domingo, 11 de septiembre de 2011

Urgen en UdeG una reforma democrática


Académico ve un sindicato lejano de su papel. Román Munguía Huato destaca la profunda crisis de la casa de estudios

Guadalajara. Agustín del Castillo. MILENIO-JALISCO. Edición del 28 de agosto de 2011

La Universidad de Guadalajara “se encuentra en una profunda crisis general, de naturaleza académica, política [de gobierno] y laboral. Esta crisis se viene arrastrando desde hace muchas décadas, pero es especialmente desde el rectorado de Raúl Padilla López [1989–1995] que se reproduce a una escala ampliada y potencializa la gravedad de los problemas”, advierte el profesor universitario Román Munguía Huato.

En una ponencia que participó en el reciente Foro de Reflexión Universitaria, el acto disidente al grupo Universidad más importante de la historia reciente de la casa de estudios, el académico subraya que “la UdeG carece de un ethos humanista político, filosófico, cultural, educativo y ético, pues más que administrarse como institución educativa pública para beneficio de la sociedad entera, se maneja como empresa privada promotora de espectáculos y entretenimiento”.

Desde abril de 1989 “cuando se inició el trastocamiento del ejercicio del poder real en la UdeG, ésta no ha dejado de ser objeto de escándalo público [...] el hecho es que eventualmente la universidad es objeto de atención de la opinión pública derivado por un hecho violento, fraudulento, saqueo de recursos, disputas de poder interno, posicionamiento de ‘líderes universitarios’ en organismos, partidos políticos o de representación legislativa, manejo de recursos financieros discrecionales, despilfarros, auditorias maquilladas, conflictos laborales, proyectos arquitectónicos y urbanos faraónicos, cambios de opinión ‘científica’ acerca de problemas ‘ambientales’ de forma oportunista”, entre otros (el caso de la presa Arcediano es emblemático de esto último).

Así, la institución la “podemos caracterizar perfectamente como la universidad del espectáculo, de los escándalos. Hasta el día de hoy, Padilla López, mantiene un poder casi absoluto [...] la década de los setenta fueron años convulsos y esto significa que las prácticas corporativo–autoritarias se imponían con métodos violentos intramuros y extramuros; pero, a partir de los años noventa los escándalos generados por las autoridades universitarias se han vuelto cosa cotidiana en la opinión pública y en la sociedad civil. Muchos de estos escándalos obedecen o tienen su origen en este liderazgo caciquil que ha hecho de la universidad [...] una especie de botín patrimonialista personal, familiar y de camarilla”.

Para Munguía Huato, la estructura sobre la que sostiene este poder tiene cuatro pilares: el Consejo General Universitario (CGU), los dos sindicatos “blancos”, patronales (STAUdeG y SUTUdeG), y la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU).

“Estamos hablando de un grupo de poder sustentado en una estructura corporativa–autoritaria y extraordinariamente vertical. Sin duda, uno de los aparatos corporativos más importantes del cacicazgo lo constituye el STAUdeG, cuyos mecanismos de control han sido extraordinariamente eficientes desde hace casi dos décadas, pues estamos hablando de la subordinación plena de la mayoría de los doce o trece mil académicos, lo cual ha permitido mantener una estabilidad política de esta institución muy rentable para los intereses del grupo de poder universitario, denominado por la opinión pública como Grupo UdeG”.

La reciente crisis por los estímulos académicos “es tan sólo una parte de la punta de iceberg de la flagrante indefensión laboral del trabajador académico [...] debe reconocerse que este hecho está estrechamente asociado a un sindicato que no funciona como tal sino como un dique de contención laboral de las demandas económicas-salariales; de ahí que el personal docente y de investigación de la UdeG sea uno de los de más baja percepción salarial, incluidas las prestaciones sociales y los llamados estímulos, dentro de las instituciones educativas universitarias públicas del país”.

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Un día antes, en el Foro de Reflexión Universitaria...

Profesores cuestionan el “sindicalismo charro”

AC. Milenio-Jalisco, edición del 27 de agosto de 2011

Los sindicatos de la Universidad de Guadalajara (UdeG) están lejos de defender los derechos de los trabajadores académicos y administrativos de la casa de estudios; sus dirigentes negocian con la burocracia, participan de sus privilegios y hasta dejan en manos del abogado general la determinación de algún trámite, protesta o huelga por las condiciones laborales.

Además, los secretarios generales tanto en el Sindicato de Trabajadores Académicos de la UdeG, como en el Sindicato Único de Trabajadores de la UdeG, deben su puesto al “palomeo” del jefe político de la institución, Raúl Padilla López, y en consecuencia, ni critican el uso de la nómina a favor de la “burocracia dorada”, ni los proyectos no prioritarios a los que se canaliza el dinero en perjuicio de las labores sustantivas, como suelen ser los grandes proyectos culturales.

Esto resume las críticas que ayer, al cierre del Foro de Reflexión Universitaria, se plantearon como los principales problemas en relación al marco laboral vigente en la institución, en una segunda jornada de cuestionamientos al manejo que hace el grupo político que está en el poder desde el año de 1989.

Uno de los aspectos que consideran más lacerantes es el grave rezago en salarios de la mayor parte del profesorado, que no tiene acceso a sobresueldos ni estímulos, y del personal administrativo, mientras la dirigencia se da sueldos superiores a los de otras instituciones del país y el mundo.

Gonzalo Nava Bustos, profesor e investigador del Centro Universitario de Ciencias de la Salud, comparó las proporciones de ingresos del personal de la UdeG con el de la Universidad de Austin, en Texas (Estados Unidos). Traducido en los salarios mínimos vigentes en ambas naciones, el salario de un profesor tiempo completo titular C de la universidad tapatía es apenas 13.5 por ciento el del rector general (85.3 contra 11.5 veces el salario mínimo); en la entidad estadounidense, el profesor mejor pagado gana casi 80 por ciento que el equivalente al rector general: 24.1 salarios mínimos contra 18.5).

De este modo, la Universidad se convierte en reproductora de la desigual distribución de la riqueza, añadió.

“El sindicato de la UdeG es una variante del sindicato charro”, intentó clasificarlo el médico Luis Flores; la maestra Rita Chávez lo acusó de promover la falta de equidad laboral entre sexos, y de no luchar contra las escasas prestaciones para mujeres y madres, lo que demostró con sencillas comparaciones con las prestaciones que tienen las trabajadoras en la UNAM y la Universidad Autónoma Metropolitana.

El médico Alberto Reyes previno sobre la necesidad de fortalecer esta lucha antes de llevarla a otro nivel, de manera que el status quo no apele al miedo para derrotar los esfuerzos de cambio; y sobre este último asunto, el filósofo Ignacio Mancilla lamentó la ausencia de instituciones capaces de canalizar en una acción creativa la ira y de enfrentar con éxito el miedo, lo que obliga a meditar en los alcances de un movimiento disidente, como el que ganó por dos días el auditorio Silvano Barba, de la UdeG.

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