jueves, 24 de marzo de 2022

Alfaro, los signos de un agotamiento




                                               “Todos los héroes acaban por hacerse muy fastidiosos” 
                                                Ralph Waldo Emerson, Hombres representativos 


Agustín del Castillo, El Respetable

Enrique Alfaro Ramírez, el político habilidoso que supo montarse en el desprestigio de sus rivales y crear un discurso polarizador muy eficaz para convencer a los electores de que era diferente, para bien; que era el hombre necesario, el héroe que iba a sacar a la sociedad jalisciense del marasmo mediocre de muchas décadas, y cuya obstinación en denunciar corrupción de la partidocracia le generó una amplísima adhesión entre amplios sectores contestatarios de la sociedad civil (que se tradujo en su muy mexicana incorporación a la nómina a lo largo de los sucesivos gobiernos que ha encabezado), hoy se encuentra agotado. Su figura ya no concita admiración, respeto ni reconocimiento, sino hostilidad, desprecio, y en algunos casos, muy justificadamente, miedo. 

 ¿Cómo se hundió quien en algún momento fue visto como un formidable zoon politikon (en griego: “animal político”) que pintaba para trascender las fronteras del estado, arribar a las “grandes ligas”, y a una candidatura presidencial, y finalmente regresar a Jalisco el protagonismo en la arena política nacional, perdido, quizás, desde la extraña muerte del general Ramón Corona, el vencedor de Manuel Lozada, El Tigre de Álica en La Mojonera, ex embajador en España y muy popular gobernador que provocaba recelos en don Porfirio Díaz, bajo la oportuna mano asesina de Primitivo Ron, en 1889? 

La política es un oficio complejo porque aborda la “cosa pública”, y eso significa que se enfrentan y negocian los más diversos intereses de todas las clases y grupos de la sociedad. Alfaro Ramírez, nacido a la política en el PRI y después su principal denostador, no era un improvisado. En casa creció entre las conversaciones sobre los desafíos de la administración pública de una entidad tan enorme y compleja como es la Universidad de Guadalajara (UdeG), regida entre 1983 y 1989 por su padre, Enrique Alfaro Anguiano, es decir, uno de los pocos cargos políticos que compiten en relevancia con los del gobernador en turno. 

Luego de estudiar ingeniería en el Iteso (no siguió en la UdeG probablemente por el agravio que significó a su familia el arribo como rector de Raúl Padilla López, sucesor de Alfaro Anguiano, cuyos intereses defenestró, para asumirse como verdadero refundador de la casa de estudios, que se mantiene como su feudo político desde hace más de tres décadas), accedió hacia la política de la mano de su tío César Gabriel (de trato afable y conciliador, a diferencia del impulsivo carácter del hoy gobernador), y sobre todo, de quien ha reconocido como su verdadero padrino político: el empresario y ex senador Raymundo Gómez Flores, que se enriqueció notablemente con desarrollos habitacionales populares en las cercanías de la Central Camionera Nueva, creada por el gobierno de Enrique Álvarez del Castillo a mediados de los años 80 del siglo XX, y quien después, emergió entre los empresarios ricos de México, de la mano de las privatizaciones del gobierno de Carlos Salinas de Gortari (Grupo Dina). 

No se trata de un rumor. El día de su toma de protesta como presidente municipal de Guadalajara, el 30 de septiembre de 2015, me tocó ser testigo de su apoteosis: Alfaro iba a sacar de su “crisis” a Guadalajara y a limpiar la ciudad de los corruptos. Y entre los pocos nombres que se llevaron su reconocimiento, precisamente mencionó el del ya entonces político retirado a su familia, con los negocios inmobiliarios ya como su actividad sustantiva (por cierto, vecinos de business de la familia propia: en la zona de El Nixticuil, Zapopan, los desarrollos de los Gómez Flores y de los Errejón Alfaro, primos del mandatario, han impuesto las políticas de urbanización por más de una década). 

LA CONSTRUCCIÓN DEL PERSONAJE 
Era la fase más alta de la construcción del personaje público. Con la fuerza de sus asesores políticos (yo tengo la teoría de que los politólogos, una carrera relativamente nueva en las universidades del país, como asesores, han sido muy eficientes en la fabricación de políticos cínicos y calculadores, pero es una discusión que dejaremos pendiente) y de “sus” empresas de comunicación (ojo, empresas que han vivido de recursos públicos desde los años del gobierno en Tlajomulco, 2010-2012), Euzen, Covacha e Indatcom, se había convencido a muchos activistas sociales que la respuesta al desencanto partidista era justamente ese hombre enérgico y directo. Qué decir de buena parte de la sociedad tapatía, que votó masivamente por él. Recuerdo que la noche de su toma de protesta como alcalde, en la Plaza Liberación, un parroquiano llevaba un letrero que decía: “Alfaro, contigo se les aparece el chamuco a los corruptos. Expúlsalos”. 

Esa enorme habilidad para vender a un personaje más allá de la medianía democrática (eso es justamente el liderazgo populista: la venta de superhéroes para salvar la república… suprimiéndola) ha pasado factura con el paso de los años. La ira bíblica, los raptos sentimentales, el afán de “comunicación directa” con el pueblo (la admiración de Enrique Alfaro por Andrés Manuel López Obrador no es solo retórica convenenciera), transmiten ahora la imagen de un político inflexible, vulgar en su enfrentamiento con personalidades de la sociedad inferiores a su representación, obsequioso con quienes le superan (al presidente solo lo pelea… cuando está lejos), y enfermo de protagonismo. Un aspirante a influencer que necesita subir tuits y videos para llenar las redes engañado por sus asesores sobre la real forma en que los ciudadanos, hoy desencantados, lo ven. 

Es irremediable que esto lo llevara a relaciones tiránicas con los periodistas, en las cuales prima la hipocresía propia y la de sus asesores, que no vacilan en presionar por la cabeza de comunicadores incómodos, con el poder que dan los recursos públicos que manejan para “convencer” (ninguna evolución en relación a sus antecesores, que al menos eran más discretos), pero que se abre a los periodistas externos a Jalisco (frecuentemente, a punta de chequera). En la construcción de esta simulación, incluso se atrevió incluir en su programa de arte público, un homenaje a "periodistas caídos" (una pluma gigante de dudoso gusto estético) mientras denostaba a periodistas reales y los acusaba de formar parte de una conspiración “de los de siempre”. Los aromas de Tlajomulco…llevan a Macuspana, Tabasco. 

(Acotación: como suele suceder con las críticas a los gremios, siempre hay una parte de razón en las acusaciones: muchos periodistas que han hecho fortuna a la sombra del poder, forman parte de una tradición de taras que viene de la época de predominio del viejo PRI. Sin duda muchos intentaron sacar ventajas de una relación cercana al alfarismo. Lo grave es que esto termina como pretexto para perseguir -por ahora, solo discursivamente – a los periodistas reales, los que reportean en la calle, a los que viven el oficio y sacrifican su tiempo y a veces su vida a dar noticias del modo más profesional posible). 

EL CAMPEÓN DE LA SOCIEDAD CIVIL 
La hipocresía es inherente a las democracias representativas. Y contra la hipócrita o desinformada crítica de los “sinceros”, de los que sostienen la “congruencia” como máxima virtud (congruencia es a fin de cuentas una relación entre pensamiento y acción: si yo creo que el asesinato es moralmente bueno, y asesino, soy congruente. Si yo creo que la caridad es buena y la práctico, también), creo que no es malo que exista y se le reconozca. La hipocresía a veces permite a la gente no matarse (por ejemplo, las relaciones entre países: el matón Putin, siempre congruente, despedaza Ucrania; el quizás hipócrita Biden denuncia los crímenes de guerra, por conveniencia geopolítica, ¿entonces tú amas a Putin, tan congruente como Hitler?). Dicho esto, podemos aceptar que los movimientos políticos redentoristas, como el de Enrique Alfaro, se ofrecen a la sociedad como una alternativa a los hipócritas “de siempre”. Y son tan eficaces en transmitirlo, que convierten el tema en su talón de aquiles (remember La casa gris de Houston). Y ese es el eje del creciente desprestigio de la figura del gobernador. Es Humano, demasiado humano (Friedrich Nietszche). 

