a 2.5 millones de habitantes. El gobernador, que era de carácter recio, se vio obligado a recular.
Ese modelo de “permisionarios” ha predominado hasta ahora: un empresario obtiene una concesión y compra un camión; su operador gana conforme al número de pasajes que cobre, lo que explica en parte la pésima calidad de un servicio en el que la disputa por los pasajeros prevalece por encima de la seguridad y el confort de éstos. Además, no se atienden de forma adecuada los puntos alejados, como bien lo sabe la señora K. en Hacienda Santa Fe, donde los transportes irregulares ya han creado un nuevo grupo de interés que muchos analistas no vacilan en calificar de “mafioso”.
Jesús Arreola, un aguerrido dirigente de permisionarios de la ruta 622 (una de las más largas de la ciudad), desestima la “leyenda negra” y, por el contrario, acusa al gobierno saliente: “Las de Aristóteles Sandoval creo que fueron propuestas mal enfocadas, no con el objetivo real y legítimo de mejorar el sistema de transporte; pienso que lo enfocaron más bien en hacer un negocio propio, poniendo de pantalla o de cortina la apariencia de mejorar el sistema. Pensamos que el objetivo real de ellos era hacer su negocio, con amigos, con socios capitalistas que tenían por ahí; el objetivo real no era mejorar el sistema de transporte…”.
—Este señalamiento que hace ha sido recurrente con otros gobernadores, que supuestamente encuentran en el área del transporte un espacio de negocio…
—Yo tengo 30 años en el transporte y no he visto de otra; cada sexenio es la misma situación.
No obstante, las pruebas no aparecen; el líder gremial asegura que se debe a que “nunca he estado del lado de ellos”, quienes presuntamente tendrían todo el poder para simular procedimientos legales y beneficiarse “por debajo del agua”.
Tras desacreditar al Observatorio de Movilidad, y señalar como irracionales las exigencias de unidades nuevas o sistemas de prepago, agrega: “La cosa es que nos pongamos conscientes los dos bandos, la autoridad con los transportistas: teniendo certeza financiera, que sea viable; nosotros tenemos la disposición de hacer los cambios en el transporte, en lo que se requiera, y en lo que nos alcance, con los medios económicos a nuestro alcance”.
—¿Todavía existe el “pulpo camionero”?
—Yo comencé en el transporte hace 30 años y no he conocido al “pulpo camionero”; un pulpo tiene muchos brazos. Estoy en el área de subrogados, y yo no veo que exista esta situación, cada ruta toma sus decisiones de forma independiente, sin que alguien ordene nada. En transporte subrogado son 52 rutas, que dependen del Sistecozome; quizá se refieran a la Alianza de Camioneros [herencia de Heliodoro Hernández Loza, líder cetemista], de varias rutas que hicieron una alianza en aquel tiempo, cuando un grupo de administradores tomaba las decisiones de algunas rutas. Pero en realidad yo no tengo muy claro ese concepto de “pulpo camionero”.
Los desafíos
Raúl Díaz, académico del ITESO, refiere los grandes desafíos en el asunto que enfrentará la administración que recién asume, del gobernador Enrique Alfaro Ramírez.
El primero es el de la seguridad. “No es posible que los accidentes viales parezcan normalizados; ya no nos asombra que haya un atropellado, un caído del camión […] tenemos una estadística de 50 muertes anuales por el sistema de transporte público. Muchas de estas muertes son por la falta de cuidado de los conductores; aquí el factor humano cuenta mucho, y tiene que ver con que exceden la velocidad, con que no respetan el derecho de paso de los peatones o de los ciclistas, no se respetan ni las leyes ni los reglamentos de tránsito, y lo peor de todo es que aún no tenemos un modelo de transporte público ordenado, de tal manera que los conductores no vayan jugando carreras por el pasaje. Realmente, subirte a un camión es un riesgo…”.
El segundo desafío es la accesibilidad: “Hay que pensar en un binomio obligado entre el peatón y el camión: no podemos pensar en resolver el asunto del camión sin tener en cuenta el tránsito peatonal en la ciudad. Hay una encuesta que hace cada año Jalisco Cómo Vamos, y lo que ha revelado es que cinco por ciento de la gente que vive en la Zona Metropolitana de Guadalajara declara no tener una banqueta: éste es un asunto terrible, porque si piensas en transporte público, lo debemos pensar desde que salimos de la casa: transporte, banqueta, calle, puente peatonal, todo esto debe considerarse en el tema de accesibilidad. Y otro punto que es gravísimo es el de la vuelta a la derecha continua. No sé qué esperamos para derogarla, que se prohíba la vuelta continua para darle libre paso al peatón […] El enfoque debe ser siempre la persona. No sólo queremos que la persona vaya segura en el camión: queremos que la persona, desde que sale de su casa, vaya a trabajar de manera segura, y que regrese de manera segura, es decir, como una cadena de viaje, mucho más accesible y segura”.
El tercer reto es mejorar el estado de los vehículos de transporte, porque si se mantienen unidades incómodas, sucias, de suspensión y frenado muy duro, el pasajero no valora ninguna ventaja respecto al auto particular, lo que se ha demostrado en estudios realizados en ciudades como Bruselas, donde un investigador encuestó a los usuarios y descubrió que, en la medida en que el confort aumenta, los automovilistas están dispuestos a dejar su auto en casa.
Raúl Díaz señala como cuarto aspecto uno que a la señora K. le importa de modo fundamental: la cobertura. De la mancha urbana, 40 por ciento simplemente carece del servicio, y en las zonas periféricas es discontinuo y está fuertemente ligado a caprichos o necesidades personales de los operadores. (Un ejemplo que el investigador encuentra delirante es la prohibición de acceso de transporte público al aeropuerto, en contraste con todas las grandes ciudades del mundo.)
El quinto reto es la “accesibilidad universal”, entendida como la posibilidad de recibir a la población con discapacidades físicas en todas las unidades. Es algo que actualmente ni siquiera está previsto por la ley, pues las adecuaciones (como rampas y elevadores) solamente se exigen a 10 por ciento de los camiones por cada ruta, y esto por no hablar de las escasas unidades que pueden transportar bicicletas. Esto lleva al sexto reto, que es la integración intermodal: que un automovilista o un ciclista puedan dejar sus vehículos en sitios seguros y seguir su viaje en el Tren Ligero, en el Macrobús o en camión. (Es una oportunidad desperdiciada en el caso de la línea 3 en sus estaciones límite, en Tesistán o en la Central Camionera.)
El reto número siete es la “gestión estratégica”, lo que incluye el modo en que se invierte para mejorar el transporte y hacerlo prevalecer respecto a la movilidad motorizada particular, así como el modo en que se pueden entregar incentivos a los transportistas. Los tres retos finales no son menores: que los operadores mejoren sus condiciones de trabajo para evitar estrés y neurosis, que las calles por donde transitan estén en mejores condiciones para el paso, y que los camiones cuenten con la mejor tecnología para reducir la contaminación que ocasionan.
Pero la ciudad real, la de hoy en día, está bien retratada en la vida de J., responsable de un negocio de café en la zona de la avenida Enrique Díaz de León, cerca del centro de Guadalajara. A J. le toma hora y media de viaje moverse desde su casa, en la parte alta del cerro de La Reina, en Tonalá, hasta su lugar de trabajo. Sin duda, la existencia de la línea 2 del Tren Ligero facilita su traslado, pero la zona entre la estación final, ubicada en el parque de La Solidaridad, y su casa, es caótica en términos de rutas y continuidad, pese a su explosivo crecimiento urbano. Como J. cierra su negocio a las 10 de la noche, suele alcanzar el tren, con la esperanza de que algunos operadores de camiones “nos esperen” a la salida de la estación, a veces con tarifa especial. En caso contrario, tiene que pagar un viaje en taxi o en Uber de 50 o 60 pesos. Y si el tren se le va, lo que no es raro, de 200 pesos en adelante para toda la ruta.
