domingo, 6 de diciembre de 2009

La Laguna, la venganza del desierto

Dos aspectos del cañón de Fernández, principal área natural protegida de la región lagunera

Esta historia remite a un páramo desolado; a su conquista por colonos tesoneros, que arrasaron recursos para generar un exitoso modelo económico; y a cómo la naturaleza siempre cobra la factura.

Torreón, Coahuila. Agustín del Castillo, enviado. PÚBLICO-MILENIO. Segunda parte de proyecto denominado "Historias del cambio climático en México", cofinanciado por becas AVINA. Fotografías de Marco A. Vargas

"Vencimos al desierto”. De sufrida certidumbre de los primeros colonos de la región, esta frase se ha convertido en eslogan victorioso, lapidario, que se escucha por todos los rincones de Torreón, un prodigio humano que alcanzó un siglo apenas en 2007. Hoy es una de las ciudades económicamente más exitosas de México.

Así lo recordaba, elogioso y reverente, un comentarista de TV Azteca, en la crónica televisiva de la tarde del 11 de noviembre pasado, al inaugurarse el “Territorio Santos Modelo” con la presencia de la plana mayor del futbol mundial y de o rei Pelé. El estadio es considerado una joya de ingeniería global, y ratifica el centenario desafío de los colonizadores a la naturaleza enjuta de la llanura “amarguísima y salobre” que cantó el poeta Manuel José Othón.

“Vencimos al desierto”. Un millón 250 mil personas habitan en diez municipios de Durango y cinco de Coahuila, con Torreón, Gómez Palacio y Ciudad Lerdo como eje, en una zona de 47 mil kilómetros cuadrados donde la lluvia jamás traspone la barrera de 300 milímetros anuales (en Guadalajara alcanza 900 mm; en Palenque, Chiapas, rebasa tres mil mm), y que debe su nombre, La Laguna, a diversos embalses naturales —se habla de trece y el mayor fue Mayrán— que fueron desecados por el irresistible progreso, aunque ocasionalmente, cuando el agua es soltada desde las presas del río Nazas, se recupera un breve espejismo del antiguo esplendor.

“Ya en los años cincuenta no había nada”, subraya el doctor Francisco Valdés Pérezgasga, del Instituto Tecnológico de Torreón, uno de los críticos más agudos de este proceso civilizatorio del que actualmente es emblema la lechera Lala, principal empresa de la demarcación, líder nacional en su ramo, y por su volumen de ventas, 38,050 millones de pesos anuales, la 47 del país (Las 500 de México, Expansión).

Este es el lado oscuro del avance del hombre moderno sobre el desierto que comparten Coahuila, Durango y Chihuahua, empujado por la prosperidad del negocio lechero de la comarca a partir de los años sesenta del siglo XX, cuando decayó en definitiva el monocultivo del algodón, fama pretérita de este enclave agropecuario.

El ganado se atemperó en una zona con escasa humedad, lo que evita un buen cúmulo de enfermedades. La desventaja de las aguas erráticas y la lluvia moderada se resolvió con las obras de irrigación que ya existían, para transformar a forraje —principalmente la sedienta alfalfa— los viejos cultivos algodoneros, y con el soporte de 3,877 pozos profundos (datos de 2001) que ya registraban abatimientos en esa época, y que actualmente bajan su nivel a un promedio de dos metros por año.

La política de subsidios gubernamentales a la agricultura empresarial propició el autoengaño de una copiosa y ascendente producción lechera, ignorando el problema ambiental.

La comarca, con el abatimiento de su acuífero, ha visto adulteradas sus fuentes de consumo humano por aguas ricas en arsénico, un grave problema de salud pública, reconoce el director del organismo de Cuencas Centrales del Norte, de la Comisión Nacional del Agua (CNA), Óscar Gutiérrez Santana. La solución no se atisba por la autocontención: va o por el costoso tratamiento y potabilización, o por la importación de aguas desde más de 200 kilómetros, en la Sierra Madre Occidental, en Durango.