Ya he abordado en otro momento el tema de la captura de la sociedad civil: a los que hizo sus amigos, les dio la justicia de la nómina y la gracia de la fama y los contratos por dar el barniz necesario de civismo a un gobierno que, como todos los del pasado, está conformado con políticos profesionales (http://elrespetable.com/2019/09/05/alfaro-el-asalto-a-la-sociedad-civil/). Es muy grave que en su búsqueda vulgar (AMLO dixit) de poder (esa sí, por disfrazada, muy hipócrita), esta clase de políticos despedacen la institucionalidad política, cuando un verdadero demócrata plantearía la corrección y consolidación de esas instituciones, su efectiva ciudadanización. Pero la propuesta de Alfaro es completamente obradorista (aunque haya emergido de un partido, Movimiento Ciudadano, que como Morena, recibe prerrogativas de ley y financiamiento público): convertirse en el hombre necesario para que la sociedad entera avance. Eso lleva a someterla, por las buenas y por las malas. Enrique Alfaro no fue diferente al presidente de la república, que tiene a sus feministas, sus ecologistas y activistas sociales propios, y ataca a los que no controla. 

La amenazante personalidad que despliega la “sinceridad” alfarista y el uso de recursos públicos contra disidentes (campañas de desprestigio en prensa y redes, verbi gracia) busca someterlos, por la mala. Y por eso hay prensa buena y prensa mala, activistas buenos y activistas malos. Eso tiene además la función de alimentar la fábula del héroe victorioso (para tener éxito es indispensable la debilidad real de esos malvados, que habrán de ser narrativamente, es decir, como ficción, los todopoderosos). 

(Otra acotación: que buena parte de los críticos de Alfaro estén ligados o sean simpatizantes del populismo lopezobradorista, no los descalifica a priori. Este es el pantano de la política y las motivaciones van desde el odio puro y sincero al agresivo y arrogante gobernador hasta la real búsqueda de resultados porque el gobernador “sincero” les dio la espalda: es el caso de movimientos sociales que utilizó en su ascenso al poder. El caso de los activistas de Temacapulín me parece emblemático en el segundo caso. También creo que muchos lopezobradoristas son sinceros en su creencia de que el rezago de Jalisco es efecto del desgobierno de Alfaro y no de los errores kilométricos que todos los días comete su héroe morenista. Es la coartada perfecta para la incapacidad del gobierno federal). 
 
El “frontal” y “sincero” mandatario, durante sus años en Tlajomulco y, sobre todo, Guadalajara, utilizó de forma descarada a sus soldados de la sociedad civil para criticar a quien, a partir de 2013, despacharía en Casa Jalisco, el priista Jorge Aristóteles Sandoval Díaz. Esa clase de críticas con tufillo de desinformación y dolo que ahora, que alcanzó el poder, tanto odia. ¿Buscaba Enrique Alfaro que le fuera mal a Jalisco, como le gusta hoy decir para desacreditar a sus críticos? No, buscaba descarnada y descaradamente el poder (lo que ahora juzga inmoral en sus adversarios, pues tal vez cree que su llegada al cargo, con una interpretación de vulgata marxista-revolucionaria, es el parteaguas que si no llevará a la utópica abolición del estado, al menos si enterrará la política de élites para siempre -¿será posible que eso pase por la mente de los políticos-redentores? Me parece que al menos sí es uno de sus sueños húmedos -). 