La señora K. tal vez no habría perdido su trabajo si la situación del transporte en Guadalajara fuera diferente. Está preocupada porque la psicóloga del DIF no ve progresos en el modo en que asume sus responsabilidades, “y así, sin trabajo, no me van a regresar a la niña”, subraya angustiada. Una vecina la ha invitado a unirse a una empresa como “dama de compañía”, y aunque no se engaña, y sabe que es prostitución, “de cualquier modo es un trabajo: ya ve, nomás tengo la primaria”, señala con coquetería. Sus hermanas la regañan. “Yo estuve en las drogas muy chiquilla, y luego me mataron a mi hermano hace poquitos meses, entonces me acuerdo, me deprimo y me dan ganas de olvidar todo lo malo, como cuando iba con mis amigos y nos escondíamos en el Cerro del Cuatro, era un viaje feliz”, fantasea. Quizá si el camión de las cuatro de la tarde del pasado 1 de diciembre hubiera pasado a tiempo, la Navidad habría sido menos amarga…
Transporte público: las rutas de la pesadilla
Las dificultades que gran parte de la población enfrenta para subsistir se ven agravadas por la ineficiencia del transporte público que, como en el caso de la Zona Metropolitana de Guadalajara, es insuficiente, inseguro y costoso. Este reportaje revisa los principales retos que hay que encarar si realmente se quiere mejorar la vida de millones de personas con un sistema que les permita desplazarse
AGUSTÍN DEL CASTILLO. ENERO 2019. Fotos: Lalis Jiménez. Revista MAGIS, Iteso
La señora K. habita en uno de los clusters de una inmensa ciudad perdida llamada pomposamente Hacienda Santa Fe, la joya de la corona de la inmobiliaria Homex en Tlajomulco, al sur de Guadalajara. Tan perdida, que uno de los desafíos es su invisibilidad, no obstante que alberga, en 148 secciones, más de 15 mil viviendas, 12 mil de ellas habitadas por casi 60 mil moradores. Es tan populosa como una ciudad media del tamaño de Autlán.
Tomada como un fenómeno aislado, es seguro que no existe urbe en el mundo que se haya hecho adulta tan pronto: en 2000 esto era un erial, un vasto descampado alejado de la mano de Dios y del progreso, con milpas aquí y allá, alguna choza o algún galerón de fierros y asbesto, calles estrechas y terracerías que empezaban a ser siniestras con la inquietante presencia de microempresarios dedicados a los que, a la postre, son los tres giros más exitosos de la comarca: las drogas al menudeo, la gasolina barata (sin cobro de impuestos) y el enterramiento clandestino de cadáveres.
Dieciocho años después, la vida corrió con rapidez para Hacienda Santa Fe, que en 2006 ya había vendido 97 por ciento de las casas montada en la revolución de la vivienda del gobierno de Vicente Fox. Ese desarrollo a trompicones fue similar al que tuvo K., cuya adultez también fue prematura: apenas ha cumplido 24 años de edad, tiene cuatro hijos y la redención tiene para ella sabores agridulces. Hace doce años se mudó a Tlajomulco después de haber nacido y vivido en una pobrería del barrio de Mexicaltzingo, donde su madre la torturaba con fuego cuando “se portaba mal”, lo que fue un aliciente para que cultivara esa insumisión que aún hoy tanto saca de quicio a su progenitora, que ha vuelto a migrar y ha dejado a sus hijos regados por el valle del sur de Guadalajara, irónicamente llamado “de la Misericordia”.
El caso es que llegó el progreso. El ayuntamiento local dio los permisos, y los constructores, con dinero de los contribuyentes facilitado por el programa de vivienda más ambicioso en un siglo, financiaron la edificación en 109 hectáreas. Hacienda Santa Fe prometía sin recato: “Lo tienes todo…”. Los más desfavorecidos acudieron por una unidad habitacional aunque sólo alcanzaran algunos puntos y apenas tuvieran antigüedad en el Infonavit. La publicidad ofrecía una espléndida visión de futuro: calles bien trazadas, fachadas sencillas pero hermosas, muros para contener a la delincuencia, agua a toda hora, red de alcantarillado, luminarias, jardines extensos para olvidar la miserable existencia en vecindades o casas de cartón de la metrópolis del pasado. Y transporte público y espacios para auto, para no dejar de acudir puntuales al trabajo o a la escuela en la vieja ciudad castellana de más de cuatro y medio siglos, que palpitaba, quizás envidiosa, al otro lado de las bardas.
A Hacienda Santa Fe llegaron, encandilados y rebosantes de sueños, la madre de la entonces adolescente, ella y sus seis hermanos, en 2008. K. probó las drogas a los 12 años y se embarazó por primera vez a los 14. Sólo terminó la primaria. Ahora se ha separado de su tercera pareja y trabaja en una fábrica de cartones en la Zona Industrial de Guadalajara… O trabajaba, hasta comienzos de diciembre de 2018.
Si 40 por ciento de los habitantes de la ciudad no puede pagar la tarifa completa de transporte, según los datos del director del Instituto de Movilidad y Transporte del estado de Jalisco, Mario Córdova España, en Hacienda Santa Fe la cantidad de quienes están impedidos de hacer ese gasto debe de ser el doble.
Tampoco hay un transporte eficiente. Más dinero se va en los servicios pirata, como el de los mototaxis. K. dice que son un lujo, pero que vale la pena pagar 60 pesos para moverse a Chulavista, otro caserío perdido, al sur de la ciudadela. Porque los camiones suelen demorar y hay que caminar muchas cuadras hasta llegar a las avenidas principales. La inseguridad es permanente, y más para una mujer joven. “A veces me tengo que echar a correr porque los señores me quieren jalar con ellos”, confiesa sin mucho apuro, como si se tratara de algo normal y cotidiano.
La muchacha devenida en ama de casa perdió la tutela de su hija mayor, que habita un albergue del DIF de esa municipalidad. La ve cada jueves, siempre que le toque descanso, y si su camión pasa a tiempo, pues hay un horario fijo de visitas y debe viajar hasta la cabecera municipal. El tiempo entre el paso de un autobús y el siguiente es muy espaciado. El taxi cobra 160 pesos: lo que K. gana en un día. La pequeña tiene 10 años, se la quitaron a K. porque se comprobó que hubo una agresión física por parte de una expareja. Ahora que vive con su hermana espera que se la regresen, aunque el último de sus hombres no le da ni siquiera una mesada para sus otros tres hijos, y su salario es bajísimo.
O, más bien, lo era, porque a finales del año fue despedida de la cartonera por llegar tarde.
Rotaba horarios: doce horas diarias por la noche durante dos días, doce por el día durante otros dos, y cuatro jornadas de descanso. Hora y media arriba de un camión para llegar de los suburbios a la Zona Industrial, cerca del centro de Guadalajara. Pero las unidades se demoraban y siempre iban llenas, se justifica la niña prematuramente crecida.
Promesas incumplidas
Los estudios y la estadística le dan la razón a la señora K. De la superficie de una ciudad cuya “huella” discontinua ya se extiende sobre 100 mil hectáreas (datos del Instituto Metropolitano de Planeación, Imeplan), 40 por ciento carece de transporte público formal, explica el académico del ITESO Raúl Díaz, integrante del Observatorio Ciudadano de Movilidad. Con la llegada de una nueva administración estatal, al asumir Enrique Alfaro la gubernatura de Jalisco el pasado 6 de diciembre, los problemas del transporte siguen intactos, mientras surgen otros nuevos. En esencia, se ha gastado mucho pero mal.
El investigador destaca, por ejemplo, que con 10 por ciento de lo que costará la línea 3 del Tren Ligero se habría podido renovar por completo el parque de vehículos que proveen el servicio. Una condición para que las personas abandonen de forma gradual la exasperante “motorización” (aunque la señora K. es atípica en este sentido): cada día hay más autos que nacimientos de bebés. Entre 2006 y 2018 fueron paridos alrededor de 200 bebés al día en la metrópolis, mientras que se incorporaron unos 300 autos por jornada al parque vehicular, según una estimación conservadora.