“Y así… vencimos al desierto”, se lee en el mural del palacio municipal de Torreón, firmado por M. Muñoz en el anno Domine 1981. La obra es un recuento gráfico del centenario sometimiento de esta tierra áspera y salvaje, con audacia, tesón e ingenio, virtudes de las culturas emprendedoras.

En 1888, cuando llegó el tren internacional de Piedras Negras al caserío de Torreón, y comenzó el espectacular despegue de la zona, desde otro rincón del mundo, un filósofo balbuceaba, con dedicatoria a los apóstoles del progreso, un aforismo perdurable: “Por tus virtudes perecerás” (Nietszche, Así hablaba Zaratustra).

Con el sudor de su frente
“Vencimos al desierto”. Torreón debe su existencia a los inmigrantes. Españoles, árabes, chinos y alemanes forman parte principal de su historia, además de zacatecanos y duranguenses pobres que fueron la fuerza de trabajo, y capitales regiomontanos y estadunidenses. La clave fue la llegada del ferrocarril central, en 1883, y del internacional, en 1888; la importación del algodón estadunidense, y los grandes latifundios.

“Es de las pocas ciudades del país que en su plaza principal tenía no un templo católico, sino protestante […] nació moderna, abierta y confiada, a diferencia de casi todo el resto del país”, se ufana el director del archivo municipal, Jorge Rodríguez Pardo.

El próspero emporio agrícola fue alterado por la reforma agraria cardenista, que repartió buena parte de las haciendas, pero el boom del algodón duraría hasta 1957, en que cayeron sus precios internacionales por la competencia exitosa de las fibras sintéticas.

Los hombres de negocios comenzaron a producir forrajes y a crecer sus hatos ganaderos. Todavía en 1960, el valor relativo del algodón fue 79 por ciento de la producción total de la comarca. En diez años, bajó a 42 por ciento, mientras la ganadería ya ocupaba el 40 por ciento. En esa década la alfalfa, uno de los cultivos más nutritivos para los bovinos, pasó de 3,800 a 12,300 hectáreas.

Había 24 mil vacas y 250 mil litros diarios de leche en 1965. En 1975 había crecido a 65 mil cabezas y 700 mil litros. 30 años después, hay más de medio millón, predominando las razas Holstein, para generar casi 4.8 millones de litros con los que, literalmente, los lecheros laguneros inundan el país.

Según el investigador Luis Arturo García Hernández, existen 855 unidades de producción intensiva y 1,277 familiares que demandan más de 1.3 millones de toneladas de forraje. Lala es el principal corporativo surgido de este proceso, integrado por una treintena de empresas de los grandes ganaderos de la comarca, y controla alrededor de 65 por ciento de la producción de leche y lácteos.

Datos de 2001 revelan que mientras Lala procesó 1,171 millones de litros, Nestlé absorbió 272 millones; Alpura, 180 millones, y Chilchota 76 millones. El resto de la producción, unos 130 millones de litros, fue para las factorías más pequeñas.

Todo este sistema, fundado en la sobreexplotación del agua. En 2003, la CNA reconocía en la zona 1,100 millones de m3 de extracción subterránea por 600 millones de m3 de recarga, sin olvidar que las presas del río Nazas aportan cerca de 900 millones de m3 anuales. Y se deben gastar 2,450 litros de agua para producir un litro de leche, considerando todo el proceso de los forrajes, añade Valdés Pérezgasga.

Presidente de la asociación civil Pro-defensa del Nazas, y miembro de la agrupación En Defensa del Ambiente, el científico destaca que pese al conocimiento de los problemas, sobre todo, ante los riesgos para el hombre por consumo de arsénico en el agua, que fue detectado décadas atrás, la abulia ha sido la respuesta institucional, con todo y planes de que se han quedado en el papel. Más preocupante es que la zona está en alto riesgo por el cambio climático: será más caliente y tendrá menos agua en un futuro próximo.