La postración de los ciudadanos capturados por la nómina no tendría mejor imagen simbólica que la del pasado 8 de marzo de 2022, Día Internacional de la Mujer, cuando la secretaria de Planeación y Participación Ciudadana, Margarita Sierra, y las principales mujeres de su gabinete (en cuanto a nombres y números, es herético dudar en la vocación feminista del mandatario; lo mismo que pasa con López Obrador con su más de 50 por ciento de mujeres en su primer cuadro de gobierno) le entregaron un reconocimiento por su compromiso con la lucha feminista (ese mismo día, oh odiosas comparaciones, el Pontifex maximus de la república caciquil mexicana, posa en una amplia fotografía con decenas de funcionarias de su gabinete, mientras en la calle, miles de mujeres protestaban contra los feminicidios y la ausencia de derechos). 

Margarita Sierra, prestigiosa activista que encabezó muchos años los destinos de la Feria Internacional del Libro (FIL), ha sido una herramienta muy útil para la agenda ciudadana alfarista. En marzo de 2018, la desaparición en Tonalá de los jóvenes videoastas Javier Salomón Aceves, Marco García y Daniel Díaz, llevó a una potente campaña de medios encabezada por la hoy secretaria, y entonces directora de la Universidad de Medios Audiovisuales (CAAV), de donde eran los desaparecidos. “Es una desaparición forzada, porque quienes los levantaron dijeron que eran de la Fiscalía, además tenemos dos semanas de desaparición y ni una palabra, o sea el gobierno ni la Fiscalía no dicen nada”, dijo entonces (https://origenoticias.com/caso-de-estudiantes-del-caav-es-una-desaparicion-forzada-margarita-sierra/). 
 
Evidentemente estaba en todo su derecho y era congruente con lo hecho a lo largo de su vida (https://mobile.twitter.com/lamagasierra/status/977758642148552704?lang=bg ). Las manifestaciones contra el gobierno de Sandoval Díaz subieron de la tono, al grado que se pidió la renuncia del mandatario, quien sugirió que la activista buscaba renta política a favor del alfarismo, lo que arreció la campaña en su contra. Aristóteles reculó a responsabilizarla y enfrentó el problema. “Emplearemos toda la capacidad de fuerza e inteligencia del Estado al tiempo que seremos y tendremos permanente comunicación con los familiares; los estudiantes de Jalisco no deben de tener ninguna duda de que estamos compartiendo la indignación… también compartimos esta rabia e indignación que sienten, y desde luego, a nosotros nos toca hacer justicia”, declaró el entonces gobernador. 
 
Y en su cuenta de Twitter, @AristotelesSD, publicó: “Es absolutamente justificada la indignación que el caso de los tres estudiantes despierta en la sociedad. Como padre estoy dolido y conmocionado; como autoridad cumpliré el compromiso que hice con los familiares de las víctimas de seguir investigando”. 

LA CAÍDA DE BELEROFONTE 
Con la llegada al poder, ese compromiso directo con las causas de la sociedad ha desaparecido, o se ejerce en lo oscurito, como en las cortes monárquicas. El gobernador en funciones no tolera disidencias, no cambia de opinión (corrección, por alguna razón lo hizo recientemente con las madres buscadoras de Sonora, a las que primero calificó de traer “agenda oculta” y luego elogió; pero con Alfaro, las golondrinas no hacen verano) y niega de plano los problemas, en una entidad donde, por citar uno de sus problemas más graves, el crimen tiene tomadas regiones enteras. 

Mientras la propaganda alfarista destaca el descenso estadístico de algunos delitos (“Existen tres clases de mentiras: las mentiras, las malditas mentiras, y las estadísticas”, dijo alguna vez Mark Twain, citando al premier británico Benjamín Disraeli), cuando no hay escapatoria, se va por el recursos de culpar al gobierno federal y su “abrazos no balazos” (y como suele pasar con la mentira política, a veces los rompecabezas de cada mentira arman una verdad: por ejemplo, en este caso, nos demuestra que los omisos son todos). 

Resulta que, como le sucede a López Obrador a nivel nacional, Jalisco tiene más muertos y desaparecidos que nunca en poco más de tres años de administración. No hay realmente un cambio que le indique al ciudadano que las cosas, al menos, se detuvieron. Enrique Alfaro no puede dar, hoy, garantía a sus gobernados de que no serán asaltados, violentados o asesinados. Y tiene lógica, porque los problemas son complejos y requieren instituciones fuertes. Pero el discurso de salvador lo contradice. Las instituciones de seguridad son, en México y Jalisco, más débiles que nunca, y el crimen, más fuerte y ubicuo. 

Esta desoladora verdad deja poco margen a la construcción del hombre providencial. Entonces, en la emulación firme del caudillo de la nación, salen ideas huecas y pretenciosas como las refundaciones y las consultas fiscales, cuya única virtud es recordar al gobernante sus responsabilidades constitucionales… y dar un pequeño aliento a su popularidad, aunque se desvíen recursos valiosos para acciones sustantivas: la consulta ciudadana de 2021 se llevó 29 millones de pesos. Por hablar de un tema popular esta mañana, los incendios del bosque La Primavera: el área natural protegida recibió en 2022, 700 mil pesos menos que en 2021. La prioridad de la propaganda se come todo. 
 
De hecho, la idea de esta columna me la dio ese afán de influencer que el gobernador, ayer (23 de marzo de 2022), exhibió una vez más: su amor por el protagonismo saturó su cuenta de Twitter de mensajes sobre el combate del incendio forestal en el bosque. Su afán de heroísmo lo llevó a mencionar la detención del presunto responsable, ¿un demócrata busca el lucimiento personal o permite a sus funcionarios y servidores públicos trabajar tranquilos? Como está tan deteriorada la figura de Alfaro Ramírez, las crítica no se hace esperar. Pero además, se genera una seria duda sobre si lo que informa es realidad o propaganda. “¿Nadie de los suyos le sugiere que su sobreexposición mediática ya no es recomendable, ante el desgaste de su estilo beligerante y la creciente hostilidad que provoca? No ayuda a sus secretarios queriendo aparecer como experto en todo, siempre sobrado y desafiante. Ya no genera credibilidad. Cosecha lo que sembró su arrogancia”, escribí en mi cuenta de Twitter como a las ocho de la noche. Una hora después, rematé: “Es tal el descrédito de la figura del gobernador, que incluso si dice la verdad la termina convirtiendo en algo sospechoso. Y eso es muy malo para cualquier institución, no se diga un gobierno, que debe vivir del crédito que le dan los ciudadanos”. 

La famosa leyenda griega de Belerofonte (posiblemente, es al que mejor aplica el término antihéroe que a otros brutales hombres poderosos de esa tradición: tras matar a la monstruosa quimera, ebrio de poder, decide ascender al Olimpo en su caballo Pegaso; Zeus manda un tábano que pica al caballo alado y derriba al ensoberbecido desde las alturas celestiales) es una buena metáfora para los políticos redentores de nuestro tiempo de mitos laicos. Y una advertencia.
 
¿Por qué Enrique Alfaro no puede ya seguir el camino del héroe que tan bien le sigue saliendo al presidente López Obrador? Porque es solamente un gobernador, y no tiene todos los recursos para imponer su relato. El hombre más poderoso en el México presidencialista es, lógicamente, el presidente en turno. Nos queda AMLO para rato, polarización exitosa y propaganda potente, pero me temo que estamos asistiendo al declive de Enrique Alfaro Ramírez como personaje. Las encuestas de popularidad nacional son duras con él: su falta de compromiso con el movimiento opositor, su amor-odio con el presidente, su violento estilo de enfrentar a sus adversarios, ya han marcado el camino. Si Alfaro quiere salvar su gobierno y los buenos proyectos que sin duda tiene, deberá renunciar a ser la estrella del concierto. Es curioso: parece que este hombre intolerante que usa la democracia para sus fines, no tiene más camino que hacerse moderado y demócrata… o sumarse a las filas de Morena, en busca de una renta inmediata. Pero es muy dudoso que el presidente de la república quiera apostar por su declinante capital político.


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