¿Por qué es tan difícil para Guadalajara atacar la mala calidad y la discontinuidad del servicio de transporte público?
La coordinadora del Observatorio Ciudadano de Movilidad Sustentable de Jalisco, Belén Vázquez, no se muestra del todo pesimista respecto a los saldos dejados por la administración del gobernador Aristóteles Sandoval, pero hay muchas manchas: “Tuvimos grandes avances en cuanto a movilidad no motorizada, porque se logró visibilizar la problemática que viven los ciclistas, se amplió la vía para bicicletas, tenemos la bici pública [el sistema MiBici]; creo que por ese camino sí avanzamos. En cuanto al transporte público, gracias a la presión que la sociedad hizo en medios, migramos al sistema de ruta-empresa, el anterior era un sistema que ya estaba totalmente colapsado; hubo presión mediática reforzada por todos los accidentes en que se vio involucrado el transporte público, por las muertes ocasionadas; fue como el acabose para que el gobierno del estado tomara como prioridad el asunto; pero, aunque se intentó hacer una mejora en esto, no se logró consolidar”, señala.
Coincide en los matices Mario Córdova España, titular del hoy extinto Instituto de Movilidad y Transporte: hay avances grandes en la movilidad sustentable, pero se necesita afianzar el modelo ruta-empresa y establecer como política pública esquemas de subsidio ante el hecho de que casi la mitad de la población está imposibilitada para pagar incluso la tarifa de siete pesos. Por otro lado, no es una cuestión sólo de ciudades desiguales y con amplias capas de pobreza: París y Londres, dos de las urbes más ricas del mundo, son ejemplos de tarifas de bajo costo. Esto incluye hacer también una integración del sistema, a fin de que el usuario no deba pagar más debido a la desvinculación entre las distintas modalidades de transporte, y también a causa de su ineficiencia.
El también académico sostiene —y la historia de la señora K. es un buen ejemplo— que el modelo de desarrollo urbano expansivo es tan malo como las políticas que derivan en gentrificación, es decir, la expulsión de población de zonas habitacionales tradicionales. Al extenderse la ciudad sin control, y al separar las zonas de trabajo y escuela de la de las viviendas, se alargan distancias y tiempos y se expone al ciudadano a la inseguridad, a la contaminación y al creciente estrés.
“Es necesaria una política de vivienda que compacte las zonas consolidadas, del centro, y atraiga habitantes de todas las capas sociales; aprovechar de forma eficiente y equitativa los corredores de movilidad y no ocasionar la gentrificación”, subraya.
La dispersión urbana es altamente problemática porque hay solamente unos 5 mil 500 camiones para movilizar a 1.6 millones de habitantes, mientras que el doble de moradores podría desplazarse cotidianamente en 1.5 millones de autos. Una de las consecuencias de construir de forma errática una ciudad expandida es que millones de personas eviten usar el transporte público: todavía a comienzos de este siglo, alrededor de 70 por ciento de los tapatíos viajaba en camión.
Justo antes de la salida de la administración de Aristóteles Sandoval se publicaron autorizaciones para cobrar el pasaje en 9.50 pesos en las rutas-empresa, lo que demuestra que la autoridad no ha entendido la naturaleza del servicio, sostiene Belén Vázquez.
“Recordemos lo que se había planteado en el comité de tarifas: que una parte era la tarifa técnica, de 9.50 pesos por el aumento en combustibles y en todas las cosas que debe tener un transporte para funcionar, y que otra es la tarifa social, la que debe pagar el ciudadano. Nos basamos en la canasta básica, en lo que pueden pagar las personas en transporte público, y esto se planteó desde un principio, pero se dejó de lado, no se basó en el ajuste en la tarifa social, sino solamente en la técnica. Así que el trabajo del gobierno sí quedó rezagado en la parte que se discutía, la tarifa social, a diferencia de lo que se considera en todas las ciudades del mundo”, insiste.
El “pulpo camionero”
Los críticos hablan del “pulpo camionero”, esa metáfora del núcleo obrero-empresarial que se apoderó de la movilidad de la ciudad creciente desde los años cincuenta del siglo xx. Personificado en los líderes de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), Heliodoro Hernández Loza, y de la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos (CROC), Porfirio Cortés Silva, el mítico conglomerado de intereses tenía poder real: todavía en tiempos tan cercanos como los de la administración de Enrique Álvarez del Castillo (1983-1989), hicieron zozobrar la autoridad de éste tras la instrumentación de un nuevo sistema de rutas más acordes a las necesidades de una ciudad que ya se acercaba a 2.5 millones de habitantes. El gobernador, que era de carácter recio, se vio obligado a recular.
Ese modelo de “permisionarios” ha predominado hasta ahora: un empresario obtiene una concesión y compra un camión; su operador gana conforme al número de pasajes que cobre, lo que explica en parte la pésima calidad de un servicio en el que la disputa por los pasajeros prevalece por encima de la seguridad y el confort de éstos. Además, no se atienden de forma adecuada los puntos alejados, como bien lo sabe la señora K. en Hacienda Santa Fe, donde los transportes irregulares ya han creado un nuevo grupo de interés que muchos analistas no vacilan en calificar de “mafioso”.
Jesús Arreola, un aguerrido dirigente de permisionarios de la ruta 622 (una de las más largas de la ciudad), desestima la “leyenda negra” y, por el contrario, acusa al gobierno saliente: “Las de Aristóteles Sandoval creo que fueron propuestas mal enfocadas, no con el objetivo real y legítimo de mejorar el sistema de transporte; pienso que lo enfocaron más bien en hacer un negocio propio, poniendo de pantalla o de cortina la apariencia de mejorar el sistema. Pensamos que el objetivo real de ellos era hacer su negocio, con amigos, con socios capitalistas que tenían por ahí; el objetivo real no era mejorar el sistema de transporte…”.
—Este señalamiento que hace ha sido recurrente con otros gobernadores, que supuestamente encuentran en el área del transporte un espacio de negocio…
—Yo tengo 30 años en el transporte y no he visto de otra; cada sexenio es la misma situación.
No obstante, las pruebas no aparecen; el líder gremial asegura que se debe a que “nunca he estado del lado de ellos”, quienes presuntamente tendrían todo el poder para simular procedimientos legales y beneficiarse “por debajo del agua”.
Tras desacreditar al Observatorio de Movilidad, y señalar como irracionales las exigencias de unidades nuevas o sistemas de prepago, agrega: “La cosa es que nos pongamos conscientes los dos bandos, la autoridad con los transportistas: teniendo certeza financiera, que sea viable; nosotros tenemos la disposición de hacer los cambios en el transporte, en lo que se requiera, y en lo que nos alcance, con los medios económicos a nuestro alcance”.
—¿Todavía existe el “pulpo camionero”?
—Yo comencé en el transporte hace 30 años y no he conocido al “pulpo camionero”; un pulpo tiene muchos brazos. Estoy en el área de subrogados, y yo no veo que exista esta situación, cada ruta toma sus decisiones de forma independiente, sin que alguien ordene nada. En transporte subrogado son 52 rutas, que dependen del Sistecozome; quizá se refieran a la Alianza de Camioneros [herencia de Heliodoro Hernández Loza, líder cetemista], de varias rutas que hicieron una alianza en aquel tiempo, cuando un grupo de administradores tomaba las decisiones de algunas rutas. Pero en realidad yo no tengo muy claro ese concepto de “pulpo camionero”.
Los desafíos
Raúl Díaz, académico del ITESO, refiere los grandes desafíos en el asunto que enfrentará la administración que recién asume, del gobernador Enrique Alfaro Ramírez.
El primero es el de la seguridad. “No es posible que los accidentes viales parezcan normalizados; ya no nos asombra que haya un atropellado, un caído del camión […] tenemos una estadística de 50 muertes anuales por el sistema de transporte público. Muchas de estas muertes son por la falta de cuidado de los conductores; aquí el factor humano cuenta mucho, y tiene que ver con que exceden la velocidad, con que no respetan el derecho de paso de los peatones o de los ciclistas, no se respetan ni las leyes ni los reglamentos de tránsito, y lo peor de todo es que aún no tenemos un modelo de transporte público ordenado, de tal manera que los conductores no vayan jugando carreras por el pasaje. Realmente, subirte a un camión es un riesgo…”.
El segundo desafío es la accesibilidad: “Hay que pensar en un binomio obligado entre el peatón y el camión: no podemos pensar en resolver el asunto del camión sin tener en cuenta el tránsito peatonal en la ciudad. Hay una encuesta que hace cada año Jalisco Cómo Vamos, y lo que ha revelado es que cinco por ciento de la gente que vive en la Zona Metropolitana de Guadalajara declara no tener una banqueta: éste es un asunto terrible, porque si piensas en transporte público, lo debemos pensar desde que salimos de la casa: transporte, banqueta, calle, puente peatonal, todo esto debe considerarse en el tema de accesibilidad. Y otro punto que es gravísimo es el de la vuelta a la derecha continua. No sé qué esperamos para derogarla, que se prohíba la vuelta continua para darle libre paso al peatón […] El enfoque debe ser siempre la persona. No sólo queremos que la persona vaya segura en el camión: queremos que la persona, desde que sale de su casa, vaya a trabajar de manera segura, y que regrese de manera segura, es decir, como una cadena de viaje, mucho más accesible y segura”.
El tercer reto es mejorar el estado de los vehículos de transporte, porque si se mantienen unidades incómodas, sucias, de suspensión y frenado muy duro, el pasajero no valora ninguna ventaja respecto al auto particular, lo que se ha demostrado en estudios realizados en ciudades como Bruselas, donde un investigador encuestó a los usuarios y descubrió que, en la medida en que el confort aumenta, los automovilistas están dispuestos a dejar su auto en casa.
Raúl Díaz señala como cuarto aspecto uno que a la señora K. le importa de modo fundamental: la cobertura. De la mancha urbana, 40 por ciento simplemente carece del servicio, y en las zonas periféricas es discontinuo y está fuertemente ligado a caprichos o necesidades personales de los operadores. (Un ejemplo que el investigador encuentra delirante es la prohibición de acceso de transporte público al aeropuerto, en contraste con todas las grandes ciudades del mundo.)
El quinto reto es la “accesibilidad universal”, entendida como la posibilidad de recibir a la población con discapacidades físicas en todas las unidades. Es algo que actualmente ni siquiera está previsto por la ley, pues las adecuaciones (como rampas y elevadores) solamente se exigen a 10 por ciento de los camiones por cada ruta, y esto por no hablar de las escasas unidades que pueden transportar bicicletas.
Esto lleva al sexto reto, que es la integración intermodal: que un automovilista o un ciclista puedan dejar sus vehículos en sitios seguros y seguir su viaje en el Tren Ligero, en el Macrobús o en camión. (Es una oportunidad desperdiciada en el caso de la línea 3 en sus estaciones límite, en Tesistán o en la Central Camionera.).
El reto número siete es la “gestión estratégica”, lo que incluye el modo en que se invierte para mejorar el transporte y hacerlo prevalecer respecto a la movilidad motorizada particular, así como el modo en que se pueden entregar incentivos a los transportistas. Los tres retos finales no son menores: que los operadores mejoren sus condiciones de trabajo para evitar estrés y neurosis, que las calles por donde transitan estén en mejores condiciones para el paso, y que los camiones cuenten con la mejor tecnología para reducir la contaminación que ocasionan.
Pero la ciudad real, la de hoy en día, está bien retratada en la vida de J., responsable de un negocio de café en la zona de la avenida Enrique Díaz de León, cerca del centro de Guadalajara. A J. le toma hora y media de viaje moverse desde su casa, en la parte alta del cerro de La Reina, en Tonalá, hasta su lugar de trabajo. Sin duda, la existencia de la línea 2 del Tren Ligero facilita su traslado, pero la zona entre la estación final, ubicada en el parque de La Solidaridad, y su casa, es caótica en términos de rutas y continuidad, pese a su explosivo crecimiento urbano. Como J. cierra su negocio a las 10 de la noche, suele alcanzar el tren, con la esperanza de que algunos operadores de camiones “nos esperen” a la salida de la estación, a veces con tarifa especial. En caso contrario, tiene que pagar un viaje en taxi o en Uber de 50 o 60 pesos. Y si el tren se le va, lo que no es raro, de 200 pesos en adelante para toda la ruta.
La señora K. tal vez no habría perdido su trabajo si la situación del transporte en Guadalajara fuera diferente. Está preocupada porque la psicóloga del DIF no ve progresos en el modo en que asume sus responsabilidades, “y así, sin trabajo, no me van a regresar a la niña”, subraya angustiada. Una vecina la ha invitado a unirse a una empresa como “dama de compañía”, y aunque no se engaña, y sabe que es prostitución, “de cualquier modo es un trabajo: ya ve, nomás tengo la primaria”, señala con coquetería. Sus hermanas la regañan. “Yo estuve en las drogas muy chiquilla, y luego me mataron a mi hermano hace poquitos meses, entonces me acuerdo, me deprimo y me dan ganas de olvidar todo lo malo, como cuando iba con mis amigos y nos escondíamos en el Cerro del Cuatro, era un viaje feliz”, fantasea. Quizá si el camión de las cuatro de la tarde del pasado 1 de diciembre hubiera pasado a tiempo, la Navidad habría sido menos amarga…
jueves, 13 de diciembre de 2018
EL AUTORITARISMO COMO CRISIS Y OPORTUNIDAD
Agustín del Castillo. El Respetable.
Diagnóstico, recetario y guía no exhaustiva para sobrevivir como persona inmerso en estos tiempos alterados
“…acontece con la libertad como con esos alimentos sólidos y suculentos, o esos vinos generosos, aptos para nutrir y fortalecer a los temperamentos robustos a ellos acostumbrados, pero que agobian, estragan y emborrachan a los débiles y delicados no habituados a su consumo. Una vez acostumbrados a los amos, los pueblos no saben ya prescindir de ellos. Si intentan sacudirse el yugo, se alejan tanto más de la libertad cuanto que, confundiéndola con una licencia desenfrenada que nada tiene que ver con ella, sus revoluciones los ponen casi siempre en manos de embaucadores que no hacen más que engrosar sus cadenas…”.
Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres, Jean Jacques Rousseau.
Entre los lúcidos, sólo puede errar el diagnóstico el que no quiere ver la realidad, es decir, quien voluntariamente se ciega. Y la realidad indica que a partir de este mes de diciembre;buen parte del destino a corto plazo de los mexicanos ha caído en manos de políticos carismáticos, de marcados tintes hegemonistas y con deslices autoritarios, que tienen un diagnóstico y una receta más o menos precisos para los males sociales -no necesariamente favorable a la institucionalidad democrática liberal, pero tampoco plegada hacia la crítica más radical de esta: los movimientos anarquistas y antisistema-, y que con base en una eficacísima comunicación política centrada en la propaganda en redes sociales y montada sobre el desprestigio de sus adversarios -que en esta narrativa son los “enemigos del pueblo” o de “los ciudadanos libres”-, apelan a las emociones y los mitos primarios: lo más importante, la promesa de retomar el hilo de la historia que la clase política tradicional (neoliberal o no) se ha empeñado en negarnos, una especie de “destino manifiesto” por el cual, ineludiblemente, se arriba a la grandeza, al desarrollo pleno, a la desaparición de los males económicos y de la ignorancia que aqueja a la atribulada patria tantas veces traicionada.
Estos nuevos líderes investidos por procesos electorales completamente legítimos, aprovecharon el hartazgo social por la corrupción, la bien documentada ineficacia gubernamental, la temible violencia que ha sembrado el luto en decenas de miles de hogares en los últimos doce años, la pésima comunicación de los últimos tres gobiernos, y el lamentable nivel educativo del mexicano medio, para crear el relato conveniente.
Más allá de las disímiles características de ambos, los jaliscienses en particular estaremos regidos por dos personajes fuertemente hermanados en la pretensión de encarnar la voluntad general, un estilo que podríamos señalar como schmittiano (del famoso teórico Karl Schmitt), es decir, excluyente de lo que se opone a su monopolio, de lo que niega su homogeneidad y sus sueños de armonía: una ideología antiliberal y racional del Estado, con fuerte prestigio en la Europa de los años 20 del siglo XX, que como realidad tiene larga data en la historia de América Latina, bajo algo más emocional y premoderno que se llama caudillismo: con ustedes; Andrés Manuel López Obrador en la presidencia de la república, y Enrique Alfaro Ramírez
Como liderazgos carismáticos crecidos al calor de la política de calle, no tienen que ajustarse exactamente en el molde de la teoría. Sin duda tienen sus guiños con ciertas luchas por los derechos que se han desplegado por parte de muchos de sus compañeros de viaje, y hay que pensar que algunos aspectos de esta agenda podrán salir fortalecidos para no perder al electorado progresista que les ha apostado, bajo la premisa de que son proyectos de izquierda. Pero la visión idílica a la que apuestan no admiten disidencia, pues en el discurso de ambos personajes queda claro que el que disiente es parte de las mafias del “Prian”
Dirá más de alguno que es exagerado atribuir este marco conceptual a un personaje como Enrique Alfaro, quien además ha iniciado el camino de su gobierno con un enfrentamiento con el mandamás nacional que lo posiciona como defensor del federalismo y de las libertades locales. Pero no hay que hacerse demasiadas ilusiones. Alfaro pretende el monopolio de la verdad y es absolutamente intolerante con sus críticos, a quienes estigmatiza por sus malas intenciones (que en el discurso alfarista jamás son presuntas), que van desde servir al viejo sistema (del que, como es natural, él emana, pero el discurso juzga conveniente no reconocerlo, pues se trata de la refundación, del hombre nuevo, de la tautología “a propósito” del liber civis; y un líder de un proceso espiritual tan ambicioso no puede presumir orígenes espurios), hasta sostener privilegios (las mujeres que le reprocharon el final del Instituto Jalisciense de la Mujer querían mantener
como administradoras del victimismo, intereses inconfesables (la nefanda corrupción y chantajes de los ciudadanos que se amparan contra los planes parciales que buscan una ciudad ordenada e igualitaria…aunque el precio sea negociar espacios comunes con empresas inmobiliarias regidas por el negocio de largo plazo, y de facto, despojar áreas verdes de esos ciudadanos reaccionarios y obtusos) y peor aún, amor por la mentira y el desgobierno (la ralea de prensa basura que seguramente financiada por el enemigo, se atreve a publicar evidencias, siempre inexactas, claro que sí, de la labor de gobierno).
Y ES MÁS QUE EVIDENTE QUE EL MANEJO DE LA AGENDA COTIDIANA DEL GOBERNADOR, COMO LA DE CUALQUIER LÍDER SCHMITTIANO QUE SE RESPETE, ES NORMALMENTE UNA LUCHA, Y TODA LUCHA REQUIERE ENEMIGOS.
Por eso el tono belicoso de tantas de sus intervenciones públicas, y la necesidad de control del discurso en todas sus fases: en este contexto, los periodistas que hacen su trabajo no son sino enemigos; buscan quebrar esa narrativa casi épica donde el bien, la bondad, la belleza y la verdad siempre está en el redentor (al diablo con esa institución liberal, hoy sospechosa ,de la prensa como contrapoder, como vigilante de la transparencia y denunciadora de abusos y componendas). Por agregado, no “invertir” en los medios es un afán de debilitar a las empresas (la crisis del modelo de negocios del periodismo tradicional juega a favor) y abonar en lo posible a su desprestigio como creadoras de anomia social (otro concepto caro a los schmittianos), la versión actual del “no pago para que me peguen” (José López Portillo). Como contrapartida, las empresas de medios al servicio del líder son la versión posmoderna del ministerio de propaganda: la búsqueda de que el mensaje llegue, sin adulteración desde el gobernante hasta el gobernado, sin intermediaciones que lo perviertan. En los proyectos nacional y local, las ONG [organizaciones no gubernamentales], si no se hacen compañeras de viaje y legitimadoras, se vuelven altamente sospechosas (muy ilustrativo el caso del movimiento zapatista: sus raíces comunitarias, su búsqueda utopista de la democracia directa y su desconfianza del poder lo ha convertido en formidable crítico del proceso de concentración de poder y de intereses en la presidencia de la república). Y si se señala la incorporación de numerosos activistas sociales al proyecto de la “refundación de Jalisco” como evidencia en contrario, en nuestro caso local, ¿bastará recordar la habilidad del Estado mexicano, desde los tiempos añorados del porfiriato, de domesticar disidencias con presupuesto y de paso legitimar el proyecto de poder? Como dijo Manuel Gómez Morín, “que no haya ilusos para que no haya desilusionados”.
Nada de esto nos debe llevar a negar que el ineficiente Estado tecnócrata de la transición 2000-2018 quedó lejos de las expectativas. “La dinámica de la pobreza en México durante las décadas de políticas neoliberales es tan insatisfactoria como la desigualdad de ingresos. A diferencia de la tendencia mundial, la pobreza por ingresos en México hasta el año 2016 es tan alta en porcentaje [53 por ciento] como lo fuera hace 24 años, pero equivalente a 20 millones más de personas en esta situación. En particular, desde el 2006 a la fecha, es decir, en los sexenios de Calderón y de Peña, la pobreza por ingresos ha venido en constante aumento”, señala en un documentado artículo el economista de la UdeG, Máximo Ernesto Jaramillo Molina (https://economia.nexos.com.mx/?p=2034).
La violencia galopante se ha enseñoreado de dos tercios del territorio nacional, incluido de forma notoria, el caso de Jalisco, sembrado de cadáveres, de fosas mortales y con una larga lista de desaparecidos. La corrupción es un fenómeno innegable que hace aflorar lo peor del cinismo de la clase política tradicional. Los negocios a la sombra del poder, nota característica del país en los últimos 50 años, exasperan al ciudadano promedio y exaltan la sospecha. La impunidad campea en todos los ámbitos, subrayada en las penosas cifras de denuncias investigadas efectivamente por el Ministerio Público y que derivan en sentencia condenatoria. Un aspecto preocupante que refleja esto es la creciente tendencia de muchas comunidades tradicionales a aplicar justicia a la Fuenteovejuna, ante la inoperancia de los sistemas institucionales. “Un reino sin justicia es una cueva de ladrones” (San Agustín de Hipona), frase que late como eco de la irrelevancia del bien común en esta república abrumadoramente creyente y cristiana.
Es decir, se votó para cambiar un estado de cosas juzgado intolerable por las mayorías, y la realidad objetiva acredita esa percepción. ¿Pero se votó por cancelar las libertades que sustentan el proyecto democrático, y regresarle la iniciativa total a los ejecutivos, y sobre todo, al gran tlatoani, el señor presidente? No se descarte esa posibilidad en muchos de los irritados y justicieros votantes. Muchos mexicanos la firmarían sin el menor sonrojo, ante la abrumadora evidencia del fracaso de la democracia pluralista que se pretendió construir. Han usado las herramientas de la democracia electoral para dar el poder a políticos que no creen en esa filosofía. ¿Se han equivocado, sumidos en la desesperación? El tiempo lo responderá. Por lo pronto, quienes también votaron esos proyectos disruptivos pero bajo la idea de mejorar la democracia, derrumbar la monstruosa simulación y fortalecerla con la participación ciudadana, tienen tareas no menores. A ellos, y a quienes se asumen como oposición no desde la base de la pérdida de privilegios (de paso: desmontar privilegios es una condición absolutamente necesaria en un país tan desigual) sino de la creencia de defender la precaria democracia que heredaron de la transición de hace 20 años, dedico la parte final de este texto.
¿QUÉ SE PUEDE HACER PARA QUE LA ENORME ENERGÍA SOCIAL QUE GESTIONAN LOS NUEVOS LÍDERES FORMALES NO DESTRUYA LOS LOGROS REALES DEL SISTEMA MEXICANO, ROMPA CON SUS TARAS Y MEJORE SUSTANCIALMENTE LA CALIDAD DE VIDA DE LOS MÁS DESPOSEÍDOS?
Si es un político derrotado, sea usted un buen opositor.Comencemos por denunciar la ingenuidad, quizás buena fe, sin duda irresponsable -no descarte la posible abulia derrotista o convenenciera para ser redimidos por los nuevos caudillos-, manifestada por muchos panistas, perredistas o priistas, que en las redes sociales y en declaraciones públicas, han tratado de salir del paso y se limitan a comentar: “le deseo lo mejor, porque si a Andrés [o a Enrique] le va bien, le va bien al país [o a Jalisco]”.
Esto solamente podría ser verdadero si lo que buscaran ambos fuera el fortalecimiento de los derechos humanos, de la división de poderes, de la libertad de expresión y de prensa, de la legalidad y la equidad en las relaciones entre los gobernantes y gobernados, del funcionamiento justo de la economía (subsidios focalizados, para los pobres y marginados, y no cruzados y amplios para mayor beneficio de los ricos y poderosos), con un sistema fiscal justo que establezca impuestos universales y progresivos, que elimine los “regímenes especiales” salvo en caso de real necesidad (por ejemplo, detonar algún sector que más delante será beneficioso para el país), que simplifique las cosas para los pequeños y medianos empresarios (los principales empleadores de este país) y que tienda a poner en el eje del desarrollo al territorio y sus bienes (el aire, el agua, el suelo, la biodiversidad: ese complejo entramado que llamamos naturaleza, de la cual provenimos; si usted quiere decirlo más asépticamente: el medio ambiente).
Pero me temo que esa es una lectura simplista. La oposición no debe claudicar jamás de su función crítica (obligadamente bien informada) ante los gobiernos, y paradójicamente, eso ayuda a que los gobiernos mejoren. Quizás los proyectos de poder deban ser ralentizados y reformados, porque el costo de no hacerlo puede repercutir en descrédito o la pérdida de poder. Y esa es la función de los contrapesos que hace que la democracia sea “el peor de los sistemas políticos, a excepción de todos los demás” (Winston Churchill).
No crea que discutir en las redes sociales basta, aunque estas fundamenten y vehiculen la propaganda de los neopolíticos en México y el mundo y cuenten, como todo político postmoderno, con ejércitos agresivos de boots, trolls y haters (neologismos a los que ya nos hemos familiarizado) desde cibernéticos hasta voluntarios, como sucede con todos los ministerios de propaganda. Participe en su cuadra, en su colonia, y no deje que otros decidan por usted, aunque se haya documentado que los nuevos grupos en el poder, como los usos y costumbres del pasado, buscan secuestrar la representación vecinal para desplazar la oposición a grandes proyectos, por ejemplo, la redensificación de Guadalajara, una de las grandes apuestas del alfarismo (nadie discute su pertinencia, pero sí los modos). No participe en ejercicios de simulación, como las pretendidas “ratificaciones de mandato” cocinadas para legitimar un proyecto sin un árbitro confiable, lo mismo que las consultas ciudadanas diseñadas para no derribar decisiones tomadas de antemano. La simulación democrática es uno de los mayores enemigos de la verdadera democracia. Si se van a hacer consultas, hay que exigir que se hagan bien. Sólo a nivel local, con ciudadanos participativos y demandantes, se puede construir lo que llaman los sociólogos el “tejido social”, fundamental para borrar la presencia ominosa de las empresas criminales o los delincuentes espontáneos que aprovechan la ausencia del estado y la apatía y el miedo ciudadanos.
Pague sus impuestos, no viole las normas de tránsito, denuncie los delitos, presione para que sus derechos sean respetados, demande ante la autoridad jurisdiccional y busque el cobijo del poder judicial. La búsqueda de justicia y la ampliación de los derechos son el eje de una verdadera democracia. Es fundamental este ejercicio de derechos y no debe agotarse en la manifestación ciudadana callejera. Judicializarlo es elevar el costo y esa es una premisa básica para ser tomado en cuenta.
Presione para que la educación básica mejore en calidad.El alma de la democracia a futuro son esos niños que hoy pasan por primaria y secundaria. Permitir que egresen sin saber lectura de comprensión y operaciones aritméticas básicas es condenarnos a ser siempre un país de súbditos, sometidos a los cantos de sirena de políticos y proyectos de poder inescrupulosos. Por eso es tan importante cuestionar el regreso del sindicato a la cima del poder del sistema, y tan necesario involucrar a los padres en la tarea de educar con ejemplo al interior de las familias. Esto es, de lejos, más fundamental que hacer decenas de universidades para que todos quepan: el material que se les provee proviene de un sistema educativo básico de pésima calidad. Allí están los cimientos de todo.
Ejerza sus derechos.El más fundamental es la libertad de expresión. Exija información debidamente fundamentada para que los debates públicos no sean manipulados por los intereses de los políticos. Defienda la existencia del periodismo como herramienta de crítica social y presione a los periodistas a que cumplan de forma ética su deber de informar, lo que implica participar de las redacciones, intercambiar correspondencia con reporteros y editorialistas, señalar errores y exigir su corrección -siempre que el planteamiento esté debidamente fundamentado- y sugerir nuevas líneas de investigación. El vilipendiado periodismo es, después de todo, el “perro guardián de la democracia” y eso explica el afán de los poderosos en derrotarlo por las vías del desprestigio y la generalización de sus innegables taras. Como ciudadano, su tarea también pasa por exigir cuentas a los empresarios de cadenas periodísticas sobre “decisiones empresariales” que afectan la calidad editorial; los empresarios son dueños de empresas privadas, pero en el caso del periodismo tutelan y gestionan bienes públicos intangibles, y no pueden escudarse en sus propios intereses para evitarlo. No se calle, manifiéstese libremente. La autocensura es el comienzo de la derrota de las libertades civiles.
Defienda instituciones.De la amplitud y la calidad de estas se pueden establecer las bases de una sociedad democrática e igualitaria. Las instituciones públicas importan porque son de todos, porque viven de nuestros impuestos, porque representan intereses generales y legítimos. Se deben fortalecer los tres poderes y la defensa también pasa por la crítica (los salarios de miedo de los diputados o los magistrados, la opacidad de las licitaciones del ejecutivo, la arbitrariedad en decisiones que afectan el ambiente o los derechos de comunidades, por ejemplo). Las instituciones intermedias, las a últimas fechas vilipendiadas ONG, son parte de la ecuación de libertades que debemos defender. No hay democracia sin “intermediación” y el conocimiento y la legitimidad de esos organismos serán necesarios para restablecer la confianza, que es la base del desarrollo.
Privilegie siempre los hechos a las ideas preconcebidas, a los “relatos alternativos” o a las interpretaciones interesadas. La poderosa energía social y política que mueven estos nuevos líderes, debidamente encauzada, puede llevar a los grandes cambios que conducen a una sociedad más igualitaria y justa. Y los hechos acreditan o derrumban cualquier supuesto: si hay menos muertos, menos asaltos y menos intimidación: las personas salen a las calles, es síntoma de que la seguridad ha mejorado; si los políticos moderan su discurso, se recupera el respeto y la ecuanimidad social, y desciende el discurso beligerante que busca la lucha maniquea entre buenos y malos (es delicadísimo el tema del respeto, a pretexto de la presunta y sobrevalorada sinceridad, estos liderazgos barren con las normas sociales de convivencia); si el ingreso en los hogares mejora, aumenta el consumo y la inversión en bienes materiales e intangibles. No es posible engañar a los sentidos despiertos, mucho menos al “menos común” de ellos: el sentido común.
Lo más importante, no pierda su alma, su vida personal, su privacidad. No sacrifique lo mejor de su tiempo y talento en las redes sociales, donde se vuelca el lado irritado e intolerante de los mexicanos. Deje pasar lo que no es importante. Olvídese de evangelizar paganos. Juegue su deporte favorito, departa persona a persona con los amigos, pasee con sus hijos, tómese ese café, disfrute esa lectura, vea esa película de ficción que tanto deseo le provoca. Todo demanda tiempo de calidad. Hacer política también. Y política es tarea de hombres libres, de ciudadanos. En manos propias está el no dejarse manipular y llevar por la marea engañosa de los cambios…
miércoles, 21 de noviembre de 2018
LA RAÍZ PROFUNDA DE NUESTRA INTOLERANCIA
LA RAÍZ PROFUNDA DE NUESTRA INTOLERANCIA
Agustín del Castillo / El Respetable
Decir que los mexicanos somos abiertos y tolerantes sería equivalente a asegurar que estamos en la tierra de la innovación, de la valoración del conocimiento y de la aceptación del pluralismo religioso o político. Los debates cotidianos en las redes sociales nos quitan cualquier pálida y parpadeante esperanza que abriguemos sobre la posibilidad de que esta afirmación sea cierta. Allí están las evidencias: la pésima calidad de los argumentos en el “debate” político, las trampas verbales que apenas maquillan el prejuicio y el ataque ad hominem, el afán descarado de hacer propaganda -cuyo anverso es satanizar al contrario-, y la defensa de la causa propia con aferramiento pueril, reacia a depurarse en las aguas saludables y desacralizadoras de la realidad. Y no son de ahora. Por eso me sorprende tanto que sorprenda.
Así, la saturación de sarcasmos, descalificaciones o condenas emitidas en la web sobre la presencia de la caravana hondureña que atraviesa el país en busca de su American dream, donde se generalizan actitudes individuales de algunos miembros de ésta, para aplicarlas al conjunto (una falacia denominada secundum quid), o se asegura que atender a siete mil, diez mil centroamericanos le quita el alimento y oportunidades a las decenas de millones de pobres locales -como si se fuera dar a la diáspora miserable el tratamiento que se autoasignan “la ralea de políticos juntos” (Jonathan Swift dixit)-, es algo que fluye con toda naturalidad. Sin necesidad de volver a los muy famosos dicterios de un exasperado Umberto Eco sobre Facebook o twitter como el reino triunfante de los idiotas (remember to Mr Trump, pero hay que precavernos de caer en otro secundum quid… aunque la evidencia sea abrumadora), debemos comenzar por admitir que el prejuicio del mexicano tiene raíces.
¿Ha usted hablado a cierta profundidad con algunos mexicanos? En su abrumadora mayoría se dicen orgullosos de sus “raíces indígenas”; también se asumen víctimas del malvado imperialismo español, que barrió con las arcadias aborígenes más inocentes y bondadosas que el paraíso de Eva y Adán antes de la inoportuna irrupción de la manzana; además, desprecian a los indígenas contemporáneos (sea por la vía de la abierta crítica hacia las supuestas pasividad e ignorancia culpables, sea con el velo de superioridad del paternalismo hacia los “pobrecitos indios”), hablan español, rezan por lo general al Dios que vino con los conquistadores… y odian, off course, “el oscurantismo” de España, a la par que la arrogancia materialista de los vecinos yanquis, la otra encarnación del mal, la despreciable meca del capitalismo sin alma (a la que millones de paisanos se han arrojado en busca del progreso material. Otra lección de la realidad).
Es un modelo de pensamiento y sociedad de raigambre religiosa y moralista que se forjó, paradójicamente, durante el periodo colonial, el tiempo que los mexicanos menos estudian (aunque abarca 60 por ciento de la existencia de nuestro estado-nación) por la negación que carga en el sistema educativo heredado de la reforma y la revolución, negadoras por ideología de la poderosa huella hispánica inherente a esta cultura. En todos estos juicios facilones -que no derivados de un examen honrado y a conciencia- se termina asumiendo la singularidad de lo mexicano, la profundidad de su ensimismamiento, la tragedia festiva de su historia (se ha explotado hasta el cansancio el cliché de la actitud mexicana hacia los muertos como diferente al resto del mundo; como si no fuera argamasa conformada de fatalismo indígena y doctrina católica de la muy europea contrarreforma), y por obvia consecuencia, la necesidad de una salvación, noción ajena a la política moderna y el pluralismo democrático. Esa visión identitaria, autocomplaciente, no puede sino fundamentar complejos de superioridad (que siempre son de inferioridad, dicen los psicólogos) hacia los extraños, los extranjeros y los diferentes.
¿Por qué está tan arraigado este pensamiento mítico? Por el sistema educativo básico, sobre todo del sector público, que forma a ocho de cada diez futuros ciudadanos. Nuestra “historia oficial” (una aberración como noción: solo hay historias oficiales en los regímenes autoritarios y las culturas cerradas, es decir, sistemas con dogmas y verdades incontrovertibles) es en realidad una construcción ideológica, legitimizadora. Llevarle la contra es herejía, como buena religión política. Eso explica las enconadas descalificaciones a las repentinas iniciativas para rehabilitar “villanos” de la estatura de Agustín de Iturbide (la finca donde este firmó el acta de independencia, en 1821, en Córdoba, Veracruz, sólo tiene una placa conmemorativa: reconocer el hecho es “darle armas a la reacción”), o los rasgos luminosos del fallido imperio de Maximiliano o de la larga dictadura de Porfirio Díaz (una especie de padre abusador: todo se niega del segundo indio oaxaqueño que gobernó México, aunque el nacionalismo revolucionario lo reprodujo en todo, excepto en los temas de la reelección y de la reforma agraria). La historia es campo de batalla y la clase política generalmente así lo asume.
En el caso de esta sociedad, lo que parecería un exabrupto digno de los revisionistas del fascismo, es una verdad que se pesa por muchos kilogramos. Si bien hay una gran tradición de historiadores que buscan la verdad en la mejor tradición de Tucídides, Tito Livio o Suetonio, y basta con leer sus libros para enterarnos de los matices y las complejidades que el discurso oficial nos niega, éste ha secuestrado el simplismo del mexicano, a través de una educación básica rudimentaria y deleznable, que tiene el costo agregado de formar malos educandos para las tareas de la vida, no se diga para el acceso a niveles medios o superiores de educación. La inquietante estrechez de los valores con que el mexicano ve al mundo está forjada en ese sistema público lleno de politiquería y de ignorancia culpable, intencionada. Bajo este argumento, la persistencia de liderazgos caciquiles tipo Elba Esther Gordillo pierde cualquier velo de inocencia. Su presencia es políticamente esencial para un sistema que se perpetúa bajo el peso de los mitos fundacionales.
“Entre los estados de la América hispánica que se emanciparon de la metrópolis a partir de 1810, solo México de manera continua se construyó contra el antiguo colonizador, y más generalmente, contra el extranjero; antes de la independencia, minimizando el rol y el aporte de la ‘madre patria’; después, excluyendo radicalmente el pasado español de la constitución de la nación […] la invención de México es, ante todo, una fuente de energía política y de cohesión defensiva…” (México, un estado norteamericano, Alain Rouquié, 2015). Habrá que entender esto, también, como la forma en que se generó un estado fuerte para poder resistir el formidable desafío de la vecindad con los Estados Unidos y su expansionismo, que se llevó más de la mitad del territorio heredado de la Nueva España. Pero a la luz de la modernidad, parece un pretexto muy cómodo para mantener el aferramiento a valores excluyentes del resto del mundo. Una especie de espejo de Narciso.
La lección que nos ofrece la intolerancia de la red debe recordarnos que cuando el país recibió notables diásporas por causas políticas o económicas: la libanesa de los años dieces y veintes del siglo XX, la española de la Guerra Civil, la argentina y chilena de los setentas, lo que salía en los periódicos no era necesariamente lo que pensaban el común de las personas -porque un impreso no es ni de lejos el equivalente a lo que ha sido la explosión de la internet, que es la democratización radical: caben literalmente todas las opiniones y destacan las más estridentes; esto desnuda mejor que nunca la prevalencia de los prejuicios-. Y que la humanidad promedio, no digamos la mexicana, ha sido y es recelosa, casi como segunda naturaleza, si la educación y las familias no hacen su parte para desmontar los prejuicios.
Quitémonos el velo: a diferencia de México, Estados Unidos sí solía ser esa tierra de apertura al diferente, de valoración del conocimiento y de las habilidades ajenas, de aceptación del pluralismo y de las oportunidades para todos… y ya ven el muladar que han dejado los estropicios de Mr. Trump, una total pérdida en la decencia y moderación del uso del lenguaje, no como nostalgia de la falsa máscara de la corrección política, sino como expresión civilizada mínima para lidiar con el otro, ese eterno desafío de las comunidades que se piensan ideales y homogéneas. El prejuicio es humano, hay que reconocerlo. La intolerancia, el recelo a lo distinto, la desconfianza, son la historia. Que el susto de la irrupción de los odios sea útil a las buenas conciencias: la respuesta está en otra parte. No somos tan diferentes como país, no somos mejores ni peores, y estamos ligados a los otros -no se diga a los vecinos geográficos- por lazos que debidamente potenciados, pueden ser la respuesta a los desafíos sociales que hoy se amontonan en todas las fronteras políticas.
miércoles, 7 de noviembre de 2018
EL MIEDO Y LOS RIESGOS EN LA DEMOCRACIA: DE PERICLES AL POPULISMO
EL MIEDO Y LOS RIESGOS EN LA DEMOCRACIA: DE PERICLES AL POPULISMO
Agustín del Castillo / El Respetable.
Dos premisas útiles para no sobresaltarse de más en estos tiempos azarosos para Jalisco, México y el mundo: una, vivir en democracia siempre es incertidumbre e inestabilidad. La civilización helénica, inventora de esa forma de gobierno, como nos lo narra Jacob Burckhardt en su monumental Historia de la cultura griega, revela que aquello estaba muy lejos de ser Jauja; que las bajas pasiones, la demagogia, la envidia de clases, los odios de casta y la desconfianza al extranjero (“bárbaro”, les dijeron por primera vez) eran pan de cada día; que el pueblo demandaba de tiempo en tiempo la incautación de las fortunas de los notables o la expulsión de los más talentosos, sin ninguna causa real (no digamos judicial) que lo avalara, más allá del tesoro de la ciudad exhausto por el gasto en guerras y en celebraciones, o el temor, no del todo infundado, de que los personajes carismáticos pudieran verse tentados a la tiranía.
La incomparable interioridad griega, esto es, su reflexión sobre el mundo y los hombres, dato que nos demuestran la humanidad de su arte dramático y de sus poemas fundacionales, sus portentosas ciudades diseñadas en torno a la plaza pública, sus descubrimientos y sus inventos, son así frutos de una cultura agonista, sobre la definición de ‘agon’ como lucha, competencia, disputa, afán de sobresalir y de perfeccionarse. El hombre interior se ve obligado a abrirse paso entre las protectoras pero frecuentemente temibles fuerzas de la ciudad-estado, pero tiene la muy democrática posibilidad de acceder a la inmortalidad con sus propios méritos. El hombre self-made, tan valorado en las democracias liberales modernas, aquí nació, entre estertores violentos.
“Este Estado, no sólo cometió, cegado por la pasión, los más fatales disparates y las violencias más contraproducentes, sino que consumió rápidamente a sus hombres más capaces o los espantó. Pero la mirada de la posterioridad no se ha preocupado por el Estado ateniense, sino por la potencia cultural de primer orden que fue Atenas, como fuente del espíritu…”.
También reconozcamos que esa primera democracia debe luchar de forma cotidiana contra flagelos como la demagogia (no es casualidad que Aristóteles nos haya dejado el catálogo de formas de gobierno más completo que existe… y de sus taras correspondientes), la corrupción y el tráfico de influencias (“los atenienses tuvieron que escuchar desde muy temprano -y no solamente de boca de sus autores cómicos- que había muchos que trataban de enriquecerse con excusa de los negocios públicos”) y con el tiempo, con uno de los más graves problemas: “la profunda desconfianza, que se manifiesta en las incesantes acusaciones, es una verdadera enfermedad, aunque en casos aislados esté justificada; enfermedad tanto más grave cuanto que es considerada como signo de salud”, añade el historiador alemán.
La calumnia convertida en un arte ante el cual, “la probidad no servía de escudo”, pues nadie era inocente mientras no se demostrara lo contrario. Demasiado moderno, ¿no cree el lector?
“Para el funcionamiento de este sistema fue necesario todo el tropel movible de los sicofantes, lo que quiere decir que reconoció la soplonería como oficio digno (¿precursores de los comisarios ideológicos que hoy pululan en las redes sociales?) […] la Polis, como la realeza absoluta, estaba divinizada; se había convertido en religión, que apela a los medios más extremados contra toda desviación. Pronto los sicofantes serán imprescindibles para el gobierno; sin el miedo a los sicofantes, muchos habrían huido de la ciudad, o se habrían substraído a los deberes más penosos, o hubieses explotado el interés público con más desvergüenza todavía. Pero si algo nos puede demostrar que en Atenas la idea del Estado había traspasado los límites soportables por la naturaleza humana normal, es el reconocimiento público de semejante peste social, este terrorismo legal que se mantiene a los 400 años de la guerra del Peloponeso con la misma fuerza que antes de ella…”. La víctima más ilustre de ese sistema de denuncia y calumnia será, sin sombra de duda, el filósofo Sócrates.
La segundo premisa que no debemos olvidar: no hay democracia sin institucionalidad, sin formalismo. Incluso en su mejor momento como religión cívica, la institucionalidad subyace: “no sabemos que la democracia haya sacado adelante a otros que los atenienses; estos excedían a los demás helenos en inteligencia natural y fueron menos rebeldes a las leyes vigentes”, cita Burckhardt a Pausanias. Justamente cuando decae la democracia, decae ese espíritu de la ley cristalizado en el respeto a la formalidad institucional. Con el paso de los siglos, si algo nos demuestran los regímenes no democráticos modernos es que lo primero que hacen volar por lo aires es la institucionalidad, ahora llamada “burguesa” y por ende, “simuladora”. Que la institucionalidad es esencial para mantener libertades y derechos lo comprobaron con su vida millones de judíos bajo el régimen Nazi:
“En toda Europa, pero en diferentes grados según el lugar, la ocupación alemana destruyó las instituciones que permitían que las ideas de reciprocidad parecieran verosímiles. En los lugares donde los alemanes borraron los Estados convencionales, o aniquilaron las instituciones soviéticas que a su vez acababan de destruir los Estados convencionales, crearon un abismo donde el racismo y la política aunaban sus esfuerzos hacia la nada; en este agujero negro, fueron asesinados los judíos. Cuando alguno se salvaba, solía ser gracias a personas que podían actuar en nombre de un Estado o de instituciones que funcionasen como un Estado. En ausencia de la iluminación moral de las instituciones, la bondad era todo lo que quedaba, y la tenue luz de los salvadores individuales salía a relucir”
Nadie piensa en que estemos por llegar a esos extremos, al menos en los ámbitos más locales, pero aun en versiones mesuradas, la destrucción de la institucionalidad incrementa el azar y puede hundir el goce de derechos. Ese es el riesgo agregado a que nos somete el populismo de nuestra época a quienes vivimos la cotidiana lucha de las democracias imperfectas. Supongo que por eso es sensato reformar las instituciones, criticarlas creativamente, fortalecerlas para que cumplan su mandato… para no abrirnos al abismo de la arbitrariedad.
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