domingo, 8 de septiembre de 2019

El Bajío, cambian maíz por cemento

El urbanista Jorge Camberos Garibi, uno de los más ilustres arquitectos de esa generación, demandaba que no se desperdiciara la gran oportunidad de proteger la zona de El Bajío. (Foto: Jorge Alberto Mendoza) 

Agustín del Castillo 8 de Septiembre de 2019, el Diario NTR Guadalajara
 
Rodolfo Álvarez pertenece a una familia pudiente de muchas generaciones en Guadalajara. Descendientes de antiguos hacendados, sus parientes poseen ranchos con cultivos y ganado en las zonas de Tonalá y Zapopan, además de crías de caballos cuarto de milla, aunque hoy obtienen mayor renta de la siembra de proyectos inmobiliarios. 

Rodolfo, en sus años mozos, iba los fines de semana a El Bajío del Arenal a bordo de su pick-up Ford roja 1957, totalmente equipada, y llegaba al predio llamado El Carril, donde se movían apuestas: eran carreras de caballo, más o menos legales, organizadas por el ejido Jocotán. El país se sumergía, a comienzos de los años ochenta, en la crisis del modelo estatista y de sustitución de importaciones. La deuda externa llevaba a la amenaza de moratoria de pagos, los capitales huían y un presidente de la República con raíces tapatías prometía defender el peso como perro. 
 
Pero en El Carril, bajo la mole silenciosa del cerro de El Colli, no se sentía el desastre. Billetes con la efigie de Allende, Hidalgo o sor Juana, entremezclados con los más codiciados verdes de Washington o Jefferson, corrían a raudales entre humo de cigarros, cervezas, botellas de brandy, pistolas disimuladas, lentes oscuros y tejanas. Todos se miraban con desconfianza mientras los fuertes equinos corrían carreras cortas entre los carriles separados por vallas de metal. Los billetes cambiaban de dueño con celeridad, a veces eran los mismos caballos o algún vehículo, la materia de la apuesta. 
 
Los grupos de mariachis o las bandas –la presencia de una creciente comunidad sinaloense, incluidas algunas familias de narcos ahuyentados por la Operación Cóndor, afianzaban una cultura alterna a la típica tapatía–, eran jalados por los vencedores para dejar parte de las ganancias en los bolsillos de los trovadores y sus canciones bravías o melancólicas. 
 
No todos salían felices de El Carril, pero el juego es adictivo. A Rodolfo le gustaba el ambiente más que el dinero. Nunca pasó de apostar unos pocos miles de pesos, y con las devaluaciones de la moneda de esos años, se requerían de muchos para hacer apuestas serias. Este potrero estaba en el límite de la ciudad: se entraba justo por el Periférico. Otras partes de la meseta deprimida contenían desde tiraderos de basura hasta explotaciones de material geológico de las empresas de la familia Martín: el saqueo de la caldera volcánica de La Primavera no se detuvo pese al decreto federal de protección de 1980, en buena medida, porque el crecimiento de zonas residenciales demandaba ingentes volúmenes de arena y grava. 

Los ejidatarios de Jocotán y los de San Juan de Ocotán sembraban la tierra: las mazorcas despuntaban al entrar el otoño sobre más de mil hectáreas. Las carreteras eran la marca de la civilización: la de Nogales, al norte, desde siempre, el camino de Guadalajara hacia Puerto Vallarta, Tepic y Tijuana. El Periférico, de apenas dos carriles, al oriente. El urbanista Jorge Camberos Garibi, uno de los más ilustres arquitectos de esa generación, demandaba que no se desperdiciara la gran oportunidad de proteger la zona de El Bajío antes de que llegara la mancha de la ciudad, pues estaba documentada su alta calidad como sitio de recarga de aguas. Además, por la endémica falta de áreas verdes públicas de una conurbación crecientemente privatizada. 
 
“Existe la oportunidad de rescatar la zona como espacio público, y construir un gran parque”, le dijo a un reportero del diario Siglo 21 a comienzos de 1993, cuando todavía funcionaba El Carril de los apostadores y la presión social había ocasionado ya el cierre de vertederos a cielo abierto, de algunas excavaciones de arena y del sueño de la Comisión Federal de Electricidad de explotar a cualquier costo los veneros de magma del bosque para fabricar energía. 

Desde 1993 han pasado ya 26 años, y ese mundo se murió. Ninguna autoridad municipal o estatal hizo uso del derecho al tanto previsto en la legislación que emergió en los mismos años 90, en buena manera autoría del ilustre profesor universitario (el “derecho al tanto” entraña la obligación de un propietario, al poner a la venta sus terrenos, de dar conocimiento primero a los gobiernos en caso de que estos deseen adquirirlos). En consecuencia, no se cristalizó ningún parque. 

EL MAPA 
Las reformas al artículo 27 constitucional, y a la Ley Agraria, fueron la Caja de Pandora que se abrió para privatizar ejidos. Y tanto Jocotán como San Juan de Ocotán cayeron bajo los encantos del dinero de corto plazo. Primero cambió el mapa de la propiedad, luego el espacio físico. Hoy ha sido crecientemente urbanizado, con el monumental estadio de futbol de las Chivas al centro, con las amplias edificaciones que albergaron la Villa Panamericana para los juegos de 2011, con un gran coto residencial, Ayamonte, y edificios corporativos de Intel y del Cinvestav en la periferia del estadio.
 
Hacia el Periférico, universidades privadas y la Ciudad Judicial. Hacia el norte, sobre la línea carretera, Rancho Contento ya existía antes de 1980 y se mantiene hoy un gran foso sin caminos donde todavía brotan espigas de maíz; pero se fueron derramando cotos nuevos y planteles de universidades privadas justo en la franja que colinda con el área natural protegida. 
 
Un mediodía de sábado la meseta luce quieta. El estadio no tiene actividad, algunos vehículos transitan hacia el sur, para entroncar Las Torres con prolongación Guadalupe; los edificios de la villa exhiben solitarios su lenta decadencia. Al interior de Ayamonte, edificios en obra negra que nadie parece poder impedir, y al fondo, el bosque de pino y encino, verde y tupido, con su engañosa invencibilidad.
 
Rodolfo ya roza los 60 años y ha abandonado Colinas de San Javier y la costumbre de apostar. El mundo se puso más difícil y hoy las armas se disparan más fácil. Jorge Camberos murió sin ver su sueño realizado. Las aguas bajan copiosas después de las tormentas en el bosque, y a veces se estacionan en las zonas urbanizadas. El debate por el futuro de este sitio, esencial para Guadalajara, no ha terminado. 




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Descripción de El Bajío 

La zona de El Bajío forma la parte baja de una cuenca endorreica (sin salida para el agua por superficie) que tiene su parteaguas al interior del bosque La Primavera 

El Bajío es la zona de pastizales y abarca cerca de 48 por ciento de la superficie total 

De las mil 280 hectáreas de su superficie, el gobierno de Jalisco considera que unas 315 ha están urbanizadas o tienen derechos para hacerlo 

El debate actual sobre habitar la Villa Panamericana o demoler sus edificios, prevalece, pese a la intención del gobernador Alfaro de que se den las licencias a los desarrolladores 

A cambio, el mandatario emitió un decreto de zona de recuperación ambiental sobre 980 hectáreas libres; el soporte legal es similar al que hizo su predecesor Aristóteles Sandoval para el vecino Cerro del Tajo

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