—¿Ve usted una toma de conciencia en los tomadores de decisiones, en los políticos?

—No. La veo en la sociedad. Hace diez años la gente te veía como hereje y te quería quemar en leña verde si criticabas el modelo lechero, era un orgullo en Torreón; ahora cuestionan e investigan, aunque no sé si el tiempo nos vaya a alcanzar…

Valdés Pérezgasga ve a La Laguna en el espejo de los antiguos asentamientos mineros. Hay ciudades que se fundan, con el propósito de perdurar, pero no se habla de las que desaparecen. “Y mientras sigamos usando el agua como un recurso minero, vamos a acabar como esas ciudades, que se quedaron deshabitadas, muy cerca de nosotros…”.

El desquite de natura
“Vencimos al desierto”. A partir de 1990, cuando el crecimiento tocó los límites locales, los emprendedores rancheros respondieron con la expansión de los cultivos forrajeros y del modelo ganadero a las cuencas de El Hundido, La Calavera y Cuatro Ciénegas, al norte, en Coahuila; Jiménez y Delicias, en Chihuahua, y Mexicali, en Baja California, según datos del investigador Gerardo Jiménez.

Uno de los valles depredados y en riesgo de extinción es una maravilla planetaria que guarda rastros de la evolución de las especies, las pozas de Cuatro Ciénegas.

Pero el desierto regresa en todos lados, y no solamente por el colapso ambiental. Hay nuevos bárbaros: el crimen organizado, que obliga a una presencia cotidiana del Ejército en los poblados de La Laguna, y hace que los moradores de la metrópoli interestatal salgan poco por las noches, evitando ciertas áreas donde las persecuciones y las balas son el lenguaje en uso, muy lejos de ese antiguo descampado surcado por el aullido de lobos hoy extintos; llanura melancólica que también alguna vez vio “el galope triunfal de los berrendos” (Manuel José Othón).

Inevitable recitar otro texto profético de Nietzsche: ““El desierto crece: ¡ay de aquel que abriga desiertos! […] no olvidéis hombre, al que han consumido placeres; tú eres la piedra, el desierto, eres la muerte...”.

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Región compartida

••• La Laguna es una vasta planicie en el corazón de la región norte de México, de 47 mil kilómetros cuadrados, irrigada por los ríos Nazas y Aguanaval, y constituye la cuenca endorreica (sin salida al mar) más grande del país

••• Se ubica en los estados de Durango y Coahuila, aunque algunos sitúan en el norte de Zacatecas el comienzo de la comarca

••• La habitan alrededor de un millón 250 mil personas distribuidas en diez municipios de Durango y cinco de Coahuila.

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Compra de parcelas y de derechos ejidales concentra la propiedad en la zona

El regreso de los latifundios

Los ganadores: una treintena de familias de la “aristocracia” lechera de La Laguna.

Los ganaderos son los modernos vencedores del desierto. Tras la reforma agraria salinista, de 1992, buena parte de las mejores tierras y los derechos de agua de La Laguna han cambiado de manos, para regresar de forma parcial al viejo modelo de concentración de superficie que predominó desde la Colonia y que fue alterado durante la presidencia de Lázaro Cárdenas del Río (1934-1940).

Los estudiosos hablan de un treintena de familias que tienen el control de las tierras de cultivo, por medio de compra de derechos ejidales y de concesiones: el registro de derechos de agua (www.cna.gob.mx) arroja datos valiosos en ese sentido; revela, por ejemplo, que la familia Tricio (de Eduardo Tricio, presidente de grupo Lala) acapara casi un centenar de concesiones; hay docenas de títulos a nombre de otros miembros de la denominada “aristocracia lechera”, como los Gómez, los Martín, los Álvarez, los Rivero, los Díaz de León. Pero falta un análisis a fondo con los instrumentos agrarios. Investigadores de la región están ensayando esa hipótesis, pero ya tienen conclusiones sobre la tendencia.

“La reforma liberal ha propiciado múltiples vías a la reconcentración de la tierra y agua, incluso bajo sociedades mercantiles, que en un futuro podrán acaparar más de 86 mil hectáreas que potencialmente pueden ser regadas por las aguas de las presas”, señalan los investigadores Manuel Fortis Hernández y Rhodante Alhers, en un estudio sobre el distrito de riego 017, el principal de la zona, que elaboraron para el Instituto Internacional del Manejo de Agua (IWMI, por sus siglas en inglés).

Es decir, el movimiento de la concesión del agua refleja con claridad el acaparamiento de territorio para producción agropecuaria, lo que permiten el artículo 27 constitucional y la Ley Agraria siempre que los ejidos certifiquen sus derechos y acuerden transformar parcelas a dominio pleno.

Francisco Valdés Pérezgasga, investigador del Instituto Tecnológico de Torreón, dice que a los registros personales “habría que añadir las concesiones que pudieran estar a nombre de alguna razón social que ellos controlen, y los pozos de los que puedan estar rentando los derechos, cosa común en los ejidos de la comarca”.

Fortis Hernández y Rhodante Alhers agregan: “Este mercado de agua está plagado de elementos monopolistas […] no es competitivo ya que los actos de un grupo de pequeños propietarios compradores de derechos, tienen una influencia perceptible en el precio”.

A su juicio, “los problemas de acaparamiento derivados de este mercado [informal] deben ser limitados por medio de la intervención gubernamental, a través de la aplicación de la ley, exigiendo su transparencia […] se deben ampliar estudios enfocados a analizar no sólo el mercado de agua sino de la tierra, ya que la disputa por estos dos recursos es también la disputa por el nuevo modelo de desarrollo agropecuario que se esta impulsando en esta región”.

Lamentan que la escasez real del recurso no sea criterio para que se ordenen las concesiones. Los agricultores se modernizan no para ahorrar el agua, sino para ampliar la producción. En esta zona opera ya el primer banco de agua del país, cuya misión será poner el orden, explica por su parte el director del organismo de cuenca de la Comisión Nacional del Agua (CNA), Óscar Gutiérrez Santana.

La Laguna como emporio productivo nació como el vasto latifundio de los marqueses de Aguayo, entregado tras la independencia a la compañía inglesa Parras State and Company, administrada por James Grant, señala Fernándo Martínez Sánchez, en su artículo El Porfiriato, de la Nueva Historia de Torreón (1993).

En el Porfiriato, medio centenar de familias se apropiaron de La Laguna, encabezadas por Feliciano Cobián. El 6 de octubre de 1936, el presidente Cárdenas quebró su monopolio y repartió entre ejidos 114,814 hectáreas de riego y 128,526 ha de pastizales, reduciendo los viejos latifundios a pequeñas propiedades, con 50 mil ha de riego.

Pero a partir de 1992, la historia de la concentración de la tierra ha regresado.

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Datos ambientales

••• Todo el sur de Coahuila formaba parte de un primitivo mar somero, llamado Mar de Thetis, que después sería el protogolfo de México

••• En la época prehispánica fue territorio ocupado por tribus nómadas que se resistieron a la conquista española, y defendieron sus derechos hasta muy avanzado el siglo XIX, en que fueron erradicados a sangre y fuego

••• También el lobo mexicano, el bisonte, el berrendo y otros grandes mamíferos ya no habitan la zona

••• En el proceso, fueron exterminados trece cuerpos de agua que le dieron el nombre de La Laguna, los cuales tomaban el recurso del río Nazas, que nace en Durango y es el mayor del país de entre los que no desembocan al mar

••• La otra cuenca alimentadora de La Laguna es el río Aguanaval, que nace en Zacatecas

••• El subsuelo es rico en arsénico, lo cual ha contaminado el agua subterránea al sobreexplotarse los acuíferos para la agricultura y ganadería.

Torreón, Coahuila/Agustín del Castillo, enviado

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