Patrimonialistas, autoritarios y monolíticos, así son la mayoría de los dirigentes de la restauración del corporativismo en los gremios laborales, herederos del estilo de Hernández Loza y Silva Romero
Agustín del Castillo / Guadalajara. MILENIO JALISCO
Si tienen razón sus hagiógrafos, los jaliscienses no se merecen a sus dirigentes obreros: hombres humildes, ejemplos de carisma weberiano, que emergen del anonimato y la pobreza para convertirse en políticos poderosos al servicio de las mejores causas de la sociedad, sobre todo, las causas de los trabajadores, a quienes representan, casi siempre,ad perpetuam.
Para seguir ese argumento, es indispensable no confundirse: que posean dietas e ingresos vitalicios por virtud de su simple representación; que puedan heredar los cargos por vía consanguínea si el junior tiene deseos de mantener como misión en la vida la redención de los obreros; que los espacios en curules o cabildos se allanen por el peso del apellido; que mantengan la “paz laboral” a cambio de prebendas con las empresas ante las que representan al trabajador inerme; que su patrimonialismo confunda los bienes del sindicato con los propios , y que de vez en cuando ocasionen terremotos políticos en defensa de sus intereses, no significa que sea lícito confundirlos con los brutos e ignorantes nobles medievales que se repartían vidas y haciendas de sus súbditos durante siglos oscuros europeos.
No obstante, la percepción social parece no hacer justicia a esta optimista visión de los dirigentes del movimiento obrero “oficial”.
“La organización del sector obrero fue determinada mediante una relación de subordinación al Estado en la década de 1930, representante en ese momento de los intereses de los sectores populares surgidos de los ideales de la Revolución. La subordinación consistía en un compromiso mutuo entre esos sectores y el Estado en una alianza establecida a través del partido entonces llamado de la Revolución Mexicana [convertido en PRI a partir de 1946], y cuyos contenidos básicamente se centraron en el reconocimiento por parte del gobierno de estos organismos de los trabajadores y el correspondiente apoyo político al partido. El sector obrero en particular se convirtió en un interlocutor privilegiado para la definición de las políticas públicas. Este argumento ha prevalecido hasta hoy como una explicación de las relaciones tradicionales entre el sector obrero y el gobierno, aunque también ha sido expuesto como la forma de relación de la sociedad mexicana y el gobierno”, destacan Manuel Flores Robles e Ignacio Medina Núñez en “Sindicalismo en Jalisco: nuevos procesos de fin de siglo” (http://www.angelfire.com/folk/latinamerica/Sindicatos/sesion2b.pdf).
Con las crisis económicas recurrentes y la debacle de la calidad de vida de los trabajadores, acusada a partir de los años 80 del siglo XX, “se han generado un proceso por lo menos en dos vías: por una parte se ha deteriorado la capacidad de las organizaciones sindicales para hacer frente a los cambios en las relaciones laborales y la política económica del gobierno ante la dinámica global de la economía internacional provocando actitudes puramente defensivas; y por otra parte existe una respuesta organizada de nuevos grupos que intenta proponer una nueva forma de relaciones entre el sector de los trabajadores asalariados y el gobierno”.
En ese contexto, se explica el renovado auge de un sindicalismo “alternativo” que se enfrenta a los gobiernos, independientemente del color, pero que también es reprimido o minimizado al margen del origen político de las administraciones, es decir, para Jalisco no hace diferencia que sean el PRI, el PAN o Movimiento Ciudadano, refiere el líder de la principal central opositora, el Frente General de Trabajadores del Estado y sus Municipios (FGTEM), Cuauhtémoc Peña Cortés.
La transición de la era panista no cambió el estado de cosas. De un tímido intento de cambios en el mandato estatal de Alberto Cárdenas Jiménez (1995-2001), se dio una restauración completa del poder de los gremios oficiales en las administraciones de Francisco Ramírez Acuña y Emilio González Márquez. Este último se atrevió a lo que no habían considerado sus predecesores priistas oi blanquiazules: poner en la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres, al lado de las estatuas de hombres brillantes como Mariano Otero, Ignacio Luis Vallarta, Juan Rulfo o Agustín Yáñez, a los dos “líderes históricos” del sindicalismo local, Heliodoro Hernández Loza y Francisco Silva Romero, quienes más allá de reprimir disidentes y repartirse negocios en la zona metropolitana, apenas leían.
El movimiento obrero oficial, que hoy saldrá a las calles a conmemorar a los Mártires de Chicago, de Río Blanco y de Cananea, mantiene perfiles tradicionales. Patrimonialismo acendrado, autoritarismo, cacicazgos regionales o sectoriales. Es el sindicalismo “charro” de Alfredo Barba Hernández (CROC) y Rafael Yerena Zambrano (CTM), pero que incluye a Juan Pelayo Ruelas, líder oficial de los trabajadores del estado, o de modo más marginal, a Antonio Álvarez Esparza (FROC), de perfil más autocrítico, pero también fuertemente corporativista. Son los líderes sempiternos que los jaliscienses parecen no merecer.
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CLAVES
El sindicalismo oficial en Jalisco, hoy
Rafael Yerena Zambrano
Líder de la Federación de Trabajadores de Jalisco de la CTM (671 sindicatos, 600 mil afiliados). Ha controlado durante más de 30 años a los empleados de la industria turística, como secretario general de la Sección 92 del Sindicato de Trabajadores de la Industria Hotelera y Gastronómica, con sede en Vallarta
Antonio Álvarez Esparza
Secretario de la CROC desde 1990 y adversario de Alfredo Barba Hernández. Es considerado el dirigente tradicional con mejor preparación y discurso más articulado, en contraste con Barba Hernández. Tampoco ha estado involucrado en escándalos y hasta donde se sabe, no tiene un tren de vida despilfarrador. La cara “amable” del viejo sindicalismo
Juan Pelayo Ruelas
Secretario de la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio de Jalisco, acusado de recibir prebendas del Ejecutivo para aceptar toda medida, como en el caso de la reforma a la Ley de Pensiones, que permitió inversiones de riesgo con fondos de los trabajadores
Alfredo elGüeroBarba
Tepatitlán, 1944. Líder de una de las dos vertientes en que se escindió la CROC en Jalisco (se disputa 412 sindicatos), con larga carrera como legislador federal y local, y como regidor y alcalde de Tlaquepaque. Es el líder sindical más influyente en la actualidad
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