sábado, 1 de marzo de 2014

El Ahogado, un arroyo inmerso en lenta resurrección


Agustín del Castillo / Guadalajara. MILENIO JALISCO

Cuando el niño Miguel Ángel López Rocha bajó del fraccionamiento La Azucena, de El Salto, a la corriente de El Ahogado, tributaria del Santiago, los primeros días de febrero de 2008, y tomó de sus aguas —voluntaria u obligadamente, esa es otra historia—, ese líquido turbio contenía una amplia diversidad de formas de vida y no vida —materia orgánica, química y metales—:

430 mil NPM (literalmente: número más probable) de coliformes fecales por cien mililitros, 0.558 miligramos por litro de fierro, 13.75 mg/l de grasas y aceites, 0.0127 mg/l de arsénico (sustancia que según el forense tuvo que ver con la muerte del menor), 116.4 mg/l de demanda bioquímica de oxígeno (DBO5) y 247 mg/l de demanda química de oxígeno (DQO), entre muchos parámetros más muestreados entre el 10 y el 11 de febrero de ese año por técnicos de la Comisión Estatal del Agua (CEA) y analizados por un laboratorio acreditado, aunque omitió el análisis lo más llamativo de esa corriente contaminada: las sustancias activas al azul de metileno (SAAM; en lengua popular, detergentes): la espuma que flotaba como fantasma entre hedores insoportables en la por mucho tiempo hermosa cascada de El Salto de Juanacatlán, muy cerca de La Azucena. Otro componente de ese estudio permite un buen resumen de la situación del río en febrero de 2009: 0 oxígeno disuelto.

Es decir, no era un río muerto, si se considera la gran cantidad de materia orgánica doméstica que transportaba, pero esos microbios demandan oxígeno en el agua muy por encima de la capacidad de la corriente (llamada por los ecólogos “capacidad de carga”: los parámetros que miden ese fenómeno son el DBO y el DQO), lo que a su vez impide sobrevivir a organismos más complejos, como peces y moluscos, y eso se explica en la ausencia de oxígeno disuelto.

Los metales provenían de los desarrollos fabriles mal controlados de toda la cuenca: desde el corredor industrial de El Salto hasta las zonas de Las Pintas y Agua Blanca. Otras sustancias tenían origen posiblemente natural, como el arsénico, que es abundante en el subsuelo de todo el valle de Toluquilla, pero se ha convertido en demasiado común por la sobreexplotación del acuífero.

La muerte del niño fue un escándalo que detonó el proceso de atención pública al río en la zona por donde, los últimos 20 años, más ha crecido la ciudad. Además de la macrorrecomendación de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, el estado estableció un polígono de alta fragilidad ambiental como política general para restaurar la región. El activo más importante fue el saneamiento: la planta de El Ahogado entró en operaciones en mayo de 2012. Sea o no un proceso barato, económicamente adecuado y ambientalmente sustentable (hay muchas opiniones técnicas que lo cuestionan), la calidad del agua cambió. Hoy trata 2,070 litros por segundo de aguas negras.

“Nadie se baña dos veces en el mismo río”, decía el sabio jonio Heráclito. ¿Miguel Ángel López Rocha habría sobrevivido en este nuevo arroyo de El Ahogado? Los análisis de agua en la zona de El Muelle (o el Muey, en lengua coloquial de los moradores de La Azucena), levantados entre el 14 y 16 de enero de 2014, ya con año y medio de saneamiento, indican:

0.0025 mg/l de arsénico, 9,300 NMP de coliformes fecales, 51.9 mg/l de DBO5, 47.23 mg/l de DQO, 0.437 mg/l de fierro, menos de 8.37 mg/l de grasas y aceites, 0.23 mg/l de SAAM… y 4.53 mg/l de oxígeno disuelto, que ya permite algo de vida acuática. Cambio insuficiente, pero el paciente indica mejoría.